El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano
Los Famosos Títulos del Señor
NO. 2347
SERMÓN PREDICADO LA NOCHE DEL DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE, 1889
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES,
Y SELECCIONADO PARA SER LEÍDO EL DOMINGO 11 DE FEBRERO, 1894.
“Jehová liberta a los cautivos;
Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a
los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al
huérfano y a la viuda sostiene. Y el camino de los impíos trastorna. Salmo 146:
7-9.
Esta mañana, en nombre de Cristo, de la mejor
manera que pude y buscando la ayuda de Dios, procuré persuadir a los hombres a
que se reconcilien con Dios. Les mostré que había una gran sequía espiritual y
que no habría de esperarse ni rocío ni lluvia a menos que fueren enviados por
Dios; y traté de inducir a mis oyentes a ir a Dios, a esperar en Él, a mirarlo
a Él, y a través de la mediación del Señor Jesucristo, a buscar y encontrar en
Dios todo lo que es necesario para su bienaventuranza eterna. Yo presioné
insistentemente y algunos cedieron, no a mi presión, sino a un impulso divino que
acompañó a mi argumentación. Pero hubo algunos que no cedieron esta mañana.
Entonces voy a realizar otro intento para ganarlos ahora, pidiendo la
intervención de nuestro Augusto Aliado, el Espíritu Divino, sin el cual no podemos
hacer nada. ¡Que Él lleve a muchos a Dios en penitencia esta noche!
Ustedes saben que cuando tienen que acercarse a
una persona, a los hombres les ayuda saber de quién se trata, y cuán buena
persona es, y cuán probable es que encuentren un beneficio al acudir a ella. Mi
texto nos dice algo acerca de Dios, el Señor Jehová. La palabra está presente
cinco veces al principio de otras tantas frases: Jehová, Jehová, Jehová,
Jehová, Jehová. Algunas veces, cuando un gran rey o príncipe tienen un día
excelso, un heraldo proclama los títulos de ‘su majestad’. Él es príncipe de
ésto, y señor de aquello, y emperador de lo otro; demasiado a menudo son sólo
un montón de sonidos vacíos. Pero cuando nos dedicamos a hablar de Dios, cada
título Suyo se queda corto en lo que respecta a Su gloria y honor reales.
Esta noche tenemos reunidos cinco de Su títulos,
cinco logros maravillosos de Dios, cinco cosas por las cuales el propio Señor
quiere ser reconocido. Quiero que cada uno de ustedes, aquí presente, se entere
acerca de ellos, y diga: “Eso me anima”, o “Eso me alegra”, o “Eso me ayuda”.
De cualquier manera, de los cinco grandes imanes que procuraré usar esta noche,
¡que alguno de ellos atraiga a todos nuestros renuentes corazones hacia Dios,
para que encontremos descanso y paz en Él!
I. Aquí tenemos cinco títulos famosos de Dios. El
primero es: EL EMANCIPADOR. Lean la última parte del versículo siete: “Jehová
liberta a los cautivos”.
Es para la gloria de Dios que Él sea un
Emancipador. ¡Cuán a menudo, en el Antiguo Testamento, y también en el Nuevo, encuentran
al Señor libertando a los cautivos! Fue muy notable en el caso de José, cuando
Dios lo sacó de la prisión y lo colocó como señor sobre todo Egipto; y fue
todavía más notable en el caso de Israel en Egipto cuando, con mano fuerte y un
brazo extendido, el Señor liberó a Su pueblo de toda la tiranía de Faraón, a
quien destruyó en el Mar Rojo. Pueden continuar leyendo la Escritura y continuamente
encontrarán que es verdad que “Jehová liberta a los cautivos”.
Quiero que algunos de ustedes, que están
presentes, capten ese pensamiento. ¿Eres tú mentalmente
un prisionero, y estás sumido en la desesperanza esta noche? ¿Se posó una
nube sobre ti hace poco tiempo? ¿Se encuentra todavía nublando tu mente? ¿No
puede quitarla ningún médico? Escucha esta palabra: “Jehová liberta a los
cautivos”. ¿Te encuentras bajo la servidumbre del error? ¿Has sido engañado por
falsos maestros? ¿Has caído en errores acerca de la Palabra de Dios? ¿Estás
negando las grandes verdades que te consolarían? ¿Estás creyendo en los grandes
errores que nublan tu espíritu? Acude a Dios para que aprendas. Él puede
emanciparte de cualquier forma de error, aunque hubieres sido educado en él desde
tu niñez. “Jehová liberta a los cautivos”. ¿O has caído en algún burdo engaño? ¿Eres
víctima de alguna falsa impresión de la que no puedes deshacerte? Te ruego que
si eres hostigado y afligido por tentaciones de Satanás, y él pareciera gozar
de una firme posición en tu espíritu al grado que no puede ser echado fuera,
permite que este texto, cual campana de plata, haga resonar una música
consoladora para ti: “Jehová liberta a los cautivos”. ¡Oh, que ustedes, que
están sumidos en una servidumbre mental, pudieran ser libertados esta noche!
Sin embargo, hay peores ataduras que esas: se
trata de las cadenas de la esclavitud
moral. Ese hombre es un borracho, y aunque ha hecho un voto, no puede
escapar de la terrible sed insaciable que los hábitos inmoderados le han
proporcionado. ¡Ah, amigo, ven a Cristo; Él puede quitar tu amor al trago de licor,
y liberarte! “Jehová liberta a los cautivos”, y Él puede hacerlo por hombres y
mujeres que se han rendido como perdidos. ¡Dios tenga misericordia de las desventuradas
mujeres que se convierten en presa del licor! Yo sé con certeza que este mal se
está volviendo mucho más común de lo que era hace unos cuantos años. Tenemos
que lamentarnos por causa de las hermanas caídas más frecuentemente de lo que
lo hacíamos algunos años atrás. Es triste que tenga que ser así, pero permanece
siendo un hecho glorioso que “Jehová liberta a los cautivos”. ¡No desesperes,
pobre mujer! Espera la liberación; Dios puede liberarte todavía de las ataduras
del licor.
¿Ha caído alguien aquí presente en la esclavitud
de una lascivia? ¿Se ha apoderado con firmeza de ti alguna pasión maligna y tú
no puedes romper las ataduras? Hay Alguien que puede liberarte; ¡sí!, aunque te
has estado gozando en el mal durante muchos años, y parecieras estar desposado
con un hábito perverso del que no puedes escapar, aun así, es cierto que “Jehová
liberta a los cautivos”. No confíes en ti mismo para liberarte del mal, sino
míralo a Él, que por el pecado murió en la cruz, y confía en Él, pues está
escrito: “Él salvará a su pueblo de sus pecados”.
No puedo detenerme esta noche para mencionar
todos los tipos de servidumbre moral en los que caen hombres y mujeres; pero
este dulce mensaje ha de ser como una nota extraviada proveniente de las arpas
de los ángeles, para todos los que están en prisión: “Jehová liberta a los
cautivos”.
Tal vez estés atrapado en la servidumbre espiritual. Aquí es donde
por la naturaleza nos encontramos todos; nacimos esclavos. ¿Estás consciente
esta noche, amigo mío, de que eres un esclavo del pecado? ¿Estás atado firmemente
a tus transgresiones? ¡Oh, esclavo espiritual, hay un Emancipador que puede
quitarte tus cadenas! “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”;
y Él es capaz de hacerlo con una sola palabra. Sólo confíen en Él, sólo
entréguense a Él como cautivos voluntarios, y ustedes serán libertados a partir
de este momento. ¡Que Dios les dé la libertad esta noche! ¡Sí, y Él puede
liberarlos de toda iniquidad en la que pudieran estar esclavizados!
Hay otro tipo de emancipación que el Señor está
constantemente dando a los prisioneros de la esperanza, que es la liberación de
este presente siglo malo. Tú estás enfermo esta noche, estás triste, estás
abatido y turbado debido a la opresión de la carne. “Jehová liberta a los
cautivos”. Ha habido muchos prisioneros que han sido libertados durante la
última o las últimas dos semanas: amados miembros de esta iglesia que fueron
confinados a lechos de enfermedad. El Señor ha abierto la puerta de la jaula, y
el pájaro, dejado en libertad, se ha remontado gorjeando a los cielos. El
cuerpo ha sido depositado en la tumba, y yace preso allí en vil encarcelación;
pero Aquel que resucitó de los muertos por Sí mismo, vendrá, y cuando Sus pies
toquen la tierra nuevamente y la trompeta angélica haga resonar el llamado, sus
cuerpos saldrán:
“De lechos de
polvo y de silente arcilla
A los
dominios del día sempiterno”;
pues “Jehová liberta a los
cautivos”.
Aquí tenemos un tema para un discurso de toda
una noche, pero no quiero detenerme más tiempo en este punto. Quiero más bien producir
una impresión en el ánimo de ustedes mediante ésto: si son cautivos, si están
bajo alguna forma de esclavitud, acérquense a Dios en Cristo Jesús, y pongan su
confianza en Él, pues “Jehová liberta a los cautivos”.
II. Hemos de proseguir con premura, para considerar
un segundo título famoso del Señor, el cual es: EL ILUMINADOR: “Jehová abre los
ojos a los ciegos”.
Si amablemente revisan sus ejemplares de la
Biblia, encontraran que las palabras “los ojos de” han sido insertadas en
cursivas por los traductores, de tal manera que el texto realmente dice:
“Jehová abre a los ciegos”. ¡Ah, Él abre la propia alma de los ciegos, y deja
entrar la luz donde no hay ojos! ¿Acaso no han notado que es así? Si alguien me
dijera: “señor Spurgeon, elija a una docena de las personas más felices que
conozca”, diez de ellas serían personas ciegas. Tenemos algunos queridos
amigos, miembros de esta iglesia, que se cuentan entre las almas más felices que
Dios haya creado jamás. Ha pasado mucho tiempo desde que vieron la luz, pero Dios
ha abierto sus corazones de tal manera, que gozan de una portentosa quietud de
espíritu, de gran placidez de mente y de una luz interior y de un esplendor que
personas videntes bien podrían envidiar. Yo he notado que las personas ciegas
se cuentan a menudo entre las personas más dichosas, y los cristianos ciegos
podrían ciertamente tomar el lugar principal entre nosotros por su tranquilidad
y descanso mental. El Señor Jesucristo ilumina a los ciegos, viene y derrama
una luz cuando las ventanas del cuerpo están cerradas, y les proporciona una
luz interior que los llena de claridad.
Pero si quieren tomar el texto tal como está en
nuestra traducción, nos será muy útil. Cuando
el Señor Jesucristo estuvo aquí, abrió los ojos de los ciegos. Tocó muchos
ojos sin visión y la luz penetró en ellos. Lean los Evangelios de principio a
fin, y encontrarán que este milagro se repite constantemente. La ceguera es un
padecimiento muy común en el Oriente y, por tanto, el Señor hacía con
frecuencia el milagro de que los ciegos recuperaran la vista.
A continuación, el Señor capacita a las almas ciegas para que vean. Aquí vemos una
gran misericordia. El Señor ha abierto los ojos de muchas personas que no podían
verse a sí mismas, demostrando así cuán ciegas eran, y no podían ver al Señor, demostrando todavía
con mayor contundencia cuán ciegas eran. El Señor ha suministrado la luz
interior a muchos hombres que no tenían entendimiento espiritual, para quienes
el Evangelio parecía un gran misterio al cual no podían encontrarle ni pies ni
cabeza. El Señor ha hecho que caigan las escamas de muchos ojos mentalmente
ciegos y ha capacitado a quienes eran ciegos, primero, a verse a sí mismos y
luego a ver a su Salvador. ¡Bendito sea Su nombre!
Y siempre que los ciegos de la tierra se quedan
dormidos en Jesús, y entran en el cielo, no
tienen ninguna ceguera en la gloria. Allí, sus ojos verán al Rey en Su
hermosura; contemplarán Su rostro, y se regocijarán en Su amor. Jehová es un grandioso
Abridor de los ojos: ¿acaso no pueden algunos de ustedes, que son ciegos,
captar esta verdad, y decir: “Entonces vendremos a Él, pues necesitamos que
nuestros ojos sean abiertos”?
Tal vez alguien diga: “amigo, yo no comprendo
muy bien todo lo que dices. Yo he sido un oyente durante algún tiempo y
necesito entender el Evangelio. Procuro captarlo, pero, de alguna manera, no
puedo alcanzar la verdad”. Acércate a Dios mismo esta noche, con una fe llena
de oración, y Él te lo explicará. Yo podría impedir que la luz entre tus ojos;
sin embargo, si estás ciego, no puedo hacerte ver; pero el Señor puede dar la
vista así como también la luz, y yo te imploro que pidas recibirlas de Sus
manos esta noche.
No hay nada realmente difícil en el Evangelio; y
si tú vinieras a Jesús como un niño enseñable, y le pidieras ser instruido por
Él, descubrirás que todo es muy sencillo para aquél que cree. Del camino de la
santidad está escrito: “El que anduviere en este camino, por torpe que sea, no
se extraviará”.
Querido amigo, si vienes a Dios pidiéndole
gracia, Él nunca la escatimará. Ustedes no necesitan ser cristianos pobres;
podrían ser “ricos con todas las riquezas que la bienaventuranza tiene la
intención de proporcionar”. No necesitas tener una gracia poco profunda;
podrías adentrarte, si quisieras, en “agua de pasar a nado” (Biblia de
Jerusalén). Dar no lo empobrecerá y retener no lo enriquecerá, sino que, más
bien, dar lo enriquece, enriquece su propio corazón con gran gozo, pues se
deleita en dar. Ven y toma gratuitamente, y conoce la liberalidad de Dios. Yo
recuerdo a uno que se llamaba a sí mismo: “un hidalgo-plebeyo dependiendo de la
generosidad de Dios”. Algunos de nosotros podríamos tomar el mismo título;
hemos tenido una porción del tamaño de una canasta de mano durante muchos años;
no un saco lleno cada vez, sino la porción de una canasta de mano. Esa es una
buena manera de vivir.
Si una muchacha recibe de su padre una porción,
y el viejo caballero no le da nunca ninguna otra cosa adicional, no recibe tanto
como su hermana que recibe la porción de una canasta de mano muchos días de la
semana. Pero le llega con frecuencia el regalo de su hogar. El padre lo envía
cada vez con su amor, y ella recibe más amor y más cuidado que la hermana, y el
padre, también, recibe a cambio más gratitud, tal vez, que si le hubiera dado a
su hija una suma única, y entonces su generosidad es visible por todas partes.
Recibir gratuitamente y recibir continuamente de parte de Él, es una bendita
manera de conocer la liberalidad de Dios: “Él da mayor gracia”.
Vengan, entonces, a Dios por Jesucristo, porque
Él es, primero, el Emancipador y, en segundo lugar, el Iluminador.
III. Ahora vamos a considerar el tercer título luminoso
del Señor, esto es, EL CONSOLADOR. Lean a la mitad de la frase del versículo 8:
“Jehová levanta a los caídos”.
Algunos están abatidos por el luto. Es entendible que esté abatida la mujer que acaba de
depositar en la tierra al amado de su corazón; y es entendible que guarde luto
el hombre cuyo hijo primogénito le ha sido arrebatado por un golpe súbito. Bien
puede lamentarse alguien por haber perdido al amigo más escogido que haya conocido
el hombre, al comprobar que la mitad de su vida se ha ido con la muerte de ese
ser amado; sin embargo, “Jehová levanta a los caídos”. Ven, cuéntale tu dolor a
Aquel que tuvo piedad de la viuda en la puerta de Naín. Ven, derrama tu
aflicción delante de Aquel que lloró con las amadas hermanas en Betania, cuando
Lázaro estaba muerto. Él puede ayudarte, pues Él “levanta a los caídos”.
Algunos están tristemente abatidos por las cargas pesadas de la vida. Tienen
que cargar con más peso que la mayoría de los hombres. Se tambalean en el
trayecto de un día a otro, bajo el peso que amenaza aplastarlos en el polvo. ¡Oh,
vengan a mi Señor, que proporciona nuevas fuerzas para llevar las cargas, pues
Él levanta a los que están caídos! Es maravilloso lo que un hombre puede hacer
cuando Dios ha colocado Su mano sobre Él, y le ha dicho: “Esfuérzate”. Estás
desfallecido y te desmayarás sin tu Dios, pero tendrás fuerzas si vienes y
confías en Él, pues “Jehová levanta a los caídos”.
Tal vez estés abatido con una angustia interna. ¡Ah, no hay cura para algunas formas de
angustia excepto acudir de inmediato a Dios! El escándalo de nuestro ministerio
es el desaliento que no podemos dispersar. Cuán a menudo he terminado de hablar
con algunos queridos amigos aquí, cuyas mentes han sido distraídas, y he tenido
que declararme un “inútil”. Dios me ha ayudado a consolar a muchas personas: es
mi porción, casi en cualquier lugar donde esté, ser seguido por personas que
sufren mentalmente. Algunas veces río y les digo que “Dios los creó y ellos se
juntaron”, y que deben considerarme medio loco, y así vienen a mí para que me
identifique con ellos. Bien, que así sea; hay un tipo de simpatía entre ellos y
yo. Pero he aprendido esta lección: que proporcionar consuelo a una mente enferma
no está dentro del poder del predicador, a menos que su Señor lo habilite
especialmente para la tarea; y, en todo caso yo les digo, queridos amigos
atribulados, que acudan de inmediato a Aquel de quien leen estas dulces
palabras: “Jehová levanta a los caídos”.
¿Tengo la suprema felicidad esta noche de
dirigirme en esta congregación a uno que está encorvado por un sentido de pecado? ¿Dónde estás,
Magdalena, ocultando tu rostro tras las lágrimas? ¿Dónde estás tú, pobre hijo
pródigo errante, anhelando regresar a tu Padre, pero demasiado abatido como
para iniciar el viaje? Escucha: “Jehová levanta a los caídos”. A Él le encanta
encontrar al pobre pecador encorvado sobre el muladar, metiendo su cabeza en el
polvo con verdadera desesperación de corazón, y se deleita en venir, y poner Su
mano sobre él, y decirle: “Ponte de pie; no temas”. Hay un grandioso Dios de
misericordias que se gloría en obrar portentos de gracia, perdonando incluso el
pecado más negro. Repito que me gustaría hacer resonar este texto, como una
campana de plata, a los oídos de cada pecador penitente aquí presente, y decirle:
“Jehová levanta a los cautivos”.
IV. Estamos progresando con nuestro texto, pues
hemos llegado al cuarto grandioso título. Dios es EL GALARDONADOR: “Jehová ama
a los justos”. Vamos, queridos amigos, aquí tenemos una hojuela hecha con miel;
aquí tenemos un banquete de manjares, de gruesos tuétanos, para ustedes que son
el pueblo de Dios, para ustedes a quienes Él ha considerado justos porque la
perfecta justicia de Cristo les ha sido imputada a ustedes.
Primero, “Jehová ama a los justos” con un amor
de complacencia. Él se deleita en
ellos; Él los ama, no meramente con un amor de benevolencia que desea su bien,
sino que mira con placer y deleite a los justos, aquéllos a quienes Él ha hecho
justos, aquéllos que lo aman porque son justos, y que son semejantes a Él
siendo justos. El Señor los mira, y se regocija en ellos. ¡Cómo debería alegrar
eso a todos ustedes, que han sido hechos santos por la gracia de Dios! El
deleite del Señor está en ustedes; Él los llama Sus Hefzi-bás, diciendo: “Mi
deleite está en ellos”. Doquiera que haya cualquier cosa de Cristo, cualquier
cosa de justicia, cualquier cosa de santidad, hay evidencia del amor del Señor.
Entonces, en primer lugar, “Jehová ama a los justos” con un amor de
complacencia.
Él hace algo más que eso; Él ama a los justos
con un amor de comunión. Recuerden
cómo lo expresa el Señor por boca de Isaías: “Porque así dijo el Alto y
Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la
altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer
vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los
quebrantados”. Yo no dudo de que Dios hable con frecuencia con los justos. “La
comunión íntima de Jehová es con los que le temen”. Deja que hablen con Él, y
Él les responde. ¿Sabes algo acerca de esta comunión con Dios? Si no sabes
nada, no digas nunca que otros no saben nada al respecto, pues nosotros somos
tan honestos y veraces como lo eres tú, y nosotros damos nuestro testimonio de
que existe tal cosa como caminar con Dios; nosotros declaramos, a partir de una
experiencia feliz y genuina, que existe tal cosa como hablar con Dios, y saber
que Él nos ama, y que Su amor es derramado abundantemente en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que nos es dado.
Dios ama también a Su pueblo con un amor de favor. Él lo ama de tal manera que les
dará cualquier cosa que necesiten. Sí, Él ha dicho por medio del Salmista: “No
quitará el bien a los que andan en integridad”. Él ama a los justos de tal
manera que, cuando se retiran a su aposento para elevar sus oraciones a Él,
podría dejarlos que supliquen un poco de tiempo porque es para su bien que lo
hagan, pero siempre concederá sus deseos. Él ha dicho: “Deléitate asimismo en
Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Él, verdaderamente,
hace eso con Su pueblo. El Señor ama a los justos de tal manera que los
favorece con bendiciones extraordinarias, cosas de las no puedo hablar aquí,
pues hay muchas experiencias amorosas entre Cristo y el alma justa que nunca
han de ser divulgadas. Nosotros no hablamos de nuestras experiencias amorosas
en las calles, pues eso sería medio profano; tampoco las podríamos contar aquí.
Hay favores que el Señor muestra a Su pueblo justo, que los miembros de ese
pueblo conocen, y Él conoce, pero que nadie más puede conocer sino hasta aquel
día cuando todas las cosas sean reveladas.
Y, además, el Señor ama a los justos de tal
manera que quiere honrarlos. Si los
hombres son justos, el mundo los odiará, y como una prueba de su odio,
comenzará a ensuciarlos. Hay siempre algunas personas en el mundo que dicen:
“Arroja suficiente lodo, que algo se pegará”; y, ¡oh, cuánto se deleitan en
arrojarlo! Sus manos parecieran dirigirse naturalmente al lodo. Pero, amados,
si ustedes siguen a Dios plenamente, su carácter no se verá empañado por largo
tiempo. No traten de responderles a quienes los calumnian. Si un asno los
pateara, ¿patearían ustedes al asno? Si un necio presentara una acusación en
contra de ustedes, no le repliquen. Déjenlo que lance improperios; Dios los
vindicará. Recuerden aquel Salmo que acabo de citar, el Salmo treinta y siete:
“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia
como la luz, y tu derecho como el mediodía”. Incluso podría sucederle a un
hombre que pudiera realizar una acción que no será entendida nunca mientras
viva; pero el verdadero hombre de Dios vive para la eternidad, no para el
tiempo. Dice: “No me importa si tomara quinientos años para que la justicia de
mi acción fuera vista por mis semejantes; no la hará más justa cuando en verdad
la vean, ni será menos justa mientras ellos no la vean. ¿Qué tengo yo que ver
con los hombres? Yo sirvo al Dios viviente”. Si te adentraras en esa condición
de corazón, puedes confiar tu reputación, tu vida y tu utilidad enteramente a
Dios, pues “Jehová ama a los justos”. El día vendrá cuando todo el mundo lo
sabrá, cuando quienes son justos resplandecerán como el sol en el reino de su
Padre, y Dios dirá de ellos: “Bien, buenos siervos y fieles… entrad en el gozo
de su señor”.
Ahora, entonces, ¿no querrás venir a Él, puesto
que Sus favoritos son las mejores personas de todo el mundo? Con frecuencia se
ha sabido que los reyes y los príncipes eligen a sus asociados entre los peores
de sus súbditos, hombres que ministran a sus más bajas pasiones. Los favoritos
de los reyes han sido a menudo la escoria de la tierra; pero nuestro Rey ama a
los justos. Él no aceptará que nadie sea Su cortesano, ni que venga cerca de
Él, para permanecer delante de Su rostro, excepto quienes caminan rectamente,
por medio de Su potente gracia. Yo pienso que hay algo que verdaderamente
invita allí a ustedes, que son de un corazón sincero, algo que debería inducirlos
a venir a un Dios como éste: el Señor que ama a los justos.
V. Pero ahora, lo último de todo, y, tal vez, lo más
dulce de todo, es el quinto nombre de Dios: EL PRESERVADOR: “Jehová guarda a
los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos
trastorna”. Mi tiempo se ha agotado al punto que sólo puedo pedirles que traten
de dar una aplicación práctica, con la ayuda de Dios, a las pocas palabras que
diré.
Noten, primero, que Dios preserva a los extranjeros. En todas las naciones, en tiempos
antiguos, los extranjeros eran echados fuera; no querían que ningún extranjero
se estableciera en medio de ellas. En este país, en casi cada aldea, solía ser
la práctica que un extranjero fuera considerado como un tipo de perro loco; y
si se daba el caso de que usara un vestido diferente del que usaban los
aldeanos, todos los muchachos le gritaban. Pareciera que nuestra depravada
humanidad es naturalmente hostil para con los extranjeros. Con frecuencia oigo
decir a la gente incluso ahora: “¡oh, él es un extranjero!” ¡Oh, tú, inglés
altivo! ¿Acaso no es tan bueno como tú? Tú eres un extranjero cuando llegas al
otro lado del Canal de la Mancha. La orden de Dios a Su antiguo pueblo era que
debían ser amables con los extranjeros. Dondequiera que llegaran los
extranjeros, se les debía permitir habitar, y debían ser protegidos. Dios lo
expresó así para Israel: “Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque
extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto”; y debido a que Dios los
amó cuando fueron extranjeros en Egipto, debían tener especial cuidado de los
forasteros y de los extranjeros que se establecían entre ellos.
¡Cuán grandioso rasgo del carácter de Dios es
éste: “Jehová guarda a los extranjeros”! Si algunos de ustedes se sienten muy
extranjeros aquí esta noche, si son forasteros para la religión, forasteros para
las observancias religiosas, forasteros para todo lo que es bueno, si sienten,
cuando oyen el Evangelio, que son tan completamente extraños a él que suena muy
extrañamente a sus oídos, ¡vengan, amados forasteros, “Jehová guarda a los
extranjeros”! Vengan bajo la sombra de Sus alas, y allí encontrarán refugio. El
padre está muerto, la madre está muerta, todos los amigos se han ido, e incluso
en la propia aldea donde naciste eres un extraño; ven, pues tu Dios no está
muerto, tu Salvador vive: “Jehová guarda a los extranjeros”.
Luego noten la siguiente frase de nuestro texto:
“Al huérfano y a la viuda sostiene”. Si
buscan en los primeros Libros de la Biblia, verán el gran cuidado que Dios
tiene del huérfano y de la viuda. ¿Quiénes tenían los diezmos? Bien, los
levitas; pero también el pobre, y el extranjero, y el huérfano y la viuda. Si
buscan en Deuteronomio 14: 28, o 26: 12, encontrarán que los diezmos no eran
exclusivamente para los sacerdotes, sino que también eran para las viudas, y
los huérfanos y los extranjeros. Además de ésto, los Israelitas no debían nunca
rebuscar sus campos, pues esos frutos remanentes eran para la viuda y el
huérfano; y no debían sacudir nunca los olivos ni ningún árbol frutal dos
veces, sino que debían dejar lo que quedaba sobre el árbol para la viuda y el
huérfano. También había sido promulgada esta ley: que no debían tomar nunca
como garantía el vestido de una viuda. Eso se hace con mucha frecuencia en
Londres; pero no se podía hacer en aquel entonces; el vestido de la viuda no
podía ser tomado nunca en garantía. Dondequiera que la legislación de Dios para
Su pueblo tocaba sobre la viuda y el huérfano, era inmensurablemente amable.
Ahora, entonces, ustedes que se sienten como
viudas, ustedes que han perdido su gozo y su consuelo terrenal, ustedes que se
sienten como huérfanos y claman: “A nadie le importa mi alma”, oh, que el dulce
Espíritu del Señor los seduzca a venir a Él, pues, tal como les recordé en la
lectura: “Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada”.
Pero la visión del carácter de Dios no sería
completa si no se agregara: “Y el camino
de los impíos trastorna”. Vean, los piadosos y los que confían en Dios
están siempre en peligro frente a los impíos; pero Él trastorna el camino de
los impíos. Tomen un ejemplo. Los hermanos de José lo venden a Egipto, y hacen
de él un esclavo. Dios trastorna ese arreglo, y hace de él un príncipe. Piensen
en Mardoqueo. Amán quiere ahorcarlo; tiene la horca lista, pero Amán resulta
colgado en su propia horca. Dios sabe cómo hacer que la malicia de los hombres
promueva el beneficio de aquéllos contra quienes dirigen su crueldad. “Y el
camino de los impíos trastorna”.
Sé justo y no temas. Apóyate en el sacrificio
expiatorio de Cristo; confía únicamente en Él. Ven a tu Dios, y sé Su siervo de
ahora en adelante, y por siempre, y verás cómo Él romperá tus cadenas, y abrirá
tus ojos, y alegrará tu espíritu, y te hará gozar de Su amor y te preservará
incluso hasta el fin. “No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada”. ¡Que
Dios los bendiga, queridos amigos, y que todos puedan venir a Dios esta noche,
por medio de Jesucristo nuestro Señor! Amén.
Traductor: Allan Román
6/Enero/2011
www.spurgeon.com.mx