El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Espinos y Cardos
NO.
2299
SELECCIONADO PARA LECTURA EL DOMINGO 12 DE
MARZO DE 1893
Y PREDICADO POR CHARLES HADDON
SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“Espinos y cardos te producirá”. Génesis 3: 18.
Este no era el castigo
que hubiera podido ser pronunciado en contra de Adán. Esta maldición no cae
directamente sobre él; mira de reojo y cae sobre la tierra donde él está:
“Maldita será la tierra por tu causa”. No es del materialismo que viene una
maldición contra el espíritu del hombre, sino que es del espíritu que yerra que
cae la maldición sobre la creación material. Notemos esto y aprendamos de ello
la infinita misericordia de Dios en que si bien la maldición cae claramente
sobre la serpiente y su cabeza es herida, con todo viene sobre Adán, como ya lo
he dicho, oblicuamente. “Maldita será la tierra por tu causa”. “Espinos y
cardos te producirá”. Dios, en Su justicia, nunca va más allá de la justicia
aun al pronunciar Su más severa sentencia; pero aquí, en esta vida, mitiga Su
justicia con gran paciencia y longanimidad, “no queriendo que ninguno perezca,
sino que todos procedan al arrepentimiento”.
Algo más es muy notable,
que aunque la tierra iba a producir ahora espinos y cardos para Adán, él iba a
estar sobre la tierra e iba a vivir para labrarla. Si la sentencia hubiera sido
aplicada con todo el rigor, una tumba bostezante se habría abierto a sus pies y
no hubiera habido nada más de Adán; pero se le permitió que viviera todavía. Entonces,
siempre que los espinos y los cardos broten en tu camino, no murmures. “¿Por
qué se lamenta el hombre viviente?”
Cuando un criminal está encerrado en el calabozo y le ha sido dictada la
sentencia de muerte, si se le perdonara la vida, puede estar muy contento de
vivir a pan y agua por el resto de sus días. Dale gracias a Dios porque no
estás en el infierno; dale gracias a Dios porque te ha prolongado la vida
todavía. Estás en una tierra donde puedes orar y usar términos de súplica con Dios,
aun cuando esa tierra produzca espinos y cardos para ti. “No ha hecho con
nosotros conforme a nuestras iniquidades”. Todavía se nos ha concedido la vida
y si bien hay espinos y cardos que brotan alrededor nuestro, con todo, ese es
un leve castigo comparado con lo que realmente merecemos sufrir.
Y noten luego algo más:
cómo se puede extraer dulzura de lo que es amargo. Si la tierra iba a producir
espinos y cardos para Adán, entonces él iba a vivir todavía. No sólo estaba
vivo, sino que iba a continuar viviendo, pues el Señor agregó: “Y comerás
plantas del campo”. Aunque la sentencia le arrebató a Adán los suculentos
frutos del paraíso, con todo, le aseguraba su sustento. Él iba a vivir; la
tierra iba a producir suficientes plantas del campo para que continuara
existiendo. Aunque a partir de entonces todo lo que comiera iba a ser con el
sudor de su frente, con todo, iba a tener lo suficiente para comer e iba a
continuar viviendo. Los espinos y los cardos podían multiplicarse pero las
plantas del campo estarían disponibles para él y viviría. Las promesas de Dios
son veladas con frecuencia por Sus amenazas; y si la fe pudiera ver tan solo debajo
de la áspera envoltura del mensaje, algo alentador y esperanzador podría
encontrarse en su interior. Hermanos y hermanas, ustedes tendrán tribulaciones;
espinos y cardos les producirá la tierra; pero se les dará su pan, y sus aguas
serán seguras. Tú has sido provisto hasta ahora a pesar de muchas estrecheces y
tribulaciones, y así será hasta el fin. El maná no cesará hasta que comas del
viejo grano de Canaán. Mientras necesites más, Dios no cesará de alimentarte a
lo largo de toda tu vida. Entonces, si el texto de esta noche suena más o menos
sombrío y esperas un sermón lleno de espinos y cardos, con todo, yo confío que
habrá mucho para animar y consolar a aquellos de ustedes que han encontrado por
experiencia propia que es cierto que “espinos y cardos te producirá”.
Me gustaría decirles a
aquellos que están presentes y que tienen su porción en esta vida que esa
porción no es gran cosa. Espinos y cardos te producirá; y si eso fuera todo lo
que tuvieras, tienes una ración miserable con la cual vivir.
“Hay más allá del firmamento
Un cielo de dicha y amor”;
Pero debajo del
firmamento no hay un cielo así. Aun para los piadosos hay espinos y cardos;
pero para ustedes que no son piadosos, espinos y cardos es todo lo que hay. Si
no tienen ninguna herencia al otro lado del Jordán, en la tierra del más allá,
en la morada de los bienaventurados, bueno les fuera a ustedes no haber nacido.
A pesar de todos los deleites pasajeros que ahora poseen, será sólo como el
estrépito de los espinos debajo de la olla, que pronto acaba, y no queda nada
sino un puñado de cenizas en la oscuridad sempiterna. ¡Oh, que aprendieras de
esto a no poner la mira en las cosas de abajo, sino a buscar una tierra mejor y
más resplandeciente donde el espino no crece nunca y el cardo nunca brota!
Pero ahora lleguemos al
análisis de nuestro texto, por espinoso que parezca.
I. Y,
primero, se establece aquí UN HECHO GENERAL. Vamos a considerar este hecho.
Desde ese primer pecado de nuestros primeros padres, con respecto a toda la
raza humana esto ha sido generalmente cierto no solo de la tierra literalmente,
sino de todo lo demás que nos rodea: “Espinos y cardos te producirá”.
Así es con respecto al mundo natural. Este mundo está lleno
de belleza; está lleno de luz; produce mil placeres; pero todavía está lleno de
terror. Hay mucho, ciertamente, que angustia a los frágiles mortales que viven
en este mundo. ¿Alguna vez te has adentrado en el mar en una tormenta? ¿No
sentiste como si la naturaleza estuviera en guerra contigo en aquel momento?
¿No has estado alguna vez en tierra en alguna tremenda tormenta eléctrica,
cuando la tierra entera parecía sacudirse y rayos de fuego partían los cielos?
¡Ah, entonces has sentido que este mundo no es para nada un paraíso desde que
el hombre se volvió pecador! Las estrellas del cielo no luchan por él, sino que
algunas veces luchan en su contra. Hay muchas cosas en este mundo, con sus severas
leyes, que lo convierten en un lugar que no tiene toda la comodidad que una
criatura pudiera desear. Es una criatura pecaminosa y aunque no sufre toda la
incomodidad que merece, con todo este mundo es diferente de lo que era cuando
Dios puso a Adán en él para que se deleitara en el paraíso.
Como es en el mundo
natural, así es también en el mundo
social. Entras en el amplio mundo del comercio y de los negocios y creo que
encuentras que te produce espinos y cardos. No tienes en este mundo algún trato
a la semana, algún trabajo a la semana, algunos movimientos a la semana sin que
te encuentres un espino punzante por aquí y por allá. Si bien no todos tenemos
que quejarnos de esta experiencia, pienso que todos los que somos cristianos
admitiremos que el mundo no es un lugar propicio para un hombre o una mujer
creyentes. La sociedad del mundo no es de ayuda para un corazón santo. Tener
que mezclarse en él es más bien una tarea para la que necesitamos mucha gracia,
tal como clamamos: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. No
necesitas involucrarte mucho con los hombres del mundo sin que encuentres que muchos
de ellos son más cortantes que un zarzal; y no puedes ir de un lado a otro en
la tierra sin descubrir que estás rodeado de individuos que hacen que a tu
alrededor crezcan espinos y cardos. No se sorprendan cuando este sea el caso,
pues es lo que el Señor predijo: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha
aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo;
pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os
aborrece”.
Sucede lo mismo,
también, en el mundo religioso. Leemos,
en el Libro de Oseas que se apartaron de Dios, y erigieron altares; y
posteriormente se dice: “Crecerá sobre sus altares espino y cardo”. Los peores
espinos y cardos que hieren jamás a mi corazón son los que crecen en los
círculos religiosos. Ver a la verdad de Dios deshonrada, que se niegue la
gloria de la sustitución de Cristo, oír doctrinas predicadas que serían novedosas
si no fueran viejos errores remendados como nuevos y sacados del olvido en el
que merecían podrirse, y ver que personas cristianas se comportan como lo hacen
algunos, teniendo poco respeto por el nombre de Aquel a quien profesan servir,
y trayendo descrédito a la causa sagrada por la que deberían estar dispuestos a
morir antes que empañarla, estos son espinos y cardos que nos atraviesan hasta el
propio corazón. ¡No puedes vivir en la iglesia ni vivir en el mundo sin
encontrar que este estado presente de vida produce espinos y cardos a los
hombres, sí, incluso a varones cristianos! No únicamente para el primer Adán y para
su simiente, sino para el segundo Adán y
para Su simiente, este presente estado tiene esto como una de sus
características ciertas: “Espinos y cardos te producirá”.
Voy a ir un poco más
adelante y voy a pisar un terreno delicado. Me temo que muchos de ustedes han
sentido que, aun en el pequeño mundo
familiar en el que se mueven, no se han quedado sin tribulaciones. Dios,
cuando quitó el paraíso como nuestro hogar, nos dio el hogar para que fuera
nuestro paraíso; y si hubiera algún lugar donde todas las dichas pudieran ser
encontradas es en torno a la chimenea familiar. “Hogar dulce hogar”. “No hay
lugar como el hogar”. Sin embargo, ¿dónde hay un hogar sin aflicción? El hijo
querido a quien amas se enferma y muere; tal vez la esposa o el esposo pudieran
ser llevados al hogar permanente; o interviene la pobreza; o uno que amas más
que a ti mismo languidece diariamente con constante enfermedad y frecuente
agonía. No, no debemos esperar una perfecta paz, una perfecta felicidad, aun en
el hogar que es bendecido con la oración matutina y vespertina, donde Dios
cierra con llave la puerta en la noche y corre las cortinas en la mañana; no,
ni siquiera allí, mis queridos amigos, estaremos libres de la maldición que el
pecado trajo a este hermoso mundo. Todavía esta palabra nos seguirá a los recintos
sagrados de nuestras propias moradas, “Espinos y cardos te producirá”.
Y es así si te acercas todavía
más al hogar, al microcosmos o pequeño
mundo de tu propio yo. No hay ninguna parte del hombre que no le produzca
sus espinos. Muchos de nosotros tenemos una espina en la carne. ¿Hay alguna
parte del cuerpo que no pueda convertirse, si Dios así lo quiere, en el foco de
una enfermedad, y consecuentemente, en fuente de dolor para nosotros? Yo
conozco a algunos a quienes Dios ama mucho –yo sé que los ama puesto que los
favorece grandemente- que sin embargo encuentran que en el cuerpo de esta carne
están las simientes de la corrupción. Están las fuentes amargas de Mara en
razón del agudo dolor del cuerpo; y en cuanto a la mente misma, ¿qué mente hay
que esté llena de fe, y sumamente gozosa en el Señor, que no esté naturalmente todavía
sujeta al dolor? Vendrán tiempos de depresión, épocas de aprehensión, noches
cuando es retirada la luz del semblante de Dios, o cuando, aunque sepamos que
poseemos el amor de Dios, no es derramado por el Espíritu Santo en el corazón
en la misma medida que en nuestras horas más brillantes. Sí, y aun en el alma
misma, en razón de la imperfección de nuestra santificación por el hecho de que
no estamos tan llenos del Espíritu, y no estamos tan conscientes de la
permanencia del Espíritu dentro de nosotros como todavía lo estaremos, espinos
y cardos son producidos para nosotros. Pudiera estar hablando a algunos que
pueden decir, enfáticamente, que con frecuencia encuentran grandes cultivos de
cardos que brotan en sus corazones, y tienen que mantener activa la hoz de la
sagrada mortificación para recortarlos, y procuran, si es posible, arrancarlos
de raíz. Pero así es; no pueden esperar una vida perfecta de felicidad en un
mundo imperfecto como este. No; su Salvador llevó la cruz, y ustedes tendrán
que cargar con una cruz de algún tipo u otro en pos de Él. “Espinos y cardos te
producirá”.
Ahora, meditando todavía
en este terrible hecho, tal como se ha predicho en el texto, aprendamos del
texto mismo, primero, que las
tribulaciones vendrán espontáneamente. Nadie es tan tonto como para sembrar
espinos y cardos. Me he preguntado a menudo quién debe de haber sido ese gran
tonto, que, como era escocés, deseaba ver que el viejo cardo escocés creciera
en Nueva Zelanda, y por tanto, envió un paquete de semillas hacia allá para
envenenar, con su precioso cardo, esa tierra donde no había ninguno antes. Yo
pienso que el hombre que se aventurara a sembrar aun una semilla de un cardo en
un mundo como este, donde los cardos crecen con la suficiente abundancia, tiene
que haber avanzado un buen trecho en el camino de la locura. Pero, querido
amigo, aunque nunca le causes problemas a otros y no hagas nada que te pueda
producir problemas a ti, -y tú serías un varón maravillosamente sabio si ese
fuera el caso- con todo, los problemas vendrán por sí solos. Si tú necesitas
una hierba del campo de la que te debes alimentar, tienes que sembrarla. Tu
trigo y tu cebada has de sembrar con diligencia. En cuanto a los espinos y
cardos, no tienes que meterte en ningún problema para sembrarlos; brotarán por
sí solos espontáneamente; y así las aflicciones y tribulaciones de esta vida
vendrán a ti sin ningún esfuerzo de tu parte.
Y, así como vienen
espontáneamente, así las tribulaciones
vendrán inevitablemente. No me importa cuán cuidadoso pudiera ser un hombre
con su granja, encontrará espinos y cardos que brotan y que necesitan ser
destruidos. Pudo haber arado y pasado la grada y hacer lo mejor que podía para
liberarse de todo cardo en el otoño antes que echara semillas, y sin embargo,
no puede librarse de esas cosas problemáticas; vendrán con seguridad. Así
pueden tener la certeza de que les vendrán problemas del corazón, y problemas
del cuerpo y problemas de la mente. Vigilen y guárdense de ellos como puedan.
Toda la prudencia y el cuidado, sí, y toda la oración y fe que puedan convocar
en su ayuda no los mantendrá libres de esos espinos y cardos. Como son
espontáneos, son inevitables.
Para muchos, también, las tribulaciones son muy abundantes.
“Espinos y cardos”; no un espino ni un cardo, sino espinos y cardos, y una abundancia de ellos, te
producirá. Si alguno de ustedes es vejado con una tribulación tras otra, les
ruego que no piensen que es algo extraño; no están completamente solos en esa
experiencia. Muchos de ustedes, debido a sus problemas, se aislarán y dirán: “Yo
soy el hombre que ha visto aflicción”. Alto; yo puedo encontrarte a otro hombre
que puede igualarte, y a muchas mujeres que pueden sobrepasarte en sus
aflicciones. La senda de la aflicción es hollada por miles de pies; está
apisonada por el tráfico; pero como conduce al reino eterno cuando el pie de un
creyente pisa en ella sólo necesitamos regocijarnos siguiendo las pisadas del
rebaño, y mirar a nuestras tribulaciones como las señales de que vamos adonde
el grandioso Pastor nos conduce. Así cantamos:
“¿Es este, amado Señor, aquel camino espinoso
Que nos conduce al monte de Dios?
¿Son estos los trabajos pesados que Tu
pueblo conoce,
Mientras está en el desierto aquí abajo?
Así es, Tu fiel amor
Prueba así las gracias de Tus hijos;
Es así como nuestro orgullo y el yo deben caer,
Para que Jesús sea todo en todo”.
Espinos y cardos vienen
abundantemente; y las tribulaciones
vienen de diferentes maneras. No es solo una forma de problemas, sino
vienen en diversas formas: “Espinos y
cardos”. Pudieras pensar que ya es lo suficientemente malo que estés
enfermo; pero ser también pobre, tener también un hijo enfermo y ser acosado
por un enemigo calumniador pareciera más de lo que puedes soportar. ¡Ah, bien,
debes esperar estas cosas! Si sólo tuvieras una forma de problemas, tal vez te
acostumbrarías a ellos, y por tanto podrían perder su efecto. Es precisamente
el hecho de que hiere lo que lo hace útil para nosotros. Salomón dice: “Con la
tristeza del rostro se enmendará el corazón”. Ninguna tribulación en el presente
es gozosa; si lo fuera, no sería ninguna tribulación del todo. Si la vara no
hace que el niño se duela, ¿de qué sirve? Y si nuestros problemas no nos llevan
a dolernos, vamos, ¡entonces no son problemas, y no hay espacio para que la
gracia nos sustente bajo su peso! Podemos esperar tener tribulaciones de todo
tipo y tamaño, pues acompañan a los seguidores del Cordero en tanto que estén
en el mundo, que permanece bajo esta maldición: “Espinos y cardos te
producirá”.
Yo creo que, sin
retorcer el texto, puedo decir que la
tribulaciones vendrán muy frecuentemente, pues espinos y cardos parecieran
brotar muy temprano en la mañana, y muy pronto en la primavera, y muy tarde en
el otoño y muy adentrado el invierno. ¿Cuándo hay un tiempo cuando un
hombre en este mundo, sí, incluso un varón cristiano, puede estar seguro de que
estará perfectamente libre de problemas?
Y las tribulaciones vienen universalmente. Yo he visto espinos y
cardos en la cimas de las Surrey Hills, creciendo por miríadas, suficientes
para sembrar un reino con ellos; y si desciendes al valle, al terrenito del
hombre pobre, encontrarás espinos y cardos allí. Crecen en los jardines del
Castillo de Windsor así como en el patio trasero de tu casa de huéspedes. Los
espinos y los cardos crecen en todas partes, en muladares o en conservatorios;
parecieran estar esparcidos universalmente. Las alas emplumadas transportan la
semilla del cardo a todas partes, y brota en los lugares menos esperados. Si
piensas que otras personas han de ser envidiadas por causa de estar libres de
tribulaciones, es posible que si supieras más acerca de ellas, encontrarías que
habrías de tener piedad de ellas, y que tu suerte, después de todo, es mucho
mejor que la suya.
Ahora no voy a decir
nada más acerca de este hecho general, un hecho que yo supongo que la mayoría
de ustedes conoce tan bien como yo, que los espinos y los cardos, las tribulaciones
y los problemas abundan en este mundo maldito por el pecado.
II. Pero
ahora, en segundo lugar, ESTE HECHO TIENE QUE SER ENFRENTADO: “Espinos y cardos
te producirá”.
Ahora sepan esto,
especialmente ustedes que son el pueblo cristiano, sepan esto, y entonces les evitará decepciones. Si tú comienzas tu
vida cristiana imaginando que porque tú eres cristiano las cosas fluirán suavemente
para ti y que a partir de ahora ya no vas a tener más problemas, te verás
decepcionado amargamente cuando los espinos y cardos comiencen a brotar; pero
espéralos, espera su llegada, y entonces, cuando vengan efectivamente, la mitad
de su aguijón habrá desaparecido. Tú dirás: “Bien, cuando tomé esta granja yo
sabía que brotarían espinos y cardos, yo calculaba verlos. Ahora que han
brotado, ser advertido previamente es en una gran medida estar armado
previamente; no me voy a sentar a llorar en amarga decepción, pues lo que sufro
no es más que lo que esperaba”.
A continuación, el
conocimiento de este hecho despertará
gratitud. Si no tienes un pequeño lote de espinos y cardos, agradece que no
lo tengas; y si te estás diciendo: “Bien, yo confío que soy un cristiano, pero
realmente no tengo ningún problema muy grande; parece que navego en el estanque
del molino, todo fluye suavemente para mí”, dale gracias a Dios por ello.
Debería tender a hacerte agradecido que no haya nada amargo en tu copa, cuando
hubieras podido esperar que lo hubiera. Entonces bebe lo dulce con gratitud y
sirve una porción para el pobre, y ten simpatía con otros que no son tan
favorecidos en este aspecto como tú lo eres. Este hecho debería despertar tu
gratitud.
En seguida, siendo
advertido por anticipado que habrá espinos y cardos, tienes que preparar tu alma para esperarlos. Los mejores hombres en
todo el mundo no han de encontrarse en los climas calientes y óptimos, donde la
tierra sólo tiene que ser acariciada con un azadón y se ríe con abundancia;
pero los espíritus más fuertes y más emprendedores han sido encontrados a
espaldas del viento del norte, donde hay heladas y hielo, y largos y terribles
inviernos, y los hombres tienen que realizar una ardua lucha para ganarse el
sustento. Se vuelven realmente verdaderos hombres bajo ese severo
entrenamiento. Ahora, si no hubiese espinos y cardos, si no hubiese luchas y
tribulaciones, ¿tendríamos algunos cristianos valientes? ¿Tendríamos del todo
algunas almas grandes y nobles? ¿Cuándo produjo
Además, queridos amigos,
saber que podemos esperar los espinos y los cardos debería impedir que nos apeguemos a este mundo. Yo no querría
detenerme aquí siempre, cuando todo lo que tengo como una garantía de esta parcela
es esto: “Espinos y cardos te producirá”. Hay una tierra:
“Donde hay una permanente primavera,
Y flores que nunca se marchitan”.
¡Oh, que mi corazón
pusiera su mira en el mundo venidero! Quiero animar mi alma con la perspectiva
de estar para siempre con el Señor, donde nada puede turbar o molestar a mi
espíritu glorificado para siempre. El Señor no tiene la intención de que los
creyentes estén satisfechos con este mundo. Si tú eres Su hijo, por hermosa que
sea tu porción aquí, Él tiene la intención de que estés siempre sin reposo hasta
que reposes en Él, y que no estés plenamente satisfecho nunca hasta que
despiertes en Su semejanza. Por tanto, da gracias por los espinos y los cardos
que impiden que te enamores de este mundo y te conviertas en un idólatra, como
lo son muchos de tus semejantes.
¿No tiene el Señor la
intención, por estas tribulaciones y problemas, de llevarnos a buscar cosas más excelsas? Hermanos, ¿no
hay muchos hombres que estarían perdidos ellos mismos si no lo hubieran perdido
todo? Hablé con uno, el otro día, que me dijo: “No vi nunca hasta que perdí mis
ojos”. Otro me dijo, cuanto noté que había perdido una pierna: “¡Ah, amigo, fue
la pérdida de esa pierna lo que me llevó a pensar y me llevó a los pies de mi
Salvador!” Algunos de ustedes no pueden ir al cielo con todas sus posesiones,
ni con toda su prosperidad. Será necesario que les quiten esas cosas. Tú eres
como un barco que se está hundiendo debido a la sobrecarga, y tendrás que ser
descargado para que puedas flotar; ¡y bendita es esa mano de Dios que te quita
la carga de muchos goces terrenales para que encuentres tu todo en el mundo
venidero! La aflicción es el perro negro de Dios que Él envía tras las ovejas
descarriadas para llevarlas de regreso al redil. Si ese perro va en pos de
alguien aquí esta noche, yo te ruego que te des prisa para acudir al Pastor. No
comiences a luchar con el perro, ni trates de contender con él, pues no
lograrás nada con eso, sino corre presuroso al Pastor. Uno de estos días te
alegrarás por todo el áspero tratamiento que el perro negro te dio en el día de
tu tribulación. Espinos y cardos te producirá, pero si estas cosas te llevan
más cerca de tu Dios, son la mejor cosecha que puede producir la tierra.
Recuerda lo que acabamos de cantar:
“Dios en Israel siembra las semillas
De la aflicción, del dolor y del arduo trabajo;
Estas crecen y ahogan las hierbas
Que de otra manera cubrirían el suelo:
Las tribulaciones vuelven dulce a la promesa;
Las tribulaciones dan nueva vida a la oración;
Las tribulaciones me llevan a Sus pies,
Me abaten y me mantienen allí”.
Adicionalmente, estos
espinos y cardos deberían hacernos mirar
a Cristo para que cambie todas las cosas alrededor nuestro. El mundo continuará
produciendo siempre espinos y cardos hasta que ÉL venga; y cuando venga,
nuestra gloria y deleite, entonces “En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en
lugar de la ortiga crecerá arrayán”. Únicamente Su gracia y su propia gloriosa
presencia pueden cambiar esta creación visible, como será cambiada cuando “el
lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el
buey”. Esperamos esa feliz transformación; pero en cuanto a transformaciones
morales, tienen lugar cada día donde llega Jesús. Él convierte constantemente a
los espinos y a los cardos en cipreses y en arrayanes. ¡Él hace que lo que era
nuestra aflicción se convierta en la base del dulce contento, y de todas
nuestras aflicciones recogemos alegría, bendito sea Su nombre!
Si alguno de ustedes dijera
que este es un tema sombrío quiero que recuerden cuánto más terrible era para
Él de lo que pueda ser jamás para ustedes, pues cuando fue coronado en la
tierra, la única corona que llevó jamás fue una corona de espinas. Esta
maldición de la tierra estaba sobre Su cabeza y le hería de lleno. ¿Él fue
coronado con espinas, y te sorprendes porque crezcan alrededor de tus pies? Más
bien bendícelo por haber consagrado alguna vez los espinos llevándolos como Su
diadema. Has de estar dispuesto a llevar la corona de espinas, también; y si no
te fuera dada para pinchar tus sienes, y para hacer que todo pensamiento sea
una agonía, has de estar satisfecho de proseguir hollando una senda espinosa,
pues tu Señor ha ido por ese camino antes. El día vendrá cuando todos estos
espinos nos harán cantar más dulcemente. La música especial de algunos de los
redimidos se debe a sus tribulaciones especiales.
“Entre más profundas sus aflicciones, más fuerte cantarán”.
Los arrobamientos del
cielo alcanzarán una altura en aquellos que han pasado por grandes aflicciones
que no pueden alcanzar de otra manera. “Estos son los que han salido de la gran
tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en
su templo”. Por tanto, no lamenten que la tierra produzca espinos y cardos para
ustedes, pues sin estas cosas no podrían atravesar esas grandes tribulaciones y
entrar en un reposo tan grande y glorioso.
He concluido más temprano
debido al bautismo que tendrá lugar a continuación; pero quiera Dios que
algunos de ustedes aquí, que no tienen ninguna porción en el mundo venidero, se
graben el texto en el corazón. ¡Así que has venido a Londres, joven amigo, y
asistes al teatro, y a los salones de música y a cosas parecidas! Bien, te
producirán espinos y cardos. Ese es el tipo de suelo donde alcanzan un gran
tamaño y desarrollan espinas muy agudas. Oh, pero tú, mi joven amigo, no vayas
a tales lugares, ¡a ti te va bien en los negocios! Sí, pero no tienes ninguna
garantía que siempre será así. Espinos y cardos te producirá, así como a otros;
y supón que prosperaras; supón que ganaras
No le importa al
creyente qué forma pudiera tomar su vida una vez que Cristo se ha convertido en
su vida, y no le importará mucho a ustedes que no son salvos qué forma toma su
vida si continúan sin el Salvador; será de todas maneras muerte, y los hará
aterrizar en la muerte eterna. ¡Oh, Dios, concédenos que nunca nos establezcamos
en este terreno de cardos ni que procuremos convertirlo en nuestra herencia,
sino que encontremos nuestra porción en el Señor Jesucristo! Yo les deseo a
todos ustedes esa bendición, por causa de Su nombre. Amén.
Traductor: Allan Román
11/Septiembre/2014
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