El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
Reforma Familiar
O
NO.
1395
UN SERMÓN PREDICADO POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES.
“Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí”. Génesis
35: 1.
En la mayoría de las
familias hay tiempos críticos: tiempos en los que se requerirá mucha decisión
de carácter de parte del padre para dirigir las cosas acertadamente. Dicen que
hay un esqueleto en cada casa, y, si es así, yo agregaría que ocasionalmente el
espíritu inquieto se dedica a perturbar el hogar y necesita ser encerrado. Hay
tiempos cuando el mal en los corazones de los hijos y en la naturaleza de los padres
cobra especial vigor y provoca dificultades y perplejidades, de tal manera que
si se siguiera una dirección equivocada sobrevendría el más terrible mal; y sin
embargo, si hubiese gracia en los corazones de algunos o de todos los miembros
de la familia, una mano fuerte y
agraciada al timón del barco puede gobernarlo muy valerosamente a través
de las aguas embravecidas y llevarlo a salvo de sus peligros para seguir su
viaje mucho más felizmente en el futuro. Ahora una crisis parecida había venido
a la familia de Jacob: las cosas habían llegado a un triste estado y algo debía
hacerse; todo parecía desquiciado y las cosas no podían seguir más como
estaban. Todo funcionaba mal y amenazaba con empeorar mucho más. Aun los
paganos comenzaron a percibir a la distancia el hedor de la desorganizada
familia de Jacob y la única alternativa era: enmendar o terminar.
La cabeza del hogar
tiene que tomar cartas en el asunto. Tiene que haber una reforma en la casa y
un avivamiento de la religión en toda la familia. Si se fijan, Jacob mismo
andaba mal. Su deber era quedarse en Canaán como un mero forastero, morando en
tiendas; no debía ser como uno del pueblo, sino que debía desplazarse entre
ellos testificando que esperaba “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo
arquitecto y constructor es Dios”. Él esperaba heredar la tierra, pero por el
momento debía ser un extraño y un forastero como sus padres Abraham e Isaac lo
habían sido. Sin embargo, leemos que en Sucot edificó cabañas. Difícilmente se
les podría llamar casas, pero eran algo más que tiendas. Eso fue transigir, y
transigir es peor a menudo que una directa y abierta desobediencia al
mandamiento. No se atreve a edificar una casa pero construye una cabaña y así
muestra su deseo por una vida establecida; y aunque no nos corresponde a
nosotros juzgar la compra de la tierra en Siquem, aparenta obedecer a la misma
intención. Jacob está esforzándose por encontrar un lugar donde quedarse allí
donde Abraham e Isaac no tuvieron ninguno. No voy a hablar demasiado
positivamente, pero los actos del patriarca se perciben como si deseara encontrar
una casa para él donde pudiera quedarse y tener amigables relaciones con los
habitantes de la tierra. Ahora bien, el Señor su Dios no lo quiso así. La
familia escogida estaba destinada por el propósito divino a morar sola y a
mantener un peculiar comportamiento de separación. La simiente de Abraham
estaba ordenada para ser en el sentido más elevado una tribu disconforme, una
raza de separatistas. Su Dios tenía la intención de que fueran un pueblo
distinto, enteramente separado de toda la nación en medio de la cual moraban; y así debían ser, pero la inclinación a ser como
sus vecinos era muy manifiesta en la familia de Jacob.
El deslumbramiento de la
grandeza de Esaú había afectado sin duda al clan de Jacob; desde el patriarca
mismo hasta el hijo más joven habían rendido una muy servicial pleitesía ante
“mi señor Esaú”, y el homenaje dado no se quedó sin efecto. Esa pleitesía era
un acto que desde algunos puntos de vista no podemos condenar, pero era algo
que no era apropiado en uno que era un príncipe con Dios, un elegido del
Altísimo, y su efecto no podía haber sido edificante. Los hijos parecen haberse
inclinado fácilmente a rendir homenaje al profano Esaú, aunque no eran niñitos,
sino unos jóvenes varones; se postraron delante de su tío de noble aspecto con
su grandiosa banda de guerreros, y tal vez quedaron fascinados por los encantos
de un miembro de la familia de aspecto tan guerrero, cuyos hijos eran duques y
los grandes de la tierra. Sentir que estaban relacionados con un gran capitán
les aportaba importancia a los pastores. Ahora que habían venido a Siquem, y su
padre había comprado un pedazo de tierra allí y había construido cabañas, ellos
mismos se sentían de alguna importancia y tenían que salir de visita, pues todo
el mundo ama la compañía. Y ahora viene lo malo de eso. La única hija de Jacob
tiene que visitar al príncipe del pueblo. La hija de Israel es invitada a los
bailes y a las reuniones de los más altos círculos de la tierra. El padre le
hizo un guiño y los hermanos ayudaron y participaron. Ella se va con frecuencia
a la residencia de Siquem, el refinado joven príncipe heveo, un caballero muy
respetable ciertamente, con mansión y propiedades; pero surge de eso algo muy abominable
que no ha de ser mencionado. Luego los hermanos de ella, en el ardor de su ira
cometen un pecado que era tan malo como el crimen de Siquem; para vengar la
deshonra de su hermana ellos matan con cobarde alevosía a todos los siquemitas,
y así hacen recaer la culpa de asesinato sobre la familia que debía haber sido
santa a Jehová.
Los hijos de Dios no
pueden mezclarse con el mundo sin sufrir mal. El mundo nos hace daño y nosotros
a él una vez que comenzamos a ser del mundo y semejantes a él. Es una alianza
mal avenida. El fuego y el agua nunca estuvieron destinados a mezclarse. La
simiente de la mujer no debe juntarse con la simiente de la serpiente. Fue cuando
los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas y tomaron
de ellas como les plugo, que vino el diluvio y arrasó con la población de la
tierra. Abundante mal proviene de juntar lo que Dios ha separado. Los cadáveres
de los siquemitas y la indignación de todos los que oyeron acerca del
detestable hecho fueron el resultado directo del intento de mezclar a Israel
con Canaán. Y ahora la casa de Jacob está llena de miedo, y el anciano mismo
–un gran hombre y un creyente, pero alguien que estaba lejos de ser perfecto-
da voces a sus hijos, en gran angustia, diciendo: “Me habéis turbado con
hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y
teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré
destruido yo y mi casa”. A esto sus hijos sólo respondieron: “¿Había él de
tratar a nuestra hermana como una ramera?”, tomando su reprensión de una manera
ruda sin mostrar de ninguna manera ningún sentido de vergüenza. No dan la
impresión de haber sido los peores de sus hijos, y sin embargo, su ira y
crueldad fueron sobremanera terribles; y cuando fueron acusados de su crimen
ellos lo justificaron. ¡Calamitosa en verdad era la condición de la casa de
Jacob!
Esa familia estuvo
malamente organizada desde el propio principio. La poligamia no necesitaba ser
denunciada en demasiadas palabras en
Vamos a tomar este
incidente en este momento, y que Dios nos conceda que podamos encontrar en él
una enseñanza práctica para nosotros mismos y para nuestras familias, con la
guía de Su misericordioso Espíritu.
Noten, primero, que habiendo
aparecido Dios a Jacob, ¿qué debía hacerse?
En segundo lugar, ¿qué sucedió cuando
se hizo? Y en tercer lugar, lo que
siguió.
I. Primero,
entonces, ¿QUÉ DEBÍA HACERSE?
Lo primero que debía
hacerse era un movimiento decidido. Dijo
Dios a Jacob: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí”. Tienes que
apresurarte a salir de Siquem, con sus fértiles llanuras, y realizar un viaje a
las montañas hasta Bet-el, y quedarte allí. Ya has pasado mucho tiempo cerca de
estos siquemitas; tu intimidad con el mundo ha generado un mal. Tienen que
cavar una trinchera entre ustedes y las asociaciones que han formado, y tienen
que subir a Bet-el y quedarse allí un tiempo. Cada vez y cuando, amados
hermanos y hermanas, encontraremos necesario decirnos a nosotros mismos y a
nuestra familia: “Debemos salir de entre los mundanos, tenemos que separarnos.
Estamos formando vínculos que son dañinos para nosotros y tenemos que romper
las ligas engañosas. Estamos siendo guiados a adoptar hábitos y costumbres en
la administración del hogar que no son los que Dios aprobaría. Estamos haciendo
esto para conseguir el favor de uno, y haciendo aquello para escapar de la
desaprobación de otro, y no estamos caminando rectamente con el Señor, y por
tanto, para regresar a nuestras prácticas establecidas tenemos que salir e ir a
Bet-el, al lugar donde Dios se reunió con nosotros al principio. Tenemos que ir
al lugar de nuestra primera cita y reunirnos con nuestro Señor de nuevo, sin
importar lo que cueste el viaje: aunque algunos pudieran sentir que es una cruz,
tenemos que comenzar de nuevo y tenemos que trabajar sobre la antigua línea de
conducta. Tenemos que regresar a nuestro puritanismo y observancia antiguos y
renovar nuestros votos. Salgamos de inmediato de la mundanalidad y lleguemos al
Bet-el de la separación, y acerquémonos a Dios de nuevo”. ¿No han encontrado
nunca, amados, cuando han estado muy metidos en el negocio y mucho en el mundo,
que comienzan a sentirse abatidos y claman diciendo: “no conviene, tengo que
salirme de esto; debo retirarme a una santa soledad, y disfrutar de una
apacible comunión con Dios”? ¿No han sentido con respecto a su familia algunas
veces lo siguiente: “No estamos sirviendo al Señor rectamente, ni nos estamos
volviendo más santos o devotos, antes bien todo pareciera ir cuesta abajo?
Tenemos que timonear en la otra dirección. En el nombre de Dios tenemos que
alterar nuestro presente estado de deterioro o de lo contrario no podemos
esperar recibir Su bendición”. Yo sé que ustedes han llegado a esa condición y
han resuelto dar un paso decidido. Que el Señor nos ayude a todos nosotros
cuando veamos claramente que algo debe hacerse. Que recibamos gracia para poner
fin a la indecisión pecaminosa y nos dediquemos a la enmienda al riesgo que
sea.
Ahora ellos tienen que revivir viejos recuerdos. “Sube a
Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando
huías de tu hermano Esaú”. Un avivamiento de viejos recuerdos es a menudo
sumamente útil para nosotros, especialmente revivir el recuerdo de nuestra
conversión. El recuerdo del amor de nuestros esponsales, cuando íbamos al
desierto en pos del Señor, y estábamos muy satisfechos de que todos nos negaran
y nos desconocieran en tanto que pudiéramos quedarnos cerca de Él. Ese recuerdo
es muy bueno para nosotros. Es bueno recordar aquella santa hora cuando por
primera vez erigimos un altar familiar y nos postramos con nuestros seres
queridos delante del Señor; entonces sentimos que el lugar separado era muy
dulce y estábamos sumamente contentos con alejarnos del mundo y vivir con
Cristo, y en Cristo, y para Cristo, y como Cristo. No podemos evitar
sonrojarnos al recordar aquellos días iniciales. No pensamos que habríamos de
quedarnos tan demasiado cortos de nuestro ideal. Que el recuerdo de Bet-el,
entonces, venga sobre nosotros para hacernos recordar la misericordia del
Señor, y lamentar nuestro propio deterioro espiritual. ¿Estás cantando esto?:
“Qué horas apacibles disfruté una vez,
Cuán dulce es su recuerdo todavía,
Pero han dejado un doloroso vacío
Que el mundo no puede llenar jamás”.
Entonces tienes que
regresar a tus primeras horas de comunión. Encontrarás tu gozo allí donde lo
perdiste, pues sigue estando donde lo dejaste. Si has descuidado la oración en
tu aposento, si has cesado de escudriñar la palabra de Dios, si te has apartado
de un cercano caminar con Cristo, y si tú y tu familia han caído en una
condición muy baja de manera que los extraños que miran difícilmente sabrían si
la tuya es una casa piadosa o no, si es así, entonces regresa a Bet-el lamentando
y suspirando y ruega porque los antiguos
sentimientos revivan en ti. Que Dios te conceda que puedas. Y que
adicionalmente seas conducido a clamar: ¿cómo pude apartarme tanto del Dios
viviente? ¿Cómo pude haber hecho el papel de tonto y haber deambulado tanto
cuando pude haber descansado todavía en paz si hubiera vivido cerca de Dios? Esto,
entonces, era lo que Jacob debía realizar, primero, hacer un movimiento
decidido, y en segundo lugar, revivir viejos recuerdos. ¿Tienes tú algún
llamado a un curso parecido de acción? Si es así, asegúrate de seguirlo.
Pero ahora, además,
Jacob tiene que cumplir un viejo voto. No
recuerdo exactamente cuál era la antigüedad de ese voto pero yo supongo que
databa de unos treinta años más o menos; sin embargo, no lo había cumplido.
Jacob era mucho más joven cuando se arrodilló y dijo: “Si fuere Dios conmigo”
–etcétera- “esta piedra… será casa de Dios”, y él ha olvidado ese voto, o al
menos no lo ha cumplido en todos estos años. Tómense su tiempo para hacer
votos, hermanos, tómense su tiempo. Deberían ser presentados muy raramente,
porque todo lo que puedan hacer por Dios están
obligados a hacerlo tal como es, y un voto es con frecuencia una superfluidad
de la superstición. Pero si se hace el voto, que no espere más allá de su
tiempo y se queje de ti ante Dios. Un voto antiguo y olvidado se pudrirá y
engendrará una muy solemne molestia en tu corazón; al principio roerá tu
conciencia, y si tu conciencia por fin se endurece para eso, otros de tus
poderes sufrirán el mismo proceso petrificante. Es más, un voto olvidado traerá
un castigo sobre ti, y tal vez la vara caiga sobre tu familia. La conexión
entre el hecho de que Jacob no fuera a Bet-el y el mal que ocurrió a su hija
Dina y el pecado de sus hijos Leví y Simeón, pudiera no ser rastreable
claramente, pero yo estoy convencido de que hubo una tal conexión: el pecado de
omisión en el padre condujo a pecados de comisión en los hijos. El Señor disciplinó
a Jacob con el pecado de sus hijos por el incumplimiento de la promesa. Noten
que el Señor no le recuerda a Jacob su mal proceder, ni lo reprende por eso,
sino que lo pone en una posición en la que él mismo se acordará de ella. Es tan
benévolo, iba yo a decir tan cortés, de parte de nuestro Dios; Él es tan
benévolo, tan tierno, que prefiere que Su siervo recuerde el voto a tener que
decírselo claramente en tantas palabras. Entonces Jacob está obligado a ir para
cumplir con su solemne compromiso. Ahora, querido amigo, pudiera ser que parte
de la tarea que tú y yo tengamos que hacer para enderezar a nuestras familias
sea recordar algo que dijimos que haríamos hace años pero que no hemos hecho. Hemos
tenido la capacidad durante mucho tiempo, pero no hemos tenido la disposición;
actuemos ahora y limpiemos nuestras conciencias al respecto de eso. Sólo Dios
sabe de eso: no dejemos que esta cosa secreta se encone en nuestros corazones y
contristemos al Espíritu Santo. Yo hablo, así lo creo, de algo muy conocido
para algunos de mis oyentes. Tal vez el mensaje es lo suficientemente claro y
sea mejor que no diga nada, pero dejen que sus propios corazones recuerden sus
promesas olvidadas.
A continuación, vio
Jacob que si había de cumplir su voto era necesario reformar a toda su casa, pues no podía servir al Señor y adorar a
otros dioses. Les dijo a todos los que estaban con él, a sus hijos primero y
luego a todos sus siervos asalariados y a los demás: “Quitad los dioses ajenos
que hay entre vosotros”. Sí, tiene que llegarse a eso. Si he de regresar a mi
antigua posición con Dios tengo que romper mis ídolos.
“El ídolo más querido que he conocido,
Cualquiera que ese ídolo sea,
Ayúdame a derribarlo de su trono
Y que te adore únicamente a Ti”.
Los ídolos de la
familia: los actos y las acciones de la gente joven que contristarían a Dios,
los hechos de los mayores que son inconsistentes con una profesión de fe en
Jesús, el mal carácter al que se han entregado, las divisiones de corazón que
han surgido en la familia junto con todo lo que es pecaminoso e indebido deben
irse, si es que vamos a ser rectos otra vez. Tiene que haber un rompimiento
general y un entierro de los ídolos o no podemos adorar al Dios de Bet-el.
Y a continuación él dijo:
“Y limpiaos”. Yo supongo que tenía que darse un lavamiento general, indicativo
de la purificación del carácter por ir a Dios con arrepentimiento y en busca del
perdón. Jacob dijo también: “Y mudad vuestros vestidos”. Esto era simbólico de
una entera renovación de vida, aunque me temo que no todos ellos habían sido
renovados. De todos modos esto es lo que era simbolizado por “Mudad vuestros
vestidos”. Ay, es más fácil decirle esto a nuestras familias que lograr que lo
hagan. ¿Y acaso nos sorprendemos ya que para nosotros mismos es mucho más fácil
decir que hacer? Con todo, amados, si su caminar ha de ser cercano con Dios, si
han de tener comunión con el Dios de Bet-el, tienen que ser limpiados. El Señor
no puede tener comunión con nosotros mientras nos revolcamos en el pecado. “¿Y
qué concordia tiene Cristo con
Belial?” El pecado tiene que ser quitado. El mejor creyente vivo tiene que
lavar sus pies si es que va a acercarse a Dios como lo ha hecho anteriormente.
Jacob tenía que emprender todo esto, y para él, que se había vuelto tan poco
exigente con su familia, no era una pequeña tarea armarse de ánimo y decirle a
Raquel y a todos ellos: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y
limpiaos, y mudad vuestros vestidos”.
Bien, entonces, lo
siguiente y lo último que debían hacer era celebrar
un culto especial de adoración. “Levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré
allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado
conmigo en el camino que he andado”. Cuando andamos mal y sentimos que debe
haber un cambio decidido, tenemos que apartar tiempos especiales de devoción. Tenemos
que decirle a nuestra alma: “Alma, alma, tú te has alimentado muy poco
últimamente. Esta flacura tuya proviene de descuidar el banquete espiritual.
Ven, tienes que humillarte; tienes que postrarte delante de Dios, y tienes que
acercarte al Señor con humilde reverencia y pedir ser refrescado con Su
presencia. Tienes que apartar más tiempo para alimentarte de Cristo y de Su
palabra, y no estar nunca tranquila hasta que vuelvas otra vez a estar llena de
gracia y del Espíritu Santo”. Cuando ves que las cosas andan mal en las
familias, es bueno a menudo simplemente reunir a los de casa y decirles:
“Tenemos que acercarnos a Dios con singular denuedo, pues nos estamos
descarriando. No hemos renunciado a la oración familiar pero ahora tenemos que
hacerla especial, y acercarnos a Dios con doble celo”. Me temo que algunos de
ustedes descuidan la oración familiar. Si lo hacen yo estoy seguro que obrará
un mal en sus hogares. La práctica de la oración familiar es el castillo del
protestantismo. Es la gran defensa contra todos los ataques perpetrados por la
casta sacerdotal, que erigen sus templos y nos dicen que oremos allí y que
oremos por mediación suya. No, sino que nuestras casas son templos y cada
hombre es un sacerdote en su propia casa. Esta es una pared de cobre de defensa
contra la superstición y el clericalismo. La oración familiar es el nutrimento
de la piedad familiar, y ay de aquellos que permiten que cese. Leí el otro día
acerca de unos padres que decían que no podían tener oración familiar, y
alguien hizo estas preguntas: “¿Si supieras que tus hijos se enfermarían por
culpa del descuido de la oración familiar, no la tendrías? ¿Si un niño cayera
con fiebre cada mañana que tú descuidaras la oración, qué pues?” Oh, entonces
ellos la tendrían. “¿Y si hubiera una ley de que vas a ser multado con cinco
chelines si no te reunieras para orar, encontrarías tiempo para la oración?” Sí.
“¿Y si les dieran cinco libras esterlinas a todos los que tuvieran oración
familiar, no arreglarías por algún medio tenerla?” Sí. Y así el interrogador
prosiguió con muchas preguntas, y terminó con esta: “¿Entonces no es sino una
excusa ociosa cuando tú, que profesas ser un siervo de Dios, dices que no
tienes ningún tiempo ni oportunidad para la oración familiar?” ¿Deberían la
excusas ociosas robarle a Dios Su adoración y a nuestras familias una
bendición? Comienza a orar en tu familia, y especialmente si las cosas van mal,
enderézalas acercándote a Dios más claramente. ¿Oí que dijiste: “No queremos
ser formalistas”? No, no tengo miedo de que lo seas. Tengo miedo de que
descuides cualquier cosa que tienda al bien de tu hogar y de tu propio
crecimiento espiritual, y por tanto te ruego que actúes de inmediato para
ponerte al corriente con Dios y estar en paz. Acércate al Señor de nuevo, más
completamente de lo que lo has hecho antes, pues es la única manera por la cual
la rebelión de las personas y de las familias tiene la probabilidad de ser corregida.
Que Dios conceda una bendición con estas palabras por el poder del Espíritu
Santo.
II. Y
ahora llego a mi segundo punto: ¿QUÉ SUCEDIÓ CUANDO LO HIZO?
Bien, varias cosas
pasaron y una o dos de ellas fueron más bien sorprendentes. La primera fue que todos entraron de corazón en una obra
reformadora. Estoy seguro de que lo hicieron porque el cuarto versículo
dice: “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos”
–todos ellos- “y los zarcillos que estaban en sus orejas”. Él no había dicho
nada acerca de sus zarcillos. ¿Había algo malo en los zarcillos? Que una mujer
use zarcillos no es una cosa terrible, ¿no es cierto? Tal vez no, pero yo
supongo que estos zarcillos eran talismanes que eran usados en ciertos conjuros
y costumbres paganas. Debe de haber sido un descubrimiento muy triste para
Jacob, quien él mismo no podía haberlo tolerado, descubrir que supersticiones
perversas habían entrado en sus tiendas a través de su flirteo con los terafines.
El mal había continuado en secreto, y aunque sospechaba de él, no estaba
realmente bajo la mirada de Jacob. Yo me atrevo a decir que no estaba muy
seguro de que los terafines estuvieran en la tienda, y no quería estar muy
seguro, porque era Raquel, ustedes saben, quien los tenía, y ella –bien, ella
era Raquel- y ella había sido educada de manera diferente de Jacob mismo, de
manera que Jacob pensó que no debía presionarla demasiado severamente sobre ese
punto. Tal vez se dijera: “Cuando hablo con ella no pareciera ser idólatra del
todo; yo creo que es una buena mujer, y tengo que recordar su formación, y como
ella viene de una familia de una iglesia ritualista tengo que dejarla tener sus
pequeños símbolos; no me consta que tenga terafines; nunca los he visto en
absoluto”; pero allí estaban y eran el núcleo de la superstición. Ella y
quienes la rodeaban se habían corrompido con las supersticiones de los paganos,
y esos zarcillos eran la indicación del sentimiento supersticioso de ellos, si
es que no eran los instrumentos de adivinación.
Ahora bien, tan pronto
como habla Jacob, todos ellos renuncian a sus ídolos y a sus zarcillos. Me
gusta esto. Es algo bendito cuando un hombre de Dios toma una posición, y
habla, y encuentra que toda su familia está dispuesta a seguirle. Tal vez fuera
el miedo que les había sobrevenido justo entonces, el miedo de las naciones
alrededor lo que los hacía tan obedientes. No estoy seguro de que haya sido una
obra de gracia; pero aun así, en cuanto a la apariencia externa, hubo una
renuncia voluntaria a todo lo que pudiera haber contristado al Señor. Y algunas
veces a ustedes les complacerá, amigos cristianos, cuando las cosas andan mal y
ustedes deciden enderezarlas, ver cómo otros se someten a su determinación.
Tienen que cobrar ánimo por esto. Tal vez la propia persona que más temen será
la más dispuesta a ceder y la más ávida de ayudar. Han tenido miedo a Raquel
pero ella siente tal amor que hará lo que sea por ustedes y renunciará a sus terafines
de inmediato. Los hijos que fueron tan rudos al hablarles cuando ustedes
hablaron a nombre propio y hablaron de ustedes mismos, y dijeron: “Me habéis
turbado con hacerme abominable”, etcétera, responderán de manera muy diferente
cuando hablen en nombre de Dios. Habrá tal poder acompañando a la palabra de
Dios que cederán libremente y de todo corazón. Eso hicieron
en el caso de Jacob. Todos ellos renunciaron a sus ídolos y los enterraron
debajo de la encina. Quiera Dios que llegue el día a la vieja Inglaterra cuando
todos los crucifijos y las vestimentas sacerdotales, y la multitud entera de
los símbolos y emblemas de la superstición puedan ser enterrados bajo una gran encina
evangélica, para no ser desenterrados nunca más. Si no vemos esto en la nación
al menos lo lograremos en nuestras propias casas.
Otra circunstancia
sucedió, es decir, que le fue
proporcionada protección, inmediata y completa. “Y salieron, y el terror de
Dios estuvo sobre las ciudades que había en sus alrededores, y no persiguieron
a los hijos de Jacob”. En su camino abundaban las ciudades que por decirlo así
los cercaban, y la gente pudo haberse presentado y haber destrozado a la
pequeña tribu de Israel, pero de parte del Señor de los ejércitos había salido
un mensaje diciendo: “No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis
profetas”; y así viajaron a salvo. “Cuando los caminos del hombre son
agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él”, y ahora que
Jacob ha resuelto enderezar las cosas camina incólume. Tú no sabes cuántos problemas
personales que ahora estás enfrentando se desvanecerán tan pronto como
resuelvas permanecer firme por el Señor. No sabes cuánto de la dificultad
familiar que ahora te cubre con terror, se desvanecerá cuando tú mismo hayas
temido al Señor y hayas salido decidida y resueltamente para hacer lo recto.
Ningún peligro sobrevendrá al hombre que camina con Dios, pues con tal compañero
la malaria exhala salud y las maldiciones se convierten en bendiciones; pero
una vez que abandonas al Señor y caminas en sentido contrario a Su mente, no
sabes adónde vas ni en qué densos bosques te estás metiendo. El Señor tu Dios
es un Dios celoso, y si tú no respetas su celo y no caminas delante de Él con
santo temor, serás conducido a sentir Su ira. Como a ti solamente ha conocido
de todas las familias de la tierra, por esa misma razón Él te castigará por tus
iniquidades. Esta plaga de males se detendrá cuando te deshagas de tus ídolos,
pero no hasta entonces.
En seguida el voto fue cumplido. Llegaron a Bet-el,
y puedo casi ver el agradecido deleite de Jacob cuando contempló esas grandes
piedras en medio de las cuales se había acostado a dormir como un hombre
solitario. Tal vez buscara la piedra que había sido su almohada; probablemente
permanecía alzada como parte del pilar que había levantado en recuerdo de la
bondad de Dios y de la visión que había visto. Había muchos remordimientos,
muchas confesiones, muchas acciones de gracias en Bet-el. “Con mi cayado vine a
este lugar, pero ahora me he convertido en dos campamentos. ¡Miren, hijos míos!
¡Mira, Raquel! Miren todos ustedes: este es el lugar donde me acosté cuando
huía de Esaú sin nada excepto mi cayado y mi morral, y el Señor se me apareció
y Él me ha guardado toda mi vida. Vengan, ayúdenme mientras junto las piedras
sin labrar para hacer un altar; y sobre esta gran piedra, he aquí vamos a derramar
aceite, y juntos vamos a cantar las alabanzas de El-bet-el: el Dios de la casa
de Dios, el Dios que es una casa para Su pueblo, el Dios que tiene una familia
de la cual formamos parte, el Dios bajo cuyas alas buscamos refugio”. Yo no
tengo ninguna duda de que Jacob y su casa pasaron un tiempo muy feliz en
Bet-el, donde el agradecimiento reblandeció el luto, y el gozo endulzó la
penitencia, donde cada sagrada pasión en el alma del patriarca encontró salida y
se derramó delante del Señor. Pensó en el pasado, se regocijó en el presente, y
esperó en el futuro, pues ahora había venido para estar con Dios y acercarse a
Él.
¿Pero qué más sucedió?
Pues bien, ahora acontecieron una muerte
y un funeral. Débora, ama de Rebeca, murió. Su nombre significa una abeja.
Y nosotros mismos hemos tenido ancianas amas que han sido como hacendosas
abejas en nuestro hogar, ¿no es cierto? La buena anciana Débora cuidó a nuestra
madre y nos cuidó a nosotros, y está dispuesta todavía a cuidar a nuestros
hijos. No producimos ese tipo de gente ahora, me dicen. No producimos, me temo,
el mismo tipo de señores y señoras de la casa que solía haber en años idos. No
estoy seguro al respecto, pero yo creo que si hubiese más Rebecas habría más
Déboras. De alguna manera pienso que somos tratados generalmente como tratamos
a los demás, y que la medida que darán en nuestro regazo es en mucho la que
nosotros mismos damos. Pudiera haber excepciones, y las hay, pero esa es la
regla general. Bien, la buena anciana Débora había salido de la casa de Labán y
había ido con la señorita Rebeca cuando se fue al país lejano para casarse, y
ella había cuidado a los dos hijos de su señora, Jacob y Esaú, y había puesto
su corazón en el mismo muchacho que la madre amaba tanto, y se había afligido
con Rebeca cuando él, habiendo crecido, se había visto obligado a huir de la
casa de su padre para salvar su vida. No puedo decir cuándo vino a vivir con
Jacob. Tal vez Rebeca la envió a vivir con su hijo favorito porque pensaba que
había tantos en la familia que se necesitaba a alguien que los cuidara a todos,
una persona de edad avanzada y discreta que interviniera entre Jacob y las
perpetuas discordias de la familia. Sin duda Jacob encontró a menudo que era
placentero convertir a esa buena alma anciana en una confidente de sus
problemas. Y ahora ella muere, y la entierran bajo la encina que ellos llaman la encina del llanto: Alón-bacut. ¿No es
extraño que cuando estás tratando de enderezarte viene una gran aflicción? No,
no es extraño, pues estás tratando de eliminar la vieja levadura y el Señor va
a ayudarte. Tú estás intentando enderezar todo con Él, y Él viene y quita a una
de las mejores personas en la casa que te ayudó más que nadie, una de las
personas cristianas más incondicionales que hayas conocido jamás, quien querrías
que viviera para siempre, y Él lo hace, no para obstaculizar sino para ayudarte
en tu labor. Él sabe lo que es lo mejor: un corte de la podadora se necesitaba
en la viña de Israel para que pudiera producir más fruto. La buena ama murió
cuando parecían necesitarla más, pero era mejor que ella muriera entonces a que
hubiera partido cuando la vergüenza de Dina y el crimen de Simeón habían
oscurecido la casa. Era mejor que viviera para verlos purificados de los ídolos
y en camino hacia su antiguo señor Isaac, pues entonces sentiría como si
pudiera decir: “Ahora, Señor, despides a tu sierva en paz, conforme a tu
palabra; porque han visto mis ojos tu salvación”. La moraleja del incidente es
que el Señor puede calentar más el fuego cuando ve el proceso refinador en
acción, y tenemos que recibir la prueba adicional como una señal de amor y no
de ira si Él nos golpea pesadamente cuando nos estamos esforzando honestamente
por buscar Su rostro.
III. Esto
es lo que sucedió mientras lo estaban haciendo. Ahora concluimos con el tercer
encabezado, es decir, QUÉ FUE LO QUE SIGUIÓ.
¿Salió algo de todo este
proceso de quitar los ídolos y de ir a Bet-el? Sí. Primero, hubo una nueva aparición de Dios. Lean
el versículo nueve. Dios apareció otra vez a Jacob cuando había vuelto de
Padan-aram, y le bendijo”. Esta fue una nueva aparición de Dios. Algunos de
ustedes no entenderán lo que digo, pero lo dejo con aquellos que conocen al
Señor: hay momentos cuando Dios está muy cerca de nosotros. Yo desearía que
siempre fuera así; pero algunos de nosotros podemos identificar épocas en
nuestra historia espiritual cuando estábamos maravillosamente conscientes de
que Dios se acercaba a nosotros. Sentíamos esa tremenda presencia, y nos
alegraba. El Señor parecía ponernos en la hendidura de la roca y hacer que Su
gloria pasara delante de nosotros. Yo he conocido tales momentos. ¡Quiera Dios
que los conozca más a menudo! Vale la pena haber sido purificado y limpiado, y
haber hecho cualquier cosa para ser favorecido con una de esas visitas divinas
en las que casi gritamos con Pablo: “(Si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del
cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe)”. Una clara visión de Dios en Cristo Jesús y un
vívido sentido del amor de Jesús son una dulce recompensa por los ídolos rotos
y las reformas de Bet-el.
Lo siguiente que resultó
de ello fue una confirmación del título
de príncipe para Jacob, que confirió una dignidad sobre toda la familia. Que
un padre sea un príncipe ennoblece a todo el clan. Dios pone ahora sobre ellos
otra dignidad y nobleza que no habían conocido antes, pues un pueblo santo es
un pueblo noble. Ustedes que viven en la presencia de Dios están con los pares
de los cielos. “Él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del
muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su
pueblo”. Primero los hace príncipes, y luego para coronarlo los hace príncipes
de príncipes, porque si todos los miembros de Su pueblo son príncipes, se sigue
que aquellos que son príncipes entre Su pueblo son príncipes en medio de
príncipes. El Señor tiene una forma de conferir altas dignidades espirituales
sobre aquellos que buscan ordenar sus casas rectamente y guardar sus corazones
limpios y castos delante de Él. Tal honor tienen todos los santos que siguen al
Señor íntegramente. Que Dios nos ayude a mantenernos cerca de Jesús y a gozar de
comunión con Él diariamente.
Y luego, a continuación,
se le dio a Jacob y a su familia una
vasta promesa, que fue, en algún grado, una ampliación de una promesa hecha
a Isaac y a Abraham anteriormente. “Yo soy el Dios omnipotente: crece y
multiplícate; una nación y un conjunto de naciones procederán de ti, y reyes
saldrán de tus lomos”. Yo no recuerdo que se le dijera nada a Abraham respecto
a un conjunto de naciones, o acerca de reyes que salieran de sus lomos, pero de
los lomos de Israel, un príncipe, saldrán príncipes. Dios pone en Su promesa
una cierta frescura de vastedad y de infinitud ahora que Jacob se ha acercado a
Él. Hermanos, Dios no nos dará ninguna nueva promesa, pero hará que las
antiguas promesas se miren maravillosamente nuevas. Él ampliará nuestra visión
de manera que veremos lo que nunca antes vimos. ¿Han tenido alguna pintura que
colgaba abandonada en un cuarto trasero? ¿Se les ocurrió un día que la darían a
enmarcar y que la pondrían bajo una buena luz? Cuando la vieron debidamente
colgada sobre la pared ¿no exclamaron: “¡Caramba!, nunca antes noté ese cuadro?
Cuán maravillosamente se ve ahora”. Y muchísimas promesas en la palabra de Dios
no serán nunca notadas por ti hasta que sean puestas en un nuevo marco de experiencia.
Entonces, cuando sean colgadas delante de ti, te perderás en la admiración de
ellas. El pecado hace que la promesa se vea como los viejos cuadros cubiertos
de suciedad. Tiene que haber una limpieza de nosotros mismos y entonces será
como una limpieza cuidadosa del cuadro, por la cual ningún tinte sufre sino que
todos reciben una nueva floración. Dios hará que Su Biblia parezca un libro
nuevo para ustedes. Encontrarán gozo en cada página, y su alma danzará de dicha
al ver las grandes cosas que Dios ha preparado para ustedes, sí, y para sus
hijos también si ellos están caminando en la verdad, pues “para nosotros es la
promesa, y para nuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos
el Señor nuestro Dios llamare”. Con la nueva aparición del Señor a Jacob fue
confirmada la herencia, pues así reza
No voy a detenerlos
excepto para decir que pueden esperar también una muy familiar comunión. Noten el versículo trece: “Y se fue de él Dios,
del lugar en donde había hablado con él”. ¡Había hablado con él! ¡Había hablado con él! Es una palabra
tan familiar. Dios hablando con el hombre. Nosotros decimos “conversando”
cuando estamos hablando de una manera dignificada; pero “¡hablando!” Oh, esa
bendita condescendencia de Dios cuando nos habla en los tonos familiares de Su
gran amor en Cristo Jesús. Hay una manera de conversación con Dios que ninguna
lengua puede explicar: sólo la conocen los que la han disfrutado. Hermanos, hay
comuniones con Dios a ser gozadas de las cuales un gran número de cristianos no
tiene ninguna idea. El que se humilla para contemplar las cosas que están en el
cielo y que están en la tierra mora con los humildes. Si se rompen ídolos y se
cambian vestidos, si se edifican altares y el alma es guardada cerca de Dios, entonces,
“la comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer
su pacto”. Esta es una bendición tan inestimablemente preciosa que yo los
exhorto a que la busquen, y yo mismo me exhorto sobre todo a hacerlo.
El capítulo concluye con
la muerte de Raquel, y así, tal vez, cuando más nos acerquemos a Dios pudiera
haber otra prueba. La antigua tradición era que nadie podía ver el rostro de
Dios y vivir. No era cierto, pero contenía una verdad, pues difícilmente uno
puede entrar en el lugar secreto del trueno y tener comunión con Dios sin una
prueba especial. Sí, así es, pues “nuestro Dios es fuego consumidor”. Él hace
la pregunta: “¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?”, y la
respuesta es: “El limpio de manos y puro de corazón… el que tapa sus oídos para
no oír propuestas sanguinarias”, y así sucesivamente, “éste habitará en las
alturas”. Cuando llegamos a morar con Aquel que es fuego, el fuego tiene que
quemar, y tenemos que sentirlo. Esa llama sagrada consumirá mucho de lo que
nuestra carne profana quisiera conservar y no habrá una quemadura sin que
soportemos un dolor y un escozor agudos. El horno de Dios está en Sion, y Su
fuego está en Jerusalén. Él purificará a los hijos de Leví como es purificada
la plata. “¿Quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como
fuego purificador, y como jabón de lavadores”. Con todo si estamos en un estado
recto eso es exactamente lo que necesitamos. ¡Oh, que nuestra pecaminosidad
fuera quemada enteramente! La tribulación es bienvenida si el pecado puede ser
conquistado. Aun Raquel puede morir si Jesús vive más en nosotros. Señor, danos
gracia y Tu presencia, aun si pasamos mil veces a través del horno como
consecuencia de eso. Óyenos, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Porción de
Traductor: Allan Román
12/Junio/2014
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