El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano
El Evangelio Glorioso del Dios Bendito


NO. 758

Sermón predicado el Domingo 30 de Junio de 1867

por Charles Haddon Spurgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington

"Según el evangelio de la gloria del Dios bendito, que me ha sido encomendado." - 1 Timoteo 1:11 (RVA)

Sermones
Este versículo aparece justo después de una larga lista de pecados, que el apóstol declara contrarios a la sana doctrina; de lo que concluimos que una prueba de la sana doctrina es su oposición a toda forma de pecado. Cualquier doctrina que de alguna manera reste importancia al pecado podría ser popular, pero no es sana doctrina: aquellos que hablan mucho de la solidez de su doctrina, pero que por sus vidas revelan la corrupción de sus corazones, necesitan sentirse avergonzados de su hipocresía, más bien que orgullosos de su ortodoxia.

El apóstol nos ofrece en este versículo otra medida que nos sirve para probar esas doctrinas; nos dice que la sana doctrina siempre es evangélica, "sana doctrina según el evangelio de la gloria." Cualquier doctrina que enaltezca la voluntad o el mérito del hombre, cualquier doctrina que exalte las ceremonias y los oficios de los sacerdotes, cualquier doctrina, pues, que no coloque a la salvación sobre el único fundamento de la gracia inmerecida, no es sana.

Estos dos puntos son absolutamente necesarios en toda enseñanza que profese venir de Dios: debe recomendar y promover la santidad en la vida; y, al mismo tiempo, debe, más allá de toda duda, ser una declaración de gracia y misericordia a través del Mediador.

Nuestro apóstol, por el sentido de su carta, fue llevado a citar el Evangelio; y entonces, en un momento, vistiendo alas de fuego, se remonta en un arrebato de alabanza, y lo llama "evangelio de la gloria del Dios bendito." Tal es su modo de escribir, generalmente, que si se encuentra con un pensamiento favorito, se aleja de manera tangencial del tema que pretendía explicar, y no regresa hasta que su espíritu ardiente sea refrescado de nuevo.

En este caso, y antes de que se diese cuenta, su alma lo puso sobre los carros de su generoso pueblo. Su corazón resplandeciente vertía el elogio más cálido sobre ese tesoro escondido, esa perla de inmenso precio, que él valoraba por sobre todo, y cuidaba con un celo sagrado. Me parece ver el rostro radiante del apóstol del Señor, cuando con sus ojos centelleantes dicta las palabras, "El evangelio de la gloria del Dios bendito, que me ha sido encomendado."

Nuestro tema nos proporciona un vasto océano por explorar, pero nuestro tiempo es corto, y nuestra barca es pequeña, y la atmósfera en esta capilla está tan cálida y pesada que difícilmente se puede respirar, por lo que prefiero mantener un enfoque directo, sin distraerlos con muchos matices.

Abrir el texto en toda su anchura y su profundidad sería un ejercicio adecuado para el intelecto más elevado, pero nos debemos contentar con unos comentarios aplicables y prácticos, y que el Señor nos conceda tejerlos en forma de un mensaje que busque conducir a sus corazones a la reflexión.

I. En primer lugar, Pablo alaba al Evangelio hasta lo sumo, llamándolo "el evangelio de la gloria del Dios bendito:" ¿HEMOS EXPERIMENTADO NOSOTROS SU EXCELENCIA?

Es necesario hacer esta pregunta incluso en esta congregación; porque aun para las grandes multitudes que asisten a nuestras casas de oración, el Evangelio es un tema seco y sin interés. Oyen la palabra porque es su deber; se sientan en los bancos porque la costumbre requiere de un respeto externo a la religión; pero ellos no piensan que el Evangelio tenga en sí nada de glorioso, nada que pueda mover al corazón o que acelere nuestro pulso. El sermón es lento, el servicio es aburrido, todo el asunto es un cansancio que la gente soporta por pura cortesía. Algunas personas hacen de la religión un asunto de necesidad, como el caballo que jala un carretón; pero si esa necesidad de respetabilidad no existiera, serían felices de escapar de ella como es feliz el caballo cuando se libera de su carga y deja atrás el estruendo de las ruedas.

Es necesario, entonces, hacerles la pregunta; y la haré de tres o cuatro maneras. Pablo llama al mensaje sagrado de misericordia el Evangelio. ¿Ha sido Evangelio para nosotros? La palabra es simple, y no necesito recordarles que significa "buena nueva." Ahora bien, ¿ha sido el Evangelio "buena nueva" para nosotros? ¿Ha sido alguna vez "nueva" para ustedes? "Lo hemos oído tan a menudo," diría alguien, "que no podemos esperar que sea novedoso para nosotros. Fuimos educados por padres piadosos; nos llevaron a la escuela dominical; hemos aprendido el Evangelio desde nuestra juventud; no puede ser novedoso para nosotros."

Déjenme decirles que no conocen la palabra de reconciliación a menos que haya sido, y todavía sea, una nueva para ustedes. Para cada hombre que se salva por el Evangelio, llega como una nueva tan nueva, fresca y asombrosa, como si nunca antes la hubiera oído. La letra puede ser vieja, pero el significado interior es tan nuevo como si la tinta estuviera todavía fresca en la pluma de la revelación.

Confieso que fui educado en la piedad, fui colocado en mi cuna por manos cargadas de oración, y arrullado con canciones que cantaban a Jesús; pero después de haber oído el Evangelio continuamente, línea sobre línea, mandato sobre mandato, un poquito allí, otro poquito allá, sin embargo, cuando la palabra del Señor me llegó con poder, fue tan nueva como si yo hubiera vivido entre las tribus remotas del África central, y nunca hubiera oído la noticia de la fuente limpiadora, llena con la sangre que fluye de las venas de nuestro Salvador. El Evangelio lleva siempre el rocío de su juventud en su espíritu y en su poder; brilla con la frescura de la mañana; su fuerza y su gloria permanecen para siempre.

¡Ah! Mi querido lector, si alguna vez has sentido tu culpa, si te has sentido cargado bajo su peso, si has mirado dentro de tu corazón para encontrar alguna cosa buena y te has sentido amargamente desilusionado, si has ido para arriba y para abajo por todo el mundo, para probar este o ese esquema para conseguir consuelo, pero todos te han fallado como pozos secos en el desierto que se burlan del viajero, será una dulce noticia para tu corazón que haya salvación ahora en el Salvador.

Es una muy refrescante nueva, la voz de Jesús que dice: "Venid a mí, y yo os haré descansar." Aunque hayas oído el llamado externo miles de veces, aún así, cuando llegue a tu corazón la propia voz de Jesús, será tan sorprendentemente fresca para ti como si estas paredes mudas, de pronto encontraran una voz, y revelaran los misterios que han estado ocultos desde la fundación del mundo. A cada creyente el Evangelio le llega como nueva de la tierra al otro lado del río, siendo la mente de Dios revelada por el Espíritu de Dios a Sus elegidos.

Es buena nueva también. Ahora, ¿has experimentado al Evangelio como bueno para ti, lector? Bueno en el mejor sentido, enfáticamente bueno, bueno sin ninguna mezcla de mal. Eso es el Evangelio para quienes lo conocen: ¿es así para ti? ¿Has sentido profundamente la abrumadora deuda que tienes con la justicia de Dios, y has recibido luego lleno de gozo la información de la gracia de que todas tus deudas han sido pagadas? ¿Has temblado bajo la nube cargada de truenos de la ira de Jehová que estaba lista para descargar su tempestad sobre ti, y has oído la tierna voz de la misericordia que te dice: "He borrado como niebla tus rebeliones, y como nube tus pecados"? ¿Has sabido alguna vez lo que significa ser completamente absuelto, estar ante Dios sin miedo, aceptado en el Amado, recibido como un hijo amado, cubierto con la justicia de Cristo? Si es así, el Evangelio ha sido ciertamente "bueno" para ti. Tomándolo con la mano de la fe, y sintiendo su poder en tu alma, lo consideras la mejor nueva procedente de Dios para el hombre.

Te voy a pedir que respondas con sinceridad a mi pregunta, como si estuvieras ante la presencia de Dios. Que ningún hombre esquive esta pregunta tan vital: eso que Pablo llama el Evangelio, ¿lo has experimentado tú como Evangelio? ¿Ha hecho saltar tu corazón alguna vez, como si fuera una de esas noticias que te estimula y te hace feliz? ¿Te ha parecido alguna vez la cosa más importante de todas? Si no es así, no sabes lo que significa el Evangelio. Oh, deja que mis ansiosas preguntas te muevan tiernamente a preocuparte por los asuntos de tu alma, y que busques al Señor Jesús para vida eterna.

Cuando Pablo llama al mensaje de misericordia "el Evangelio", le agrega un adjetivo, "el Evangelio de la gloria," y es un Evangelio glorioso por mil razones: es glorioso en su antigüedad. Antes de que los rayos de la primera mañana ahuyentaran a las primeras sombras, este Evangelio de nuestra salvación estaba ordenado en la mente del Eterno. Es glorioso porque es eterno. Cuando todas las cosas hayan pasado, como la blanca escarcha de la mañana se disuelve ante el sol que sale, este Evangelio existirá en todo su poder y gracia. Es glorioso porque revela la gloria de Dios más claramente que todo el universo. Los innumerables mundos que Dios ha diseñado, aunque nos hablen con el lenguaje de la elocuencia más elevada desde sus esferas celestiales, no podrían proclamar el carácter de nuestro Padre celestial como lo hace el Evangelio. "Los cielos proclaman la gloria de Dios," pero el Evangelio que nos habla de Jesús tiene un mensaje más dulce y más claro. El poeta habla del grande y ancho mar, en donde la forma todopoderosa refleja la tempestad; así, ciertamente, el dedo de Dios se puede reflejar a sí mismo, pero mil océanos no pueden reflejar al Infinito mismo; el Evangelio de Jesucristo es el único espejo fundido en el que Jehová puede ser visto. En Jesús no sólo vemos pasar la gloria de Dios, tal como Moisés la vio cuando observó los bordes del manto de Jehová en la hendidura de la roca, sino que Dios en Su totalidad se revela en el Evangelio de Jesús, de manera que nuestro Señor pudo decir, "El que me ha visto, ha visto al Padre." Si el Señor es glorioso en santidad, así lo revela el Evangelio. ¿Es gloriosa Su diestra en poder? Así habla de Él el Evangelio. ¿Es el Señor el Dios de amor? ¿No es esto el genio del Evangelio? El Evangelio es glorioso porque cada atributo de la Divinidad se manifiesta en él con un esplendor único.

Pero quiero llegar directo a sus conciencias preguntándoles, ¿el Evangelio es para ustedes un Evangelio glorioso? Amados amigos, podemos conocer mucho de nuestra situación por la respuesta que demos a esa pregunta. El Evangelio, visto con estos ojos y oído con estos oídos externos será, como el Señor mismo, "una raíz seca. No hay parecer en él, ni hermosura;" pero el Evangelio entendido por un corazón renovado, será una cosa completamente diferente. Oh, será seguramente el Evangelio de la gloria si ustedes son levantados en una nueva vida, para gozar de las bendiciones que les trae. Así que les suplico que respondan a la pregunta; y para ayudarlos, déjenme recordar al pueblo de Dios cuán glorioso ha sido el Evangelio para ellos.

¿Recuerdan el día en que el Evangelio tomó por asalto su corazón? Nunca podrían olvidar cuando el gran ariete de la verdad comenzó a golpear contra las puertas de la fortaleza tras la que se parapetaba el alma. Recuerden como reforzaron los postes y las barras, y se enfrentaron al Evangelio, resolviendo no ceder. A veces fueron impulsados a llorar a causa de las impresiones, pero secaron sus lágrimas pasajeras; la emoción fue "como la niebla de la mañana y como el rocío del amanecer." Pero el amor eterno no quiso abandonar sus asaltos de gracia, porque tenía la determinación de salvar. La providencia y la gracia, juntas, sitiaron a la ciudad del alma de ustedes, y trajeron artillería divina para atacarla. Ustedes estaban completamente encerrados hasta que "como con Samaria así fue con ustedes," hubo una gran hambre en su alma.

Recuerden cómo domingo a domingo, cada sermón fue un asalto renovado de los ejércitos del cielo, un nuevo golpe del ariete celestial. ¡Cuán a menudo, cuando las puertas del prejuicio fueron despedazadas, ustedes pusieron nuevas barricadas! Su corazón temblaba bajo los tremendos golpes de la justicia, pero con la ayuda de Satanás, su corazón depravado se las arregló para asegurar las puertas con las barras de hierro del orgullo y el bronce de la insensibilidad.

Hasta que, un bendito día, ¿lo recuerdan?, un día bendito, el ariete del Evangelio dio el golpe de gracia definitivo, las puertas se abrieron de par en par, y por ellas entró el Príncipe de la Paz, Emmanuel, como un conquistador, montado en los carros de la salvación.

Nuestra voluntad fue sometida, nuestros afectos fueron dominados, toda nuestra alma fue puesta en sujeción bajo el dominio de la misericordia. Jesús fue glorioso ante nuestros ojos ese día, "el jefe entre diez mil, todo él es deseable." Ese día único lo hemos registrado en las tablas de nuestro corazón: fue el verdadero día de la coronación de Jesús en nosotros, y nuestro nacimiento para la eternidad. Cuando nuestro glorioso Señor entró en nuestras almas, con Su vestido bañado en sangre, perdonando y bendiciendo en la plenitud de su gracia, entonces las campanas de nuestro corazón dieron alegres repiques; las banderas de nuestra alegría ondearon en el aire fragante; las calles de nuestra alma fueron alfombradas con rosas; las fuentes de nuestro amor se llenaron de rico vino rojo, y nuestra alma estaba tan llena de dicha como puede estarlo un corazón de este lado del cielo, porque la salvación había llegado a nuestra casa, y el Rey de la misericordia se había dignado visitarnos.

¡Oh, el dulce perfume del nardo, cuando, por vez primera, el Rey se sentó a nuestra mesa para comer con nosotros! ¡Cómo el sabor de Su presencia llenó cada trozo de nuestro hombre interior! Ese día, cuando la gracia nos redimió de nuestros temores, ¡el Evangelio fue ciertamente un glorioso Evangelio!

¡Ah!, querido lector, tú estabas escuchando el sermón en aquella capilla atestada, pero no te cansaste; los labios del predicador te refrescaron, porque la verdad caía como mirra de dulce aroma. Podrías haber saltado cercos y cruzado zanjas para oír el Evangelio en esa estación del primer amor. Sin importar cuán torpemente fuera presentado por el predicador, disfrutabas del pan del cielo en tu lengua como un dulce bocado, porque era el Evangelio de tu salvación.

Cristiano, quiero refrescar aún más tu memoria. No olvides las conquistas posteriores de ese Evangelio. Si tú has progresado en la vida divina, ha sido por el poder del Evangelio de Jesucristo aplicado por el Espíritu Santo. Algunas veces nos equivocamos, porque, habiendo comenzado en el Espíritu, esperamos ser perfeccionados en la carne. Quiero decir que, frecuentemente, tratamos de batallar contra nuestros pecados innatos golpeándolos con dureza con razonamientos legales. Ningún creyente conquistó jamás al pecado por temor del castigo merecido; ésta es un arma adecuada solamente para los hijos de la esclava.

Es la sangre de Jesús el arma conquistadora en la guerra santa contra la corrupción natural. "Ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero." Saber que estoy muerto para el pecado y resucitado con Cristo: es en el poder de la vida de resurrección que yo lucho contra el hombre viejo, y obtengo la victoria.

Amados, recuerden que ustedes son siempre débiles cuando se apartan de la cruz; que es solamente como un pecador salvado por la sangre, que ustedes pueden tener la esperanza de progresar hacia la santificación. No intenten flagelarse para obtener la gracia; la nueva vida no debe tocarse con el látigo de la esclavitud.

Vayan a la cruz para recibir motivación y energía, lo mismo que santidad. Miren a Jesús en el Evangelio como lo hicieron en el inicio de su nueva vida. Sepan ustedes que son salvos en Él, y entonces sigan adelante para luchar contra la tentación, con el Evangelio como estandarte de su guerra de toda la vida. Si alguno de ustedes ha intentado hacer la guerra contra el pecado aparte del Capitán de su salvación, ya han sido heridos para su mal, o lo serán; pero si el León de Judá va delante de ustedes, y ustedes lo siguen con el Evangelio como su grito de guerra, la victoria es segura y tendrán otra guirnalda para ponerla a los pies de Jesús y de su glorioso Evangelio.

Amados, déjenme decirles que todos los santos verdaderos han encontrado que es un Evangelio glorioso por el consuelo que nos da en nuestras horas más negras. No estamos sin tribulaciones, por lo cual queremos dar gracias; son rocas volcánicas pero que fluyen con aceite. Las raíces de nuestra alma podrían arraigarse demasiado en este pobre suelo de arcilla, si no fueran rudamente aflojadas por la aflicción; este no es nuestro descanso, está contaminado, y nuestras tristezas son útiles porque nos recuerdan esto. ¿Pero, qué tiene tal poder para calmar al espíritu turbado sino el Evangelio?

Vayan al Señor Jesús, ustedes hijas del desconsuelo; conozcan y entiendan una vez más su unión con Él, y su aceptación en Él, y ya no se quejarán más: inclinarán sus hombros y tomarán alegremente su cruz, cuando hayan descubierto en su hora de necesidad que el Evangelio tiene un poder glorioso para sostener a los que están a punto de hundirse.

¿Nunca se han dado cuenta de la gloria del Evangelio en su poder para resistir los ataques del gran enemigo? El alma ha sido acosada por mil tentaciones; Satanás ha aullado, y todos los espíritus malignos del infierno se han unido en el horrible coro, y sus pobres pensamientos perturbados han dicho: "Pereceré a pesar de mis grandes placeres y de mi confianza."

¿No han reunido nunca, como John Bunyan lo hubiera descrito, todas las fuerzas suyas en lo alto del muro para arrojar grandes piedras en contra del enemigo? ¿No han sentido que el castillo sería tomado, hasta que, como un último recurso, levantaron la bandera roja de sangre de la cruz, tomaron la espada del Espíritu, y se arrojaron al baluarte con la determinación de sostener el muro contra el enemigo? Luego, cuando la escalera de asalto tocó el muro, y el enemigo saltó en los baluartes, lo lanzaron al suelo otra vez en el nombre de Jesús, por el poder de la cruz, y cuantas veces escalaba, lo regresaron al suelo, siempre venciendo en el poder del Evangelio; sosteniéndose firmes contra la tentación de afuera y la corrupción de adentro, por medio de la energía que sólo el Evangelio de Jesucristo puede darles.

Un punto puede ayudarnos a ver la gloria del Evangelio, y es, a saber, que nos ha salvado de tremendos males. Los males que le sobrevienen al incrédulo, ¿quien podría describirlos? Si un espíritu pudiera cruzar el golfo sin puentes que nos separa de la tierra de tinieblas y de la sombra de muerte; si pudiera contarnos los agudos dolores inexpresables que soportan las almas culpables, entonces podríamos decir: "es verdaderamente glorioso ese Evangelio que nos puede rescatar de las puertas del infierno, y preservarnos de ir a lo profundo del pozo." Piensen, hermanos míos, ¡cuáles son los gozos para los que nos está preparando el Evangelio! Es por medio del Espíritu Santo, por la predicación de la palabra, que estamos madurando para esos gozos que ni "cosas que ojo no vio" y que "ni oído oyó." Que estemos preparados para el cielo no nos vendrá por la ley, sino por el Evangelio. Ni uno solo de los seres celestiales llegó allí por las obras de la carne, sino enteramente por la gracia soberana de Dios revelada a ellos en el Evangelio de Jesucristo. ¡Glorioso Evangelio que lleva a la gloria a sus discípulos!

Déjenme preguntarles: ¿es glorioso para ustedes en este momento? Yo puedo decir que sí lo es para mí. Quisiera que estuviera en mi poder hacerlo más glorioso en mi ministerio; pero es glorioso para mi propio corazón. Después de algunos años de experiencia; el cristiano llega a conocer, mejor que al principio, cuán conveniente le es el Evangelio. Encuentra que su simplicidad le conviene para su confusión; su gracia le conviene para su tendencia a pecar; su poder es el adecuado para su debilidad; su consuelo es adecuado para su abatimiento; y entre más viejo se hace, más ama al Evangelio de la gracia de Dios. ¿Hacerlo a un lado? ¡Ah! Nunca; nos sujetaremos a Cristo más firmemente porque los hombres lo desprecian. ¿Hacia quién o hacia dónde iríamos si le diéramos la espalda a nuestro Señor Jesús?

Ahora, queridos lectores, antes de que termine con este punto, quiero preguntarles otra vez con gran preocupación amorosa: ¿es glorioso el Evangelio para ustedes? Recuerden que, si no lo es, no puede haber esperanza para ustedes. No hay otro camino para la salvación sino la buena nueva que "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores," y si esa nueva suena en sus oídos como una cosa seca, aburrida, pueden estar seguros de que no están en el camino al cielo, porque el Evangelio para cada alma salvada es más dulce que el sonido de la mejor música de la tierra.

¿Lo es para ustedes? Dios se complace hoy en poner ante sus ojos la bandera blanca de la misericordia, y los llama para que vengan a Jesús y vivan. Pero recuerden que si no se someten a Él, Él levantará la bandera roja de la amenaza, y luego, la bandera negra de la ejecución rondará muy cerca. Tal vez algunos de ustedes padezcan de enfermedades. Tómenlo como una advertencia. Cuando nuestros navíos de guerra quieren detener a una embarcación sospechosa, le disparan cerca de su proa como un aviso. Si no se detiene, tal vez le disparen otra vez, y si no hacen caso, los artilleros hacen su trabajo en serio, y pobre del infractor. Su aflicción es el cañonazo de advertencia del Evangelio. Les suplico que hagan una pausa, y ¡pidan al Señor que los mire para que puedan ser salvos!

Cuando pienso en algunos de ustedes que están aquí y que no son salvos, siento algo como el muchacho sobre el que leí en los periódicos de ayer. La semana pasada estaban dos muchachos en las grandes rocas de la isla Lundy, en el canal de Bristol, buscando huevos de gaviotas. Uno de ellos se acercó demasiado al borde del acantilado y perdió pie, y cuando su hermano, al oír una voz desfalleciente, se asomó, lo vio aferrándose a un saliente de una roca sobre el precipicio, intentando en vano encontrar un lugar para poner sus pies. Allí se quedó su ansioso hermano, alarmado y paralizado de terror, completamente impotente para ayudar a su hermano menor, sumido en terrible peligro abajo, que pronto perdió sus fuerzas y cayó destrozado al fondo.

Me siento un poco como ese hermano alarmado, sólo que hay una feliz diferencia: puedo tener esperanza en ustedes y rogar porque ustedes mismos la tengan. Ustedes se aferran ahora, tal vez, a una esperanza falsa, y se esfuerzan por hallar un descanso en donde no se puede encontrar ningún descanso; pero el ángel de alas poderosas del Evangelio eterno está justo debajo de ustedes, exclamando, "salten ahora, simplemente salten a mis brazos; los tomaré y los llevaré seguros a lo alto."

Ese ángel es el Ángel del Pacto, el Señor Jesucristo. Ustedes deben ser despedazados para siempre a menos que descansen en Él; pero láncense hacia Él, les suplico, y entonces, cuando sean llevados en seguridad lejos de cualquier temor, ustedes exaltarán la gracia de Dios, y alabarán al glorioso Evangelio.

Debo dejar este punto, y observar que Pablo reconoció al Evangelio como el Evangelio de Dios. Aquí surge otra pregunta, por la cual podemos saber si somos salvos o no. El Evangelio, amigos míos, ¿ha sido el Evangelio de Dios para ustedes? Es fácil recibir el Evangelio como el evangelio de "mi ministro." Me temo que hay mucho de esto entre nosotros. Tenemos gran fe en nuestros maestros de religión, y muy apropiadamente, si hemos recibido algún beneficio de ellos; pero si el Evangelio nos llega como el evangelio de tal o cual predicador, no nos salvará; debe llegarnos inconfundible y claramente como el Evangelio de Dios, y así lo debemos recibir. Es nuestro privilegio, en el solemne silencio de la mente, oír la voz de Dios hablándonos, y recibir la verdad en el amor de la palabra como llegando con autoridad divina directamente de Dios. Recuerden que toda religión que no es la obra del Espíritu Santo en el corazón, tendrá que ser desenredada, aunque haya sido tejida con mucha habilidad. Podemos construir, como lo hacen nuestros hijos en la playa, nuestros castillos de arena, y podemos agregar otros más muy rápidamente, y estar muy contentos con ellos, pero se derrumbarán todos cuando suba la marea del tiempo; sólo lo que Dios Espíritu Santo construye sobre los fundamentos de la obra cumplida por Cristo, resistirá la prueba del tiempo y de la eternidad. ¿Cuál es su situación? Si el espíritu de Cristo no está en ustedes, ustedes están muertos. Si el Evangelio mismo llega a ustedes con alguna fuerza, debido solamente al apasionamiento del predicador, o a su elocuente discurso, no les ha traído la vida eterna.

Si el Evangelio es realmente el Evangelio de Dios para nosotros, al valorarlo así, glorificaremos a Dios. Amaremos y adoraremos al Padre, que nos ha escogido para la vida eterna. Amaremos al Hijo con el más cálido amor, porque nos ha redimido con Su preciosa sangre. Daremos reverencia constantemente al Espíritu Santo, y nos gozaremos porque habite como huésped distinguido en nuestros cuerpos. Por esto podemos saber si hemos recibido la verdad de Dios, porque nos lleva concientemente a la unión con Él.

Querido lector: ¿habita Dios en ti? Porque, si no, tú no habitarás donde está Dios. Debes conocer al Espíritu Santo, no como una influencia que es derramada, según la oración de algunos, sino como habitando dentro de ti, descansando en tu corazón. Es una pregunta muy importante, pero no me detendré en ella, porque tengo que cerrar ya nuestra primera parte haciendo notar que para Pablo el Evangelio era "el evangelio del Dios bendito."

Creo que William Knibb solía leer este pasaje así: "el evangelio del Dios feliz" y no se equivocaba, pues es la esencia misma del tema. "El evangelio del Dios feliz." ¿Alguna vez han considerado cuán feliz debe ser Dios? ¿Feliz en grado sumo? Ninguna preocupación, ninguna tristeza puede pasar por Su mente infinita. Es serenamente bendito por siempre.

Ahora bien, cuando un hombre es infeliz, y tiene una actitud infeliz, naturalmente hace infeliz a la gente, de la misma manera que una fuente impura vierte agua impura; pero cuando un buen hombre es superlativamente feliz, lleva felicidad a los demás. Un rostro feliz nos atrae a muchos, y un temperamento feliz, una mente tranquila, una disposición serena, un hombre que tiene lo anterior, inevitablemente intenta hacer a otros felices; y debido a que Dios es infinitamente feliz, se deleita en la felicidad de Sus criaturas.

Los dioses de las fábulas de los paganos eran agobiados con todo tipo de ambiciones, deseos, y antojos, que no podían satisfacer, o que, una vez satisfechos, los hacían desear más. Por consecuencia son mostrados como vengativos y crueles, deleitándose en los sufrimientos de los hombres; pero nuestro Dios es tan perfectamente bendito, que no tiene motivo para causar sufrimiento innecesario a sus criaturas. Él tiene la perfección en sí mismo; y, consecuentemente, se deleita en hacernos felices.

¿Cuánta satisfacción encuentra Dios en las criaturas que están privadas de intelecto? Ustedes pueden haber visto cuando baja la marea, un pequeño borde al extremo de la ola que parece como una bruma; pero si la examinan cuidadosamente, la encontrarán formada por millones de pequeñísimos camaroncitos, saltando en todo tipo de posturas y formas en la ola que se retira, en una exhuberancia de júbilo y diversión. Miren a los mosquitos, en sus paseos por sus jardines en las noches de verano, cómo danzan sin cansarse estos pequeños seres alegres que exhiben toda la felicidad perfecta que Dios quisiera que se manifestara en todas sus criaturas. Él quisiera todas las bendiciones para Su pueblo, quisiera tener cada vaso de misericordia lleno hasta el borde con el aceite del gozo; y nos bendice dándonos el Evangelio.

El Evangelio es enviado, para utilizar las palabras de nuestro Salvador, "para que su gozo esté en nosotros y nuestro gozo sea completo." Gozamos el cielo en la tierra cuando participamos en la fiesta de las grosuras en la tierra. Cuál será nuestra gloria cuando el Evangelio del Dios bendito haya suprimido todos nuestros pecados; cuando nademos en el Evangelio como el pez nada en el mar; cuando el Evangelio se haya convertido en nuestro elemento en el mundo por venir.

¡Oh! ¡La felicidad de las criaturas que están llenas del espíritu del Evangelio ante el trono de Dios! Querido lector, ¿alguna vez te llegó el Evangelio en esa forma? Me temo que para la mayor parte de la gente el Evangelio es una esclavitud, porque no lo conocen en verdad. Me temo que para muchos la emoción del Evangelio es una suerte de espasmo; están satisfechos con la verdad algunas veces, y otras veces, cuando sienten que deben tener un deleite, se van al mundo por él. Donde obtienes tus deleites allí está tu corazón; lo que te proporciona la máxima felicidad enseñorea tu espíritu. El cristiano siente que puede cantar con el viejo Mason:

"No necesito salir en busca de goces,
pues tengo una fiesta en casa;
Mis suspiros ahora son canciones,
mi corazón cesó de andar errante.
Llegando de arriba la Paloma bendita
ha venido a mi pecho,
Para atestiguar el amor eterno de Dios,
y darle descanso a mi espíritu.
Dios mío, te alabaré mientras viva,
y te alabaré cuando muera;
Y te alabaré cuando me levante otra vez,
hacia la eternidad."

La religión del cristiano genuino está calculada para impartir un deleite perfecto; el hombre verdaderamente regenerado, desea tener más y más de ella, para que su alma pueda ser bautizada en gozo celestial.

"El evangelio del Dios feliz," también significa el Evangelio del Dios al que debemos bendecir. Puesto que siendo feliz, nos hace felices; de igual manera nosotros, siendo felices, deseamos darle a Él toda la gloria de nuestra felicidad.

Ahora, mi querido joven amigo, ¿es para ti el Evangelio, el Evangelio de un Dios a quien bendices con todo tu corazón, porque te lo ha enviado, y ha puesto en ti el deseo de recibirlo? Si así es, eres salvo. Pero si no, si no se conmueven las profundidades de tu alma con emociones de gratitud sincera, entonces el Evangelio ha sido para ti como metal que resuena, o como címbalo que retiñe.

II. El apóstol dice, "El evangelio de la gloria del Dios bendito, que me ha sido encomendado:" ¿RECONOCES TU RESPONSABILIDAD?

Pablo no habla aquí sólo de él; podría haber dicho, "que es encomendado a cada creyente en Cristo." El Evangelio es un tesoro inapreciable, y los santos son sus banqueros. Está encomendado a nuestro cuidado como los hombres encomiendan sus negocios a sus agentes.

Primero, estamos obligados a creerlo todo. Tengan cuidado de no recibir un evangelio dividido y mutilado. Se ha dicho que "sólo la mitad de la verdad es una mentira," y así es. La mayor parte de las malas noticias que angustian al mundo tienen verdad en su base, pero se convierten en falsas a través de la exageración de una parte, y de la omisión de la siguiente. Es un deber de todo cristiano instruido, trabajar para tener el dominio de toda la verdad hasta donde sea posible. Supongo que nadie sino la mente Infinita puede conocer la verdad en toda su longitud y su anchura; sin embargo la educación no debería deformarnos, ni los prejuicios deberían impedir que recibamos la verdad.

Debemos luchar contra toda parcialidad, y cada vez que abramos este Libro, una de nuestras oraciones debe ser, "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley." Debemos tener una mente como metal fundido, lista para adaptarse al molde de la verdad; debemos tener el alma como la placa sensitiva del fotógrafo, lista para recibir al instante la escritura que es luz de Dios, para que la verdad se quede ahí en su totalidad; debemos estar deseosos de renunciar al dogma más querido, a la forma de enseñanza que más le guste a la carne, cuando ésta sea contraria a la Escritura. Eso es ser un verdadero discípulo. Sentarse ante los pies de Jesús y aprender de Él, es el negocio vital del cristiano en esta casa de su peregrinación.

El Evangelio nos está encomendado en este sentido: lo debemos colocar en alto en nuestros corazones. Pero alguien pregunta, "¿Cómo puedo saber cual es el evangelio?" Puedes saberlo escudriñando las Escrituras. "Pero una secta dice esto, y otra dice lo contrario;" ¿Qué tienes tú que ver con las sectas? Lee el Libro de Dios por ti mismo. "Pero algunos lo leen y llegan a una opinión, y otros mantienen la opinión opuesta, y así, se contradicen ellos mismos, y, sin embargo, están igualmente en lo correcto." ¿Quién te dijo eso? Eso es imposible. Los hombres no pueden estar igualmente en lo correcto cuando se contradicen el uno al otro. Allí hay una verdad y allí hay una falsedad; si es verdad, no es falso.

Puede ser cierto que algunos hombres buenos hayan tenido opiniones diferentes, pero ¿eres responsable de lo que hayan sostenido, o debes recogerlo porque personalmente fueron buenos, y por eso todo lo que ellos creyeron es verdad? No, pero este Libro es suficientemente sencillo; no es como una nariz de cera que puede adoptar la forma que uno quiera. Hay algo que se enseña aquí simple y positivamente, y si un hombre aplica su mente, por la gracia de Dios, puede entenderlo. Yo no creo que este Libro sea tan oscuro y tan misterioso como algunos suponen, y, si lo fuera, el Espíritu Santo que lo escribió vive todavía, y el Autor siempre conoce su propio significado; tan solo acércate a Él en oración, y te dirá lo que significa. No te volverás infalible; confío que no pensarás que lo eres; pero aprenderás doctrinas que son infaliblemente verdaderas, y en las que puedes afirmar tus pies y decir, "Ahora sé esto, y no me dejaré engañar." Es una gran cosa tener la verdad impresa con fuego en ti, como con hierro candente, de manera que no se te pueda quitar.

El sacerdote, cuando quitó el Testamento al muchacho, pensó que había hecho su trabajo; "Pero," dijo el muchacho, "señor, ¿cómo me va a quitar los veintiséis capítulos que aprendí de memoria? Usted no se los puede llevar." Sin embargo la memoria puede fallar, y cuando el chico llegó a ser un hombre viejo, pudo olvidar los veintiséis capítulos; pero supongamos que cambiaron su corazón e hicieron de él una nueva criatura en Cristo, no habría manera de quitar eso, aunque Satán mismo intentara esa tarea.

Busquen llevar a cabo la sagrada tarea encomendada a ustedes, creyéndola, y creyéndola toda. Escudriñen la palabra para encontrar lo que es el Evangelio, y esfuércense por recibirlo en lo más íntimo de su corazón, para que pueda estar en el centro de su corazón para siempre.

Y luego, como buenos mayordomos debemos sostener la causa de la verdad contra todos los que opongan. "Nunca te metas en controversias religiosas," dice uno; es como decir, al interpretarlo, que podrías ser un soldado cristiano, aunque dejaras que tu espada se oxidara en su vaina y entraras furtivamente al cielo como un cobarde. Yo no puedo apoyar un consejo así.

Si Dios te ha llamado por la verdad, mantén la verdad que ha sido el instrumento de tu salvación. No debemos ser belicosos, siempre luchando por cada una de nuestras ideas fijas; pero en donde hemos aprendido la verdad del Espíritu Santo, no vamos a ver con mansedumbre que el estandarte que nuestros padres sostuvieron con peligro de su sangre sea destruido.

Ésta es una edad en la que la verdad debe mantenerse celosamente, con vehemencia, continuamente. Si nos adaptamos a las circunstancias como hacen muchos, creyendo esto hoy y eso mañana, mostramos la marca segura de los hijos de ira; pero habiendo recibido la verdad, sostener con firmeza su esencia, como Pablo le pide a Timoteo que lo haga, es uno de las obligaciones de los herederos del cielo. Permanece firme en la verdad, y que Dios le dé la victoria al que es fiel.

Debemos creer en el Evangelio y sostenerlo, porque nos ha sido encomendado. Me parece, sin embargo, que la mayor parte de nosotros puede cumplir mejor con su responsabilidad hacia el Evangelio, adornándolo en nuestras vidas. Los hombres regalan joyas a quienes aman; y así, si amamos el Evangelio, que sean nuestras virtudes las joyas que den a conocer nuestro amor.

Una muchacha de servicio puede adornar el Evangelio. Va al templo y su irreligiosa patrona puede objetar que vaya. Recuerdo que el señor Jay comenta un caso así, en donde el patrón y la patrona le habían prohibido a la muchacha asistir a un templo cristiano independiente. Ella rogó mucho, y por fin decidió dejar esa casa. El patrón le dijo a su esposa, "bien, tú ves que nuestra sirvienta trabajaba de manera excelente; nunca tuvimos una muchacha tan trabajadora como ella. Todo en la casa se conservaba ordenadamente, y es muy obediente y todo lo hace bien. Ahora bien, ella no se mete con nuestras conciencias; es una pena que nos metamos con la suya. No importa a qué iglesia asista, ciertamente no le causará problemas, ¿por qué dejarla ir?" En la siguiente conversación la esposa dijo: "Realmente pienso, querido, que nuestra sirvienta recibe tanto bien adonde va, que sería bueno que fuéramos y oyéramos también nosotros;" y ellos muy pronto fueron miembros de esa misma iglesia que al principio menospreciaron.

Ahora, cada uno de nosotros en nuestro propio llamado puede hacer eso. No todos estamos llamados a predicar en esas cajas llamadas púlpitos, pero podemos predicar más convenientemente y mucho más poderosamente detrás del mostrador de una tienda o en la oficina o en el campo, o en donde la providencia nos haya colocado. Busquemos que los hombres se den cuenta del Evangelio que creemos.

Hace unas cuantas semanas, un misionero en China tomó su escopeta para subir por uno de los ríos del interior para cazar patos salvajes; y cuando iba en su bote, le disparó a unos patos; desgraciadamente no eran aves silvestres sino patos domésticos que pertenecían a alguno de los vecinos. El propietario se encontraba muy lejos y no se dio cuenta, pero el bote fue amarrado a un lado del río, y el misionero fue a buscar personalmente al propietario de los patos, porque no podía descansar hasta pagar el daño que en su ignorancia había ocasionado. El propietario quedó muy sorprendido, pues estaba acostumbrado a que la gente disparara a sus patos sin asumir ninguna responsabilidad, por lo que no podía entender la honestidad del hombre de Dios. Se lo dijo a otros, y multitudes de chinos se reunieron y miraban al misionero como si hubiera caído de la luna; ¡un hombre tan extremadamente honesto que no quería llevarse los patos que había matado! Escucharon el Evangelio con atención y observaron que la enseñanza debía ser buena, pues hacía que la gente fuera tan consciente de su responsabilidad como el misionero. No me extrañaría que ese pequeño incidente hiciera más por el Evangelio que la predicación de veinte sermones sin un buen testimonio. Que así sea con nosotros; actuemos en cada posición de manera que adornemos al Evangelio que se nos ha encomendado.

Finalmente, está encomendado a nosotros ya que lo hemos recibido para que lo propaguemos, propagándolo personalmente en todos lados. Si más personas pudieran predicar el Evangelio, sería mejor. Contamos en todas nuestras congregaciones con jóvenes muy trabajadores, y en este mismo momento no dudo que tengamos a cien predicando en la calle, y tal vez más; pero he lamentado algunas veces que sean tan pocos los ricos que entran en ese trabajo. Quisiéramos ver a los hombres de diez talentos predicando, a los hombres de grandes habilidades consagrándose a Cristo. Muchos de nuestros jóvenes son más útiles en instituciones literarias que en la iglesia. Otras ocupaciones útiles quedan muy bien en su camino, pero desearía que pudiéramos invertir la mayor fuerza de nuestros hombres en la predicación del Evangelio.

El primer negocio de un cristiano es su cristianismo. Todo el resto, aun su patriotismo, debe conservarse subordinado a eso, porque el cielo es más su país que Inglaterra, y Jesucristo es más su Rey que cualquiera de los reyes de la tierra. "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia." Yo les preguntaría a los jóvenes aquí presentes que aman al Señor, si realmente están haciendo para la causa de Dios lo que ellos debieran hacer. Les preguntaría si no pudieran hacer algo más para hacer más manifiesto en cada lugar el olor del nombre de Cristo.

Hermanas mías, sus voces son muy dulces, pero queremos oírlas en cualquier lado que no sea el púlpito; sin embargo, ustedes tienen su esfera ¿la ocupan para Cristo? El primer llamado para la mujer cristiana es servir a Jesús en la familia; enseguida de eso, es servir a Cristo en su comunidad. ¿Lo estamos haciendo así? "El evangelio de la gloria del Dios bendito" te está tan encomendado a ti mujer cristiana, como si no hubiera otro cristiano bajo el cielo: ¿cómo sería si fuera así? Si todos los cristianos se murieran ¿habrían hecho para el Evangelio lo que les pide específicamente a ustedes? Todo el celo y el ingenio de otros diez mil no podrían compensar tu responsabilidad personal como cristiana.

Tengo que pedirles a ustedes, esta mañana, que me ayuden a propagar el Evangelio glorioso. Hace algunos años, habiendo hecho mi mayor esfuerzo para predicar la palabra con mi propia boca, encontrando que aún corriendo de arriba abajo a través del país, predicando diez o doce veces a la semana no era capaz de hacer sino muy poco, pensé que si encontrara otras lenguas y las pusiera a hablar, que si encontrara otros cerebros y los pusiera a pensar, podría, tal vez, hacer más para la causa de mi bendito Señor.

Un joven se cruzó en mi camino, y fue educado a petición mía para el ministerio cristiano por un hermano muy estimado, y cuando ese joven fue llamado por Dios como predicador poderoso, el deseo de ayudar a otros estudiantes creció dentro de mi corazón, y después de ese primer joven llegaron diez, luego veinte, luego treinta, luego cincuenta, luego noventa. "El Colegio del Pastor", por el que pido sus contribuciones esta mañana, ha crecido hasta llegar a ser un poder para el bien. Hemos tenido por algunos años sucesivos entre ochenta y noventa hermanos capacitándose para el ministerio. Los fondos para el apoyo de ellos se generan de los donativos del pueblo de Dios, enviados voluntariamente, sin que se necesite ningún cobrador, o que se establezcan suscripciones anuales.

No tengo nada de que depender sino de la providencia de Dios, quien guía la generosidad de Su pueblo. Algunas veces mis fondos son mas bien escasos, pero nunca para estar en la necesidad, porque cuando los recursos son escasos, llamamos a todos los jóvenes y oramos, y muchas veces hemos tenido respuestas tan claras a nuestras oraciones como si Dios hubiera extendido Su mano desde el cielo para darnos el dinero necesario. De esta manera se gastan como cinco mil libras al año, que Dios envía cuando se necesitan.

Hemos construido varios lugares de adoración; hemos formado y fundado varias iglesias nuevas; hemos evangelizado a los distritos más oscuros de Londres y del país; y nuestros hombres se encuentran ahora en Australia, en la roca de Santa Elena, en África del Sur, en América, y en todos los rincones de la tierra. Dios se ha complacido en bendecirlos y ha puesto almas a su cargo, y nos daría mucho gusto si se sienten motivados a contribuir para su mantenimiento.

Antes de que nos despidamos, me gustaría que en cada uno de ustedes se grabara la pregunta, "¿crees en el Señor Jesucristo? ¿Ha llegado a ser el Evangelio un Evangelio glorioso para ti?" No los conozco a ustedes como conozco a mi propia gente, pero cuando observo las naves de mi iglesia me entristezco por aquellos que han estado escuchando la palabra por diez años, y son como si nunca la hubieran oído.

Supongo que hay algunos aquí en el mismo caso, y mi estimado hermano el señor Tucker debe recorrer con sus ojos la nave, y el área principal y ver a muchos que han llegado a estar endurecidos para el Evangelio. ¡Es una cosa horrible de pensar! El mismo sol que derrite la cera endurece la arcilla, y para algunos corazones el Evangelio llega a ser el sabor de la muerte para muerte. Si nada se obtiene del servicio de esta mañana, sino hacer que cada uno se pregunte como está con su propia alma; si tan sólo los motiva a ir a su aposento solitario y cerrar la puerta y orar, "¡Oh Señor, déjame conocer este Evangelio glorioso; hasta ahora no lo he entendido, porque no ha sido glorioso para mí! ¡Hazlo para mí en este día, para que pueda ser salvado!" Mi corazón estará muy contento si eso sucede.