El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano
La Oración, el Remedio para la Ansiedad
NO. 2351
SERMÓN PREDICADO LA NOCHE DEL JUEVES 12 DE ENERO DE 1888
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES,
Y TAMBIÉN LEÍDO EL DOMINGO 11 DE MARZO DE 1894.
“Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Filipenses 4:
6, 7.
Nosotros tenemos la facultad de la previsión; pero,
como todas nuestras facultades, ha sido pervertida y a menudo ha sido objeto de
abuso. Es bueno que un hombre tenga un santo afán, y preste la debida atención
a cada detalle de su vida; pero, ¡ay!, es muy fácil convertirlo en un afán
profano, y tratar de arrebatar de la mano de Dios, ese oficio de la providencia
que le pertenece a Él, y no a nosotros. ¡Con cuánta frecuencia le gustaba a
Lutero hablar acerca de los pájaros, y de la manera en que Dios cuida de ellos!
Cuando estaba lleno de sus ansiedades, solía envidiar constantemente a los
pájaros porque llevaban una vida tan libre y feliz. Lutero habla del ‘doctor
Gorrión’ y del ‘doctor Zorzal’, y de otros pájaros que solían acercarse y
hablar con el ‘doctor Lutero’, y decirle muchas cosas buenas.
Ustedes saben, hermanos, que a las aves del
cielo, cuidadas por Dios, les va mejor que a los pájaros cuidados por el
hombre. Una pequeña niña londinense que fue al campo, dijo en una ocasión:
“¡Mamá, mira a ese pobre pajarito; no tiene ninguna jaula!” Eso no me habría
parecido a mí como una pérdida para el pájaro; y si ustedes y yo estuviésemos
sin nuestra jaula, y sin la cajita de semillas, y sin un recipiente de agua, no
sería una gran pérdida, si fuésemos arrojados a la ventura hacia la gloriosa
libertad de una vida de humilde dependencia de Dios.
Esa jaula de confianza carnal y esa caja de
semillas que siempre estamos esforzándonos por llenar, constituyen la
preocupación de esta vida mortal; pero aquél que tiene gracia para extender sus
alas y remontarse a lo lejos hasta llegar la cielo de
la confianza divina, puede cantar todo el día y tener esta tonada como propia:
“Mortal, cesa
de afanarte y de afligirte;
Dios provee
para el mañana”.
Entonces, aquí está la enseñanza del texto: “Por
nada estéis llenos de cuidado”. La palabra “llenos de cuidado” no significa
exactamente ahora lo mismo que significaba cuando la Biblia fue traducida (1);
al menos, me transmite un significado diferente del que transmitía a los traductores.
Yo diría que debemos ‘tener cuidado’. “Tengan cuidado” es una buena lección
para los muchachos y los jóvenes cuando comienzan en la vida; pero, en el sentido
en que la palabra “cuidado” era entendida en el tiempo de los traductores, era
que no debemos tener ‘afán’, esto es, que no debemos estar ‘llenos de afanes’.
El texto quiere decir: no estén ‘ansiosos’; no estén pensando constantemente
acerca de las necesidades de esta vida mortal. Voy a leerlo otra vez, estirando
un poco la palabra, y entonces entenderán su significado: “No estén llenos de
afán por nada”. ¡Oh, que Dios nos enseñara cómo evitar el mal que es prohibido
aquí, y a vivir con esa santa despreocupación que es la mismísima belleza de la
vida cristiana, cuando toda nuestra ansiedad es echada sobre Dios, y nosotros
podemos gozarnos y regocijarnos en Su providencial cuidado de nosotros!
“¡Ah!”, -dice alguien- “no puedo evitar
afanarme”. Bien, el tema de esta noche es para ayudarte a abandonar el afán; y,
primero, consideren aquí lo que sustituye
a la ansiedad. Por nada estén afanosos, sino que deben orar por todo; éste
es el sustituto del afán: “oración y ruego”. En segundo lugar, noten el carácter especial de esta oración, que
ha de convertirse en el sustituto de la ansiedad: “Sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Y
luego espero que nos queden unos minutos para considerar el dulce efecto de esta oración: “La paz de Dios, que sobrepasa
todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús”.
I. Para comenzar, entonces, aquí está, primero, EL
SUSTITUTO DE LA ANSIEDAD.
Yo supongo que para muchos de nosotros es cierto
que nuestros afanes son múltiples. Una
vez que te vuelves afanoso, ansioso e inquieto, nunca serías capaz de contar
tus afanes, aun cuando pudieras contar los cabellos de tu cabeza. Los afanes
son propensos a multiplicarse para quienes están llenos de ellos; y cuando
estás tan lleno de ansiedades que piensas que has llegado al límite, con
seguridad recibirás otra cosecha de ansiedades que han crecido a tu alrededor. La
propensión a dejarse dominar por este hábito maligno de la ansiedad conduce a
permitirle que establezca su dominio sobre la vida, hasta el punto de que no
vale la pena vivir la vida en razón de la ansiedad que tenemos por ella. Los
afanes son múltiples; por tanto, las oraciones suyas deben ser múltiples.
Conviertan en una oración todo lo que sea un afán. Las ansiedades deben ser la
materia prima de sus oraciones; y, así como los alquimistas esperaban convertir
la escoria en oro, así ustedes, por una santa alquimia, de hecho convierten en
un tesoro espiritual lo que naturalmente habría sido un afán, en la forma de
una oración. Bauticen cada ansiedad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo, y así, conviértanla en una bendición.
¿Tienes ansiedad de poseer? Ten cuidado para que
la ansiedad no te posea. ¿Quieres realizar una ganancia? Preocúpate de no
perder más de lo que ganas con tus ganancias. Te suplico encarecidamente que no
tengas ansiedad de ganar más de lo que te atrevas a convertir en una oración.
No desees tener aquello que no te atrevas a pedirle a Dios que te dé. Mide tus
deseos de acuerdo a una norma espiritual, y así serás guardado de todo lo que
se asemeje a la codicia. A muchas personas les vienen sus afanes por sus
pérdidas; pierden lo que han ganado. Bien, éste es un mundo en el que existe la
tendencia a perder. Los reflujos siguen a las crecidas, y los inviernos aplastan
a las flores del verano. No se sorprendan si ustedes pierden como lo hacen
otras personas; antes bien, oren acerca de sus pérdidas. Acudan a Dios con
ellas y en vez de inquietarse, conviértanlas en una ocasión para esperar en el
Señor, y para decir: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová
bendito. ¡Hazme entender por qué contiendes conmigo, y libra a Tu siervo de
quejarse alguna vez de Ti, sin importar lo que Tú permitas que pierda!”
Tal vez tú digas que tu ansiedad no es ni por
tus ganancias ni por tus pérdidas, sino sólo acerca de tu pan diario. ¡Ah,
bien, tú tienes promesas para eso, y lo sabes! El Señor ha dicho: “Habitarás en
la tierra, y te apacentarás de la verdad”. Él te da un dulce aliciente cuando
dice que Él viste a la hierba del campo, y ¿no te vestirá mucho más a ti,
hombre de poca fe? Y el Señor Jesús te manda que consideres a las aves del
cielo, que ni siembran ni recogen en graneros y, sin embargo, tu Padre
celestial las alimenta. Acude a tu Dios, entonces, con todos tus afanes. Si
tienes una gran familia y un ingreso raquítico, y enfrentas muchos problemas para
subsistir y para proveer cosas honestas a los ojos de todos los hombres, tienes
muchas excusas para tocar a la puerta de Dios, y muchísimas razones para ser
encontrado a menudo en el trono de la gracia. Yo les ruego que conviertan los
afanes en algo de mucho provecho. Yo me siento en libertad para apelar a un
amigo cuando realmente tengo que tratar algo con él; y ustedes pueden ser
osados para apelar a Dios cuando las necesidades los opriman. En vez de
preocuparse por cualquier cosa con un inquieto afán, conviértanla de inmediato
en una razón para una renovada entrega a la oración.
“¡Ah!”, -dirá alguno- “pero yo me encuentro
perplejo; yo no sé qué hacer”. Bien, entonces, querido amigo, deberías
ciertamente orar cuando no puedes saber si debes tomar el camino de la mano
derecha, o de la mano izquierda, o debes continuar en línea recta, o si
deberías regresar. En verdad, cuando estás en medio de tal niebla que no puedes
ver la siguiente lámpara, entonces es tiempo de que ores. El camino se
esclarecerá delante de ti muy repentinamente. Con frecuencia he tenido que
probar este plan yo mismo; y doy testimonio de que, cuando he confiado en mí
mismo, he sido un gigantesco insensato, pero cuando he confiado en Dios,
entonces me ha conducido y me ha mantenido en la vía correcta, y no ha habido
ningún error al respecto.
Yo creo que los hijos de Dios cometen a menudo
mayores disparates en cuanto a cosas sencillas, de los que cometen en cuanto a
asuntos difíciles. Ustedes saben lo que pasó con Israel cuando llegaron
aquellos gabaonitas con sus zapatos viejos y recosidos, y mostraron el pan que
estaba mohoso, que, según dijeron, habían tomado caliente de sus hornos. Los
hijos de Israel pensaron: “Este es un caso claro; estos hombres son forasteros
y han venido de un país lejano; podemos hacer alianza con ellos”. Estaban
seguros de que la evidencia de sus ojos confirmaba que ellos no eran cananeos;
así que no consultaron a Dios; todo el asunto parecía tan claro, que hicieron
una alianza con los gabaonitas, lo cual fue un problema para ellos
posteriormente. Si acudiéramos a Dios en oración para todo, nuestras
perplejidades no nos conducirían a más errores que nuestras simplicidades; y,
en casos simples, y en casos difíciles, debemos ser guiados siempre por el
Altísimo”.
Tal vez otro amigo diga: “Pero yo estoy pensando
en el futuro”. ¿Lo estás? Bien, primero, me permito preguntarte qué tienes que
ver con el futuro. ¿Sabes tú lo que traerá un día? Has estado pensando acerca
de lo que será de ti cuando seas viejo; pero, ¿estás seguro de que serás viejo
alguna vez? Yo conocí a una mujer cristiana que solía preocuparse acerca de
cómo sería enterrada. Esa pregunta nunca me turbó a mí; y hay muchos otros
asuntos acerca de los cuales no debemos preocuparnos. Pueden encontrar siempre
un palo para golpear a un perro; y si necesitan una ansiedad, ustedes pueden
generalmente encontrar una ansiedad con la cual golpear a sus propias almas;
pero ésa es una pobre ocupación para cualquiera de ustedes. En lugar de hacer
eso, conviertan cada cosa que pudiera ser un tema de ansiedad, en un tema de
oración. No pasará mucho tiempo antes de que tengan un tema de ansiedad, así
que no pasará mucho tiempo sin que tengan un tema de oración. Eliminen esa
palabra: “ansiedad”, y escriban simplemente en su lugar esta palabra:
“oración”; y entonces, aunque sus afanes sean múltiples, sus oraciones también
serán múltiples.
Noten, a continuación, queridos amigos, que un afán indebido es una intrusión en la
esfera de Dios. Es hacerte, tú mismo, el padre de la casa, en lugar de ser
un hijo; es hacerte, tú mismo, el señor, en vez de ser un siervo para quien el
señor provee sus raciones. Ahora, si en lugar de hacer eso, convirtieras el
afán en oración, no habría intrusión, pues puedes acudir a Dios en oración sin
ser acusado de presunción. Él te invita a orar; es más, aquí, por medio de Su
siervo, te manda que “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en
toda oración y ruego, con acción de gracias”.
Además, los
afanes no nos sirven de nada, y nos causan un gran daño. Si fueras a
preocuparte tanto como lo desearas, no te podrías hacer una pulgada más alto, ni hacer crecer otro cabello en tu cabeza, ni cambiar
el color de un cabello a blanco o a negro. Eso nos dice el Salvador; y Él
pregunta: si el afán falla en cosas tan pequeñas, ¿qué podría hacer el afán en
los más elevados asuntos de la providencia? No puede hacer nada.
Un agricultor visitó sus campos y dijo: “No sé
qué sucederá con todos nosotros. Si esta lluvia continúa, el trigo será destruido;
no tendremos ninguna cosecha a menos que tengamos algún buen clima”. Caminaba
de arriba para abajo, estrujando sus manos, y preocupándose, e incomodando a
todos los miembros de la familia; pero no produjo ni un solo rayo de luz del
sol, a pesar de toda su preocupación; con todo su lenguaje petulante, no pudo
dispersar ninguna nube ni pudo detener ni una sola gota de lluvia, no obstante
todas sus murmuraciones.
Entonces, ¿de qué sirve que sigan royendo su
propio corazón, si no pueden obtener nada con ello? Además, eso debilita
nuestro poder de ayudarnos y, especialmente, nuestro poder para glorificar a
Dios. Un corazón lleno de ansiedades nos impide juzgar rectamente en muchos
asuntos. A menudo he usado el ejemplo (no conozco otro mejor) de tomar un
telescopio, soplar sobre él el cálido aliento de nuestra ansiedad, acercarlo al
ojo, y luego decir que no podemos ver nada sino nubes. Por supuesto que no podemos,
y nunca lo haremos mientras exhalemos aliento sobre él. Si fuéramos
imperturbables, tranquilos, serenos y poseídos por Dios, haríamos lo correcto. Deberíamos
tener, como decimos, “presencia de ánimo” en el tiempo de dificultad. El hombre
que tiene la presencia de Dios, puede esperar tener presencia de ánimo. Si
olvidamos orar, ¿se sorprenden de que estemos todos inquietos, y preocupados, y
que hagamos lo primero que se nos ocurre, que es generalmente lo peor, en vez
de esperar hasta ver lo que deba hacerse, y luego hacerlo confiadamente y con
fe, como a los ojos de Dios? La ansiedad es perjudicial; pero basta que
conviertan esta angustia en oración y entonces toda ansiedad se tornará en un
beneficio para ustedes.
La oración es un material maravilloso para
construir la estructura espiritual, pues nosotros mismos somos edificados por
la oración; crecemos en gracia por la oración; y si acudimos a Dios con
peticiones en todo momento, seremos cristianos que crecen rápido.
Yo le dije a una persona esta mañana: “Ore por
mí, porque es un tiempo de necesidad”; y ella me respondió: “No he hecho otra
cosa desde que desperté”. Les he hecho la misma petición a varias personas más,
y todas me han dicho que han estado orando por mí. Me sentí tan contento, no
solamente por mí mismo, al recibir el beneficio de sus oraciones, sino por
causa de ellos mismos, pues seguramente crecerán por ese motivo. Cuando los
pajaritos se mantienen batiendo sus alas, están aprendiendo a volar. Los
tendones se fortalecen, y los pájaros abandonan el nido en breve; ese preciso batir
de alas, es una educación, y el intento de orar, el gemir, el suspirar, el
clamar de un espíritu lleno de oración es, en sí mismo, una bendición. Acaben,
entonces, con ese hábito perjudicial de la ansiedad, y practiquen el hábito
enriquecedor de la oración. Vean cómo logran así una doble ganancia: primero,
evitando una pérdida, y en segundo lugar, obteniendo aquello que realmente los
beneficiará a ustedes y a otros, también.
Luego, además, los afanes son el efecto del olvido de la cercanía de Cristo con
nosotros. ¿Notaron cuál es el sentido del contexto? “El Señor está cerca.
Por nada estéis afanosos”. El Señor Jesucristo ha prometido venir de nuevo, y
Él podría venir esta noche; Él podría aparecer en cualquier momento. Entonces
Pablo escribe: “El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias”.
¡Oh, si sólo pudiéramos estar en esta tierra
como en una mera sombra, y vivir como aquellos que habrán terminado pronto con
esta pobre vida transitoria; si sostuviéramos toda cosa terrenal con una mano
muy laxa, entonces no estaríamos afanándonos, y preocupándonos, e
inquietándonos, sino que nos dedicaríamos a orar, pues así asiríamos lo real y
lo sustancial, y plantaríamos nuestro pie sobre lo invisible, que es, después
de todo, lo eterno!
¡Oh, queridos amigos, que el texto que les he
leído una y otra vez, caiga ahora dentro de sus corazones así como un guijarro
cae dentro de un lago de montaña, y al penetrar, genere círculos de consuelo
sobre la propia superficie de sus almas!
II. Ahora necesitamos analizar el texto un poco más
detenidamente para ver, en segundo lugar, EL CARÁCTER ESPECIAL DE ESTA ORACIÓN.
¿Qué tipo de oración es la que apaciguará nuestra ansiedad?
Bien, primero, es una oración que trata con todo. “En toda oración y ruego”, “sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios”. Ustedes pueden orar acerca de
la cosa más insignificante y acerca de lo más grande; no sólo pueden orar
pidiendo el Espíritu Santo, sino que pueden orar por un nuevo par de botas.
Pueden acudir a Dios acerca del pan que comen, del agua que beben y del vestido
que usan, y orar a Él sobre todas las cosas. No pinten ninguna raya, diciendo:
“Hasta aquí las cosas han de estar bajo el cuidado de Dios”. Válgame Dios,
entonces, ¿qué van a hacer con el resto de su vida? ¿Ha de ser vivida esa parte
bajo el añublo marchitante de un tipo de ateísmo? ¡Dios no lo quiera! ¡Oh, que
vivamos en Dios en cuanto a la totalidad de nuestro ser, pues nuestro ser es de
tal naturaleza que no lo podemos dividir! Nuestro cuerpo, alma y espíritu son
uno, y mientras Dios nos deja en este mundo, y nosotros tenemos necesidades que
surgen de la condición de nuestros cuerpos, debemos presentar nuestras
necesidades corporales delante de Dios en oración. Y ustedes descubrirán que el
grandioso Dios los oye en estos asuntos. No digan que son demasiado nimios para
que Él los note; todo es pequeño en comparación con Él. Cuando pienso en cuán
grande Dios es Él, me parece que este pobre mundito nuestro es simplemente un
insignificante grano de arena en la costa del universo, y que no es digno de
ser advertido del todo. La tierra entera es una simple mota en el grandioso mundo
de la creación; y si Dios condesciende a considerarlo, muy bien puede
inclinarse un poco más bajo, y considerarnos a nosotros; y Él hace eso, pues
dice: “Aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados”. Por tanto,
‘sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego’.
El tipo de oración que nos salva de la ansiedad
es la oración que es repetida: “En
toda oración y ruego”. Oren a Dios, y luego oren de nuevo: “en… oración y
ruego”. Si el Señor no les responde la primera vez, estén muy agradecidos por
tener una buena razón para orar de nuevo. Si no les concediera la petición la
segunda vez, crean que Él los ama tanto que quiere oír su voz nuevamente; y si
los mantiene esperando hasta haber acudido a Él siete veces, díganse: “Ahora sé
que adoro al Dios de Elías, pues el Dios de Elías dejó que fuera siete veces
antes de que la bendición fuera otorgada”. Consideren un honor que se les
permita luchar con el ángel. Ésta es la manera en que Dios hace a Sus
príncipes. Jacob no hubiera sido nunca Israel si hubiera obtenido la bendición
del ángel al pedirla la primera vez; pero cuando tuvo que seguir luchando hasta
prevalecer, entonces se convirtió en un príncipe con Dios. La oración que mata
la ansiedad es una oración que es continua e importuna.
A continuación, es oración inteligente. “Sean conocidas vuestras peticiones delante de
Dios”. Me enteré de un musulmán que pasaba, pienso, seis horas en oración cada
día; y para no dormirse, cuando estaba a bordo de un bote, se mantenía erguido,
y sólo tenía una cuerda estirada a todo lo largo, de tal manera que pudiera
apoyarse contra ella, y si se dormía, caería. Su objetivo era proseguir durante
seis horas con lo que él llamaba: oración. “Bien”, -le dije a una persona que
lo conocía y que le había visto a bordo de una ‘dahabeya’, (una típica
embarcación egipcia) en el Nilo: “¿Qué tipo de oración era esa?” “Bien”, -me
respondió mi amigo- “se mantenía repitiendo: ‘No hay Dios sino Dios, y Mahoma
es el profeta de Dios’; decía lo mismo, una y otra vez, y una vez más”. Yo
pregunté: “¿Pedía alguna cosa?” “¡Oh, no!” “¿Le suplicaba a Dios que le diera
algo?” “No, simplemente seguía con esa repetición perpetua de ciertas palabras,
justo como una bruja podría repetir un ensalmo”.
¿Piensan que hay algo en ese estilo de oración?
Y si se ponen de rodillas y simplemente repiten una cierta fórmula, sólo será
un desembuchar de palabras. ¿Qué le interesa a Dios ese tipo de oración? “Sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios”. Ésa es la verdadera oración.
Dios ciertamente conoce cuáles son tus peticiones; pero has de pedirle a Él
como si Él no las conociera. Debes hacer conocer tus peticiones, no porque el
Señor no sepa, sino porque, tal vez, tú no las conozcas; y cuando le has dado a
conocer a Él tus peticiones, como te dice el texto, tú te las habrás dado a
conocer a ti mismo más claramente. Cuando has pedido inteligentemente, sabiendo
lo que has pedido, y sabiendo por qué lo has pedido, tal vez te detendrás, y te
dirás: “No, después de todo, no debo hacer esa petición”. Algunas veces, cuando
has seguido orando y pidiendo aquello que Dios no te da, podría ser que entre
subrepticiamente en tu mente la convicción de que no vas por el camino
correcto; y ese resultado de tu oración, en sí mismo, te hará bien, y será una
bendición para ti.
Pero debes orar dando a conocer tus peticiones
delante de Dios. Eso es, en claro inglés, decir lo que necesitas, pues ésa es
la verdadera oración. A solas, dile al Señor lo que necesitas; derrama tu
corazón delante de Él. No imagines que Dios exija un lenguaje refinado. No, no
necesitas correr escaleras arriba por tu libro de oración, y buscar una breve
oración que contenga una invocación, una petición y una conclusión; te tomaría
mucho tiempo encontrar una oración así descrita que te sea útil si realmente
estás orando. Ora pidiendo lo que necesitas tal como si le estuvieras diciendo
a tu madre o a tu más querido amigo cuál es tu necesidad. Acude a Dios de esa
manera, pues ésa es una oración real, y ese es el tipo de oración que echará
fuera tu ansiedad.
Además, queridos amigos, el tipo de oración que
trae libertad de la ansiedad es comunión
con Dios. Si no le has hablado a Dios, no has orado realmente. Se ha sabido
de un niñito (me atrevería a decir que sus hijos también lo han hecho) que fue
y puso una carta debajo de la rejilla de un desagüe; y, por supuesto que no
hubo nunca ninguna respuesta a una carta enviada de esa manera. Si la carta no
es puesta en el buzón para que sea enviada a la persona a la cual está destinada,
¿de qué serviría? Entonces, la oración es una comunicación real con Dios.
Tienes que creer que le hay, y que es galardonador de los que le buscan, o de
lo contrario no podrías orar. Él tiene que ser una realidad para ti, una
realidad viva; y tienes que creer que, en verdad, Él oye la oración, y entonces
debes hablar con Él, creer que vas a recibir la petición que le haces a Él, y
así habrás de recibirla. Él todavía no ha dejado de honrar nunca una oración de
fe. Puede ser que te haga esperar por un tiempo, pero las demoras no son denegaciones,
y Él ha respondido a menudo una oración que pedía plata, dando oro. Podría
haber denegado el tesoro terrenal, pero ha otorgado riquezas celestiales
equivalentes a diez mil veces el valor, y el suplicante ha quedado más que
satisfecho con el intercambio. “Sean conocidas vuestras peticiones delante de
Dios”.
Yo sé lo que haces cuando tienes problemas; recurres
a tu vecino, pero tu vecino no quiere verte tan a menudo en relación a una
cierta carencia. Posiblemente recurras a tu hermano; pero hay un texto que te
advierte que no vayas a la casa de tu hermano en el día de tu calamidad. Cuando
estás en apuros de dinero, no puedes visitar a un amigo con demasiada
frecuencia; él podría estar muy contento de verte sólo hasta oír qué pretendes.
Pero si acudes a tu Dios, Él nunca te dará la espalda; Él nunca dirá que acudes
con demasiada frecuencia. Por el contrario, incluso te reprochará porque no
acudes a Él con suficiente frecuencia.
Hay una palabra que acabo de pasar por alto
ahora, porque quería dejarla para mi última observación sobre este punto: “Sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Ahora, ¿qué
quiere decir eso? Quiere decir que el tipo de oración que mata al afán es una oración que pide alegremente,
gozosamente, agradecidamente. “Señor, yo soy pobre; he de bendecirte por mi
pobreza, y entonces, oh Señor, ¿no suplirás todas mis necesidades?” Ésa es la
manera de orar. “Señor, estoy enfermo; yo te bendigo por esta aflicción, pues
estoy seguro de que quiere decir algo bueno para mí. ¡Ahora yo te suplico que
te dignes sanarme!” “Señor, me encuentro en una gran tribulación; pero yo te
alabo por la tribulación, pues yo sé que contiene una bendición, aunque el sobre
tenga una cinta negra; y entonces, ¡Señor, ayúdame a lo largo de mi
tribulación!” Ese es el tipo de oración que mata a la ansiedad: “oración y
ruego, con acción de gracias”. Combinen bien estas dos cosas; un dracma, no,
dos dracmas de oración -oración y ruego- y luego un dracma de acción de
gracias. Agítalas juntas muy bien, y constituirán un bendito remedio para el
afán. ¡Que el Señor nos enseñe a practicar este arte santo del boticario!
III. Concluyo con este tercer punto, EL DULCE EFECTO
DE ESTA ORACIÓN: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Si pueden orar de esta manera, en vez de
entregarse a la ansiedad maligna, el resultado será que una paz inusual se introducirá furtivamente en su corazón y mente,
pues será “la paz de Dios”. ¿Qué es la paz de Dios? Es la plácida serenidad del
Dios infinitamente feliz, la eterna compostura del absolutamente muy contento
Dios. Ésto poseerá tu corazón y mente. Noten cómo la describe Pablo: “La paz de
Dios, que sobrepasa todo entendimiento”. Otras personas no lo entenderían; no
serían capaces de explicarse por qué estás tan tranquilo. Es más, tú no serías
capaz de decírselos, pues si sobrepasa todo entendimiento, ciertamente sobrepasa
toda expresión; y lo que es todavía más maravilloso es que tú mismo no lo
entenderás.
Será una paz tal que para ti será insondable e inmensurable. Cuando uno de
los mártires estaba a punto de arder en la hoguera por Cristo, le dijo al juez
que estaba dando las órdenes para encender la pira: “¿Quisiera acercarse y
poner su mano sobre mi corazón?” El juez lo hizo. “¿Late muy aprisa?”, preguntó
el mártir. “¿Muestro alguna señal de miedo?” “No”, respondió el juez. “Ahora
ponga su mano sobre su propio corazón, y compruebe si no está más excitado
usted que yo”. Piensen en ese hombre de Dios que en la mañana debía ser
quemado, pero que estaba tan profundamente dormido que tuvieron que sacudirlo
para despertarlo; tenía que levantarse para ser quemado y, sin embargo,
sabiendo que así debía ser, tenía tal confianza en Dios que dormía
profundamente. Ésta es “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”.
En aquellas antiguas persecuciones de
Dioclesiano, cuando los mártires iban al anfiteatro para ser destrozados por
bestias salvajes, cuando uno era colocado en una silla caliente al rojo vivo, y
otro era untado con miel para ser picado hasta morir por avispas y abejas,
nunca se acobardaron. Piensen en aquel hombre valiente que fue colocado sobre una
parrilla para ser rostizado hasta la muerte, y que les dijo a sus
perseguidores: “Ya me han cocido de un lado; ahora denme vuelta hacia el otro
lado”.
¿Por qué existía esa paz bajo tales
circunstancias? Era “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”. Nosotros
no tenemos que sufrir así en nuestros días; pero si se llegara a ese punto
alguna vez, es portentosa la paz que goza un cristiano. Después de que había
habido una gran tormenta, el Maestro se puso de pie en la proa del barco, y le
dijo al viento: “Enmudece”, y leemos que “se hizo grande bonanza”.
¿Han sentido ésto alguna vez? Ustedes, en verdad,
lo sienten esta noche, si han aprendido este arte sagrado de hacer que sean
conocidas sus peticiones en todo ante Dios, y la paz de Dios que sobrepasa todo
entendimiento habrá de guardar sus corazones y sus pensamientos en Cristo
Jesús.
Esta bendita paz que guarda sus corazones y sus
pensamientos es una paz que custodia. La
palabra griega implica una guarnición. ¿No es acaso algo extraño que un término
militar sea usado aquí, y que sea una paz que actúa como un custodio para el
corazón y la mente? Es la paz de Dios que debe proteger al hijo de Dios. ¡Es
una extraña pero hermosa figura! He oído que el miedo es como el ama de llaves
para un cristiano. Bien, el miedo puede ser un buen guardián para mantener
alejados a los perros; pero no tiene una alacena llena. Pero la paz, aunque
parezca debilidad, es la esencia de la fortaleza y, mientras vigila, también
nos alimenta y suple nuestras necesidades.
Es también una
paz que nos vincula a Jesús: “La paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos”, esto es,
sus afectos y su mente, sus deseos y su intelecto; guardará su corazón, de tal
manera que no temerá; guardará su mente, de tal manera que no conocerá ningún
tipo de perplejidad. “La paz de Dios… guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús”. Todo es “en Cristo Jesús”, y por tanto, es
doblemente dulce y precioso para nosotros.
Oh mis queridos oyentes, algunos de ustedes
vienen aquí los jueves por la noche, y no saben nada acerca de esta paz de
Dios, y tal vez se pregunten por qué, nosotros los cristianos, hacemos tal alboroto
acerca de nuestra religión. Ah, si lo supieran, ustedes, tal vez, harían más
alboroto acerca de ella del que hacemos nosotros; pues aunque no hubiera un más
allá –y nosotros sabemos que lo hay- el hábito bendito de acudir a Dios en
oración, y de echar toda nuestra ansiedad sobre Él, nos ayuda a vivir de manera
sumamente gozosa, incluso en esta vida. Nosotros no creemos en el secularismo;
pero si lo hiciéramos, no habría preparación para la vida terrenal como este
vivir para Dios, y vivir en Dios. Si ustedes tienen un dios falso, y
simplemente van a la iglesia o a la capilla, y llevan su libro de oración o su
himnario y por eso piensan que son cristianos, se están engañando a ustedes
mismos; pero si tienen a un Dios viviente, y tienen una comunión real y
constante con Él, como un hábito, y viven bajo la sombra de las alas del
Todopoderoso, entonces gozarán de una paz que hará que los demás se asombren, y
los conducirá a ustedes mismos a asombrarse, también, pues es “la paz de Dios,
que sobrepasa todo entendimiento”. ¡Que Dios les conceda eso, mis queridos
oyentes, por Cristo nuestro Señor! Amén.
Notas del
traductor:
(1) Para entender mejor esta explicación que nos
da el pastor Spurgeon sobre el significado de la palabra, hay que tener en
cuenta que la versión de la Biblia en inglés, King James, dice: “Be careful for
nothing…” ‘Careful’ hoy se entiende más como: cuidadoso, cauteloso, precavido,
etc. No se vincula claramente con afán o ansiedad. En nuestra versión en
español no tenemos ese problema porque la traducción dice, directamente,
afanosos.
Dracma: Además del significado de moneda de
plata griega y romana, tiene, en farmacia, el significado de peso equivalente a
la octava parte de una onza, o sea, 3.594 gramos.
Traductor: Allan Román
12/Agosto/2010
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