El Púlpito del
Tabernáculo Metropolitano
La Mejor Carga
Para Unos Hombros Jóvenes
NO.
1291
UN SERMÓN PREDICADO POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON,
LONDRES
“Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud”. Lamentaciones 3: 27.
Llevar el yugo no es
agradable, pero es bueno. No todo lo grato es bueno ni todo lo bueno es grato.
Algunas veces lo bueno pudiera ser directamente proporcional a lo desagradable.
Ahora bien, es pueril estar anhelando siempre las cosas dulces; aquellos que en
razón del uso han mantenido ejercitados sus sentidos, deberían preferir lo sano
a lo apetecible. ¡Deberíamos reconciliarnos con lo desabrido cuando se nos
informa que es bueno! Un niñito no se reconcilia fácilmente con eso porque todavía
no puede pensar ni juzgar, pero para el varón de Dios debería resultar muy
fácil aquietar toda protesta y toda queja tan pronto como percibe que, aunque
sea desagradable, la cosa es buena. Mis queridos amigos, como nosotros mismos
no somos muy buenos jueces de lo que es bueno para nosotros, ni nuestros hijos
tampoco lo son, y ya que esperamos que nuestros pequeñitos depositen en
nosotros la elección de su dieta, ¿no sería sabio de nuestra parte que lo
dejemos todo en manos de nuestro Padre celestial? Nosotros podemos juzgar lo
que es agradable pero no podemos discernir lo que es bueno para nosotros, pero
ÉL puede juzgar, y por tanto, siempre será bueno que dejemos todos nuestros
asuntos en Sus manos y que digamos: “No sea como yo quiero, sino como tú”. Puesto
que estamos muy seguros, con base en la autoridad de
Nuestro texto nos habla de
algo que, si bien no es muy grato, es bueno: “Bueno le es al hombre llevar el
yugo desde su juventud”. La ilustración es tomada del ganado. Los bueyes tienen
que llevar el yugo. Van en parejas y cargan el yugo sobre sus lomos. El yugo es
algo pesado. Si el buey no es adiestrado desde joven, nunca se convertirá en una
buena bestia para el arado. Se inquietará e incomodará por la labor que tendrá
que hacer; será muy difícil guiarlo y el labrador que ara no avanzará mucho. Es
bueno que el buey aprenda a someterse cuando está joven, y lo mismo sucede con
toda clase de animales: el caballo tiene que ser adiestrado cuando es un
potrillo, y si se permite que transcurra un cierto período de la vida de ese
potro sin que esté bajo la mano un entrenador, nunca se convertirá en un caballo
completamente útil. Si quieres entrenar a un perro tienes que tomarlo cuando es
un cachorro y enseñarle su rutina. Esa es la metáfora. Lo mismo ocurre con los
seres humanos. Bueno es que seamos adiestrados cuando somos todavía jóvenes y
que aprendamos a llevar el yugo en nuestra juventud.
Aunque piensen que el
texto expresa naturalmente una verdad de la vida ordinaria, aun así vale la
pena considerarlo. Aun sin vincular el tema a la gracia de Dios y a la
religión, ¡es una gran bendición que un hombre lleve el yugo en su juventud!,
es decir, que es bueno que aprendamos la
obediencia cuando somos jóvenes. Cuando se coloca a un hombre bajo ciertas
reglas y se le enseña a aceptar la restricción, se logra la mitad de su
formación. Cuando los jóvenes se hacen mayores tendrán que ser en gran medida
una ley para ellos mismos; pudiera ser que ya no cuenten con un padre que los
amoneste amorosamente, ni con una madre que los guíe tiernamente; los jóvenes
serán personas mayores y se gobernarán a sí mismos, y nadie es apto para hacerlo
mientras no haya aprendido a ser obediente. El proverbio dice: “Los muchachos
seguirán siendo muchachos”, pero yo no lo creo; ellos serán hombres si les
damos tiempo, y a menos que aprendan el dominio propio y hábitos de obediencia
cuando son muchachos, no es probable que se conviertan en hombres buenos. El
que no puede obedecer no es apto para mandar; el que nunca aprendió a someterse
se convertirá en un tirano cuando obtenga el poder. Es bueno que todo niño sea
adiestrado, que sea liberado de su insensata obstinación y llevado a sentir que
tiene superiores, jefes y directores, y, entonces, cuando le llegue su turno de
ser un líder y un jefe tendrá un sentido más bondadoso de compañerismo para con
aquellos que están bajo su mando. Tengan la seguridad de que si no aprende la
práctica de la obediencia, nunca será un buen soldado en la batalla de la vida.
Bueno les es a los jóvenes llevar el yugo, también, en el sentido de
dedicarse desde temprano a adquirir conocimiento. Si
no aprendemos cuando somos jóvenes, ¿cuándo aprenderemos? Algunos que han
comenzado a estudiar tarde en la vida todavía han podido lograr mucho pero ha
sido con mucha dificultad. Si en la juventud no se usa la maquinaria de la
mente, se oxida, pero si se usa desde el principio y se mantiene en acción y
bien aceitada continuamente, seguirá funcionando fácilmente a lo largo de toda
la vida. Nuestros días de juventud son favorables para la adquisición de
conocimiento, y todo joven que es un aprendiz debería sacar el mejor provecho
de su aprendizaje; nunca llegará a ser un profesional en su actividad si no lo hace.
Toda persona que está comenzando en la vida, mientras esté joven todavía, tiene
que hacer todo lo posible por adquirir una preparación completa, pues si no lo
hace, conocerá su carencia más pronto que tarde. Si un hombre emprende el viaje
de la vida y deja su ancla en casa u olvida llevar sus provisiones, descubrirá
sus deficiencias cuando llegue al mar; y cuando la tormenta comience a aullar a
través del cordaje, lamentará no haber escuchado los dictados de la prudencia y
no haber estado mejor preparado para el arriesgado viaje de la vida.
Bueno es también que los
jóvenes –estamos hablando ahora acerca del significado natural del pasaje- bueno es que enfrenten dificultades y
problemas cuando comienzan la vida. La cuchara de plata en la boca con la
que nacen algunas personas es muy propensa a sofocarlos. Hay cientos de
personas que nunca han sido capaces de hablar claro por esa terrible cuchara de
plata. No es cualquiera el que se hace más rico a la larga -aun simplemente en
oro y plata- por haber comenzado con algún capital. Yo creo que generalmente se
verá que los que enriquecieron “por esfuerzo propio”, según se dice, vinieron a
Londres con media corona (30 centavos) en sus bolsillos; yo he notado que la
cantidad con la que salen del hogar es de aproximadamente treinta centavos; y
esa media corona se convierte en la base financiera de una fortuna. Algunos jóvenes
que comienzan con miles de libras a menudo acaban absolutamente sin nada. Bueno
le es al hombre tener una dura batalla cuando la vida comienza, y que no sea
colocado en el regazo de una refinada holgura ni que encuentre todo arreglado
de acuerdo a su voluntad, pues no desarrollará nunca su músculo, ni nunca se
convertirá en hombre a menos que tenga que realizar un duro trabajo. Esas
largas horas, esa firme reflexión, esos huesos cansados, y todo eso de lo cual
los jóvenes de hoy son muy propensos a quejarse, aunque no trabajan ni la mitad
de duro que sus padres, ni más de diez por ciento de lo duro que sus abuelos,
todas esas cosas, dentro de razón y medida, ayudan a formar a los hombres, y yo
solo espero que los tiempos más fáciles que ahora están felizmente de moda no
engendren una naturaleza más blanda y menos viril en nuestros jóvenes. Bueno le
es al hombre llevar el yugo del trabajo, de la prueba y de la dificultad en su
juventud, y si pudiéramos levantar el yugo de sobre todo hombro cansado, no
sería sabio hacerlo. Muchos hombres que han tenido éxito en la vida están muy
agradecidos con Dios porque en sus años mozos tuvieron que experimentar un poco
de pobreza y tuvieron que trabajar duro y esforzarse mucho, pues nunca hubieran
llegado a ser lo que son si no hubiese sido por la influencia fortalecedora y
educativa de la prueba.
Sin embargo, no me
corresponde predicar acerca de estos asuntos de manera extensa. Yo no soy un
conferencista moral, sino un ministro del Evangelio. He cumplido un deber al
haber dado el primer significado del texto, y ahora voy a usarlo para fines más
nobles.
I. Ante
todo, ES BUENO QUE SEAS UN CRISTIANO CUANDO ESTÁS JOVEN. Bueno le es al hombre
llevar el yugo de Cristo en su juventud.
No les pediré que me
perdonen si hablo aquí como alguien que lo ha probado y lo ha comprobado.
Seguramente puedo hacerlo sin egoísmo, pues no es de mi propio honor, sino del de
Dios, del que voy a hablar. De lo que el Señor ha obrado en mí, de eso hablaré.
Cuando tenía quince años fui conducido a conocer al Señor y a confesarle, y puedo
hablar por tanto como alguien que llevó el yugo en su juventud y, jóvenes, si
no pudiera dirigirme a ustedes de nuevo, me gustaría decirles que ha sido bueno
para mí. Ah, cuán bueno, no podría decirles, pero fue tan bueno que deseo
sinceramente que cada uno de ustedes lleve el yugo de mi Maestro en su juventud;
no podría desearles una mayor bendición.
Pues, vean, primero, que
el hombre cuyo corazón es conquistado temprano por la gracia divina vive feliz pronto. Es una bendita
oración la del salmo, “De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y
nos alegraremos todos nuestros días”. Si lo entendieran, muy pocas personas desearían
posponer la felicidad. Los corazones jóvenes generalmente piden ser felices ahora. Recibir el perdón del pecado es
ser liberado ahora de lo que es la
causa primordial de aflicción. Recibir por fe la justicia de Jesucristo es ser
vestido con la paz ahora. Ser reconciliados con Dios es tener un manantial de
consolación en el interior de tu alma ahora.
Saber que tú eres un hijo de Dios es disfrutar del mayor gozo fuera del
cielo, y es disfrutarlo ahora. ¿Quién
desearía posponerlo? Los jóvenes cristianos pueden morir, pero es de poca
consecuencia si murieran, pues habiendo estado temprano en Cristo, estarán
temprano en el cielo. ¿Quién no desearía estar seguro tan pronto como le fuera
posible? ¿Quién no desearía estar a salvo tan pronto como le fuera posible?
¿Quién desearía quedarse en la tierra de peligro, donde un punto en el tiempo,
el espacio de un momento podría encerrarle en el infierno? ¡Estar protegidos de
la ira venidera pronto –dotados pronto con un sentido de seguridad en
Jesucristo- vamos, seguramente no se necesitan muchas palabras para demostrar
que eso es bueno!
Además, si bien la temprana
piedad trae una temprana felicidad, no se ha de olvidar que salva de mil trampas. ¡Hay cosas que el
hombre que ha vivido largamente en el pecado sabe, pero que desearía poder
olvidar! La gracia de Dios enjuaga tu boca después de que has estado comiendo
la fruta prohibida, pero el sabor es muy propenso a permanecer y a regresar. Canciones
que son calumnias en contra de Dios y de la decencia, una vez oídas, te
atacarán en medio de una oración; y palabras que, para poder olvidarlas,
estarías dispuesto a perder tu memoria para lograrlo, invadirán tus momentos
más santos. ¡Es una gran misericordia que aunque un hombre tenga setenta u
ochenta años de edad, si cree en el Señor Jesucristo, será salvo! Las
misericordias de la hora undécima son muy dulces. Pero qué doble privilegio es
ser enviado a trabajar en la viña cuando el rocío está todavía en las hojas, y ser
guardado así de la ociosidad y de la maldad de la plaza donde otros holgazanean
durante tanto tiempo.
Bueno le es al hombre
llevar el yugo desde su juventud porque le
salva de que sus hombros sean mortificados por el yugo del demonio. Le
preserva de los grilletes de esa penosa esclavitud a la que muchos son llevados
por hábitos adquiridos desde muy atrás y que están profundamente arraigados. Pecados
largamente consentidos crecen hasta los hombros, y quitarlos es como arrancarse
la piel. Jóvenes, deben agradecer que el Salvador esté dispuesto a recibirlos
mientras son jóvenes todavía, y que les dé la promesa: “Me hallan los que
temprano me buscan”. Dichosos los que hospedan al Redentor en la mañana, y así
dejan fuera al espíritu maligno a lo largo de todo el día.
Además, hay otra cosa
buena al respecto: que les da más tiempo
para servir a Dios. Si yo fuera tomado al servicio de alguien a quien yo
amara, yo querría cumplir para él un largo día de trabajo. Si yo supiera que
sólo puedo trabajar para él un día, me esforzaría por comenzar tan pronto como
la parda luz de la alborada me permitiera ver, y continuaría trabajando hasta
la noche, alegremente activo, en tanto que hubiera una vacilante y tenue luz.
Si eres convertido en una etapa avanzada de tu vida, sólo puedes dar a nuestro
Señor Jesús las sombras del atardecer. Bendito sea Su nombre porque Él aceptará
el servicio ofrecido a la caída de la tarde; pero aun así, cuánto mejor es poder
servir al Señor desde tu juventud, darle esos brillantes días cuando los
pájaros cantan en el alma, cuando el sol está sin una nube y las sombras aun no
caen; y luego darle la larga noche, cuando a la caída de la oscuridad, Él la
hace llevadera y hace que las debilidades de la edad manifiesten Su poder y Su
fidelidad. No creo conocer una visión más grandiosa que el servicio que ha
ofrecido al Señor Jesús desde su juventud un hombre de cabellos canos.
Y hay otra bondad
respecto a esto: que lo capacita a uno
para estar bien plantado en las cosas divinas. “Plantados en la casa de
Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán”. A un árbol transplantado le
toma cierto tiempo echar raíces, pero cuando queda bien arraigado produce
abundante fruto. Echar raíces en las cosas divinas toma tiempo; nada en el
mundo de la gracia puede ser aprendido en diez minutos. Yo bendigo a Dios
porque un hombre que ha creído en Jesús sólo un segundo es un hombre salvo,
pero no es un hombre instruido, no es un hombre afirmado. No está adiestrado para
la batalla ni ha sido instruido para la labor. Cuando somos convertidos vamos a
la escuela de Cristo, y nos sentamos a Sus pies y aprendemos de Él. Ahora,
¿quién es el mejor escolar? En igualdad de circunstancias, yo esperaría comprobar
que los mejores escolares son aquellos que llegan temprano. Los escolares que
llegan a las once de la mañana no aprenden mucho; los escolares que van en la
noche, con un buen maestro y gran diligencia pueden captar algo, pero
difícilmente captan lo mismo que aquellos que han asistido a la escuela todo el
día. Oh, cuán bendito es comenzar a conocer pronto a Cristo, porque entonces
pueden seguir comprendiendo con todos los santos las alturas y las profundidades
de aquello que excede a todo conocimiento. No hay temor de que vayan a agotar
este conocimiento; es tan infinitamente grande y bendito que si viviéramos
siete mil años en el mundo, todavía quedaría por conocer más de Cristo, y tendríamos
que decir: “Oh, las profundidades”. No tenemos que tener miedo, por tanto, de
que si somos convertidos cuando tenemos diez años, o quince, o veinte años de
edad, viviremos para agotar la frescura de la religión. Ah, no, la amaremos más
y la entenderemos mejor, y por la gracia de Dios la practicaremos más
plenamente conforme transcurran los años. Por esto es tan bueno comenzar
pronto.
Y luego déjenme decir
que haberle entregado su corazón a Jesús
cuando eran jóvenes les dará mucha confianza en los años por venir.
Me alegra ver aquí a algunos
muchachos y muchachas esta noche. Ahora, mis queridos niños, que Dios los
conserve para que lleguen a ser ancianos y ancianas, y cuando su cabello esté
gris y se estén debilitando y sepan que van a morir pronto, será muy deleitable
que sean capaces de decir: “Oh, Señor, yo te he conocido desde mi juventud, y
hasta aquí he declarado Tus portentosas obras. Ahora que soy anciano y tengo
cabellos grises, oh Dios, no me abandones”. Habrá mucha fuerza en la petición,
pues si tenemos un siervo fiel no le echamos fuera cuando envejece. “Ah” –dices
tú- “él no puede hacer mucho ahora. El anciano se está poniendo muy débil, no
puede ver ni oír como solía hacerlo, y sus movimientos son lentos”; pero, por
otro lado, ves que el buen anciano ha estado con nuestra familia desde que era
un muchacho, y ¿crees tú que vamos a prescindir de él ahora? No, el Señor no
echará fuera a Sus viejos siervos. No les dirá: “He recibido lo mejor de
ustedes; me han dado sus años jóvenes, y me han dado su madurez, pero ahora
pueden salir a mendigar y tendrán que cuidarse solos”. No, así es como podrían
hablar el amalecita o el ismaelita, pero el Dios de Israel nunca desampara a Su
pueblo. Él dice: “Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo;
yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré”. Oh, ustedes que se han entregado
a Jesús por medio de Su gracia rica y soberana cuando eran jóvenes, yo sé que
ustedes sienten que este es un dulce argumento que pueden interponer con Dios:
“Ahora, Señor, no me desampares”. Entonces, jóvenes, si quieren guardar un precioso
tesoro de consolación cuando ‘se oscurezcan los que miran por las ventanas’
(Ec. 12: 3), si quieren tener fuerza para el tiempo de debilidad, si quieren
tener consuelo para el día cuando ‘los endechadores anden alrededor por las
calles’ (Ec. 12: 5), si, por encima de todo, quisieran tener apoyo cuando vayan
a su hogar eterno, entréguense ahora a Jesús. Oh, que esta sea la noche precisa
en que puedan encorvar sus hombros al fácil yugo del manso y humilde Salvador,
y así encontrarán descanso para sus almas.
II. Ahora
voy a darle otro significado al texto; que el Espíritu Santo lo bendiga. En
segundo lugar, BUENO LES ES A LOS JÓVENES CRISTIANOS LLEVAR EL YUGO DE JESÚS.
¿Qué queremos decir con esto?
Un buen número de
ustedes han sido convertidos recientemente, y a ustedes me dirijo muy sinceramente.
Será por su bien mientras vivan que rindan una completa obediencia desde el mero principio a Jesús. Me parece que algunos cristianos
emprenden su camino a Canaán de una manera completamente desordenada; no
comienzan su peregrinación según la práctica apropiada que siguen los
peregrinos. Cuando es convertido, todo joven cristiano debería tomar tiempo
para considerar y se debería decir: “¿Qué debo hacer? ¿Cuál es el deber de un
cristiano?” También debería decirle devotamente al Señor Jesús: “Señor, muéstrame
qué quieres que haga”, y esperar la guía del Espíritu Santo.
Dos jóvenes fueron
convertidos a Dios no hace mucho tiempo; uno de ellos asistía aquí, y el otro
iba a otro lugar de adoración. Hablaron entre sí acerca de cuál era la forma
correcta de confesar a Jesucristo: ellos no lo sabían muy bien pero tenían la
intención de descubrirlo. Pidieron prestadas las llaves de una capilla
independiente vecina, y entraron y pasaron algunas horas día tras día leyendo
juntos el Nuevo Testamento y buscando en cada pasaje que se refiere al
bautismo. El resultado fue que ambos vinieron y fueron bautizados en este
lugar. Yo desearía que todos los cristianos, al comenzar, miraran a esa
ordenanza, y a cada punto en disputa, y vieran cuál es la mente de Dios al
respecto. Escudriñen las Escrituras y vean por ustedes mismos. No digan: “Yo he
estado siempre con los episcopalianos, y por tanto, yo debería hacer como hacen
en esa iglesia”. O, “yo he estado siempre con los bautistas”, o “con los
wesleyanos”. Mis queridos amigos, esas personas no pueden hacer reglas para
nosotros. He aquí nuestra guía: esta Biblia. Si yo quiero ir por tren, uso
A continuación, bueno le
es al hombre llevar el yugo desde su juventud, es decir, con el fin de alcanzar una clara instrucción en la verdad
divina. Debemos acudir al Señor Jesucristo para aprender de Él, no
meramente acerca de ordenanzas y acciones, sino acerca de qué pensar y qué
creer. Oh, cómo deseo que cada uno de nosotros hubiera podido comenzar, con
respecto a nuestros sentimientos doctrinales, presentando nuestras mentes a
Cristo como una hoja de papel en blanco para que Su Santo Espíritu escribiera
allí la verdad. Ay, comenzamos con muchas líneas escritas sobre nosotros por la
pluma del prejuicio. Querido amigo, si has sido convertido a Dios, debes sentarte
ahora a los pies de Jesús para aprender todo de Él y no para llevarle tus
puntos de vista. Estas son expresiones comunes: “mis conceptos”, y “mis
opiniones”, y “yo soy de tal persuasión”. Amados, sean persuadidos por Cristo,
pues esa es la única persuasión que vale la pena seguir. Tomen sus conceptos de Él; no vale la pena tener
ningún otro concepto de las cosas celestiales y eternas. “Oh” –dice alguien-
“pero entonces pudiera ser que no sean tus
conceptos”. Precisamente así es, y yo no te pido que tomes mis conceptos;
por otro lado, yo te exhorto delante de Dios que nunca creas nada porque yo lo
diga, sino que únicamente escuches atentamente a mi Maestro, y que sólo
entregues tu fe al Libro infalible. Les instamos a esto porque, aun si creyeran
en la verdad porque nosotros la decimos, no habrían creído en ella de la manera
correcta. La verdad debe ser aceptada porque es verdadera y porque la autoridad de Jesucristo les comprueba que es verdadera, no porque dé la casualidad que
algún pobre mortal que se pare a predicar posea autoridad para decidir sobre
tales cuestiones. Nosotros no tenemos ninguna autoridad para asegurar sobre
nuestro propio ipse dixit, (él mismo lo
dijo) que algo es verdad. Nosotros
somos simplemente unas trompetas en los labios de Cristo cuando hablamos con
poder; y algunas veces, ay, tocamos nuestras propias trompetas en vez de dejar
que Jesucristo toque a través de nosotros, y entonces somos peores que
inútiles. Los exhorto a que lleven el yugo en su juventud estudiando duro para
conocer cuál es el camino, y la verdad y la vida, de labios del propio Jesucristo,
siendo enseñados por el Espíritu de Dios. Bueno es que hagan eso.
Bueno les es a los jóvenes convertidos llevar el yugo comenzando pronto
a servir a Jesús. Me gusta ver que la madre, cuando trae a su pequeñito
a la casa de Dios, ponga un centavo en su mano y le enseñe pronto a contribuir
a la causa de Cristo; y cuando las personas son convertidas no hay nada como
tener muy pronto algo que hacer. No se trata de que deban intentar hacer las
grandes cosas que pertenecen a los más avanzados e instruidos, pues respecto a
algunos de ellos debemos aplicar la regla, “No un neófito, no sea que
envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”. Pero cada creyente tiene
algo que hacer en la viña de Cristo. Hay trabajo para los niños, hay trabajo
para los jóvenes, hay trabajo para las mujeres, y es bueno comenzar pronto. El
Señor Jesucristo, a quien complació tanto la blanca de la viuda, está muy
complacido con el amor que siente un niño por Él. Nosotros, los mayores, somos
muy propensos a pensar: “¿qué puede hacer una niñita por Jesús?” Oh, pero si
esa niñita no hace nada por Jesús ahora que es salva, es muy probable que
crezca y se convierta en una cristiana indolente, y no sirva al Señor como
debería hacerlo en los años subsecuentes.
¿Saben? Me gusta ver los
arbolitos que ponen en los jardines, esas pequeñas pirámides y otros árboles
enanos; me gusta ver que aun desde el principio producen un pequeño fruto.
Algunas veces creo que las peras, cuando sólo hay una o dos de ellas en el árbol,
tienen un sabor mucho más exquisito que las que están en un árbol grande, que
con demasiada frecuencia han perdido en calidad lo que han ganado en cantidad.
Lo que es hecho para Jesucristo por jóvenes cristianos, por cristianos débiles,
por cristianos tímidos, tiene con frecuencia un sabor muy delicado y precioso
para el paladar de Jesús. Es bueno comenzar a servirle en nuestra juventud.
“Ah” –dice alguien- “yo
voy a comenzar cuando pueda predicar”. ¿Lo harás? Mejor sería que comenzaras
escribiéndole una carta a ese joven amigo con quien fuiste a la escuela. Sería
mejor que comenzaras entregando un opúsculo en algún área, o que trataras de
hablar con alguna persona joven de tu propia edad. El orgullo te impulsará a desear
ser grande, pero el amor por Jesús te enseñará que las cosas pequeñas son
aceptables para Él. Bueno les es a los jóvenes varones –bueno les es a las
jóvenes damas- llevar el yugo del servicio tan pronto son convertidos a Dios.
Es bueno también que
cuando comenzamos a servir a Dios llevemos el yugo en otro sentido, es decir, encontrando dificultades. Si estuviera
en mi poder hacer que el camino de servir a Cristo fuera muy fácil para cada
joven cristiano aquí presente, yo no lo haría. Si fuera posible hacer grata
toda obra en la escuela dominical, yo no lo haría. Si fuera posible hacer que
ponerse a predicar al aire libre fuera algo muy grato, no lo haría. Bueno les
es a ustedes llevar el yugo. Bueno es que su servicio implique abnegación y que
pruebe su paciencia. Bueno es para ustedes que las niñas no sean muy
disciplinadas, y que los niños no sean muy dóciles cuando los reciben en la
clase. Bueno es para ustedes que la multitud no se quede quieta ni que los
escuche mansamente. Bueno es que los infieles les hagan preguntas feas mientras
predican en la calle. Bueno es, lo sé, que el joven ministro se encuentre con
miembros de la iglesia que sean curiosos, e incluso que se encuentre con un
adversario que tenga la intención de destituirlo. Bueno le es a un verdadero
obrero que el diablo se esfuerce por acabar con él, pues si Dios lo ha levantado,
no puede ser reprimido, pero el intento de vencerlo le hará bien, desarrollará
su músculo espiritual y sacará a relucir los poderes de su mente. Una senda muy
fácil no sería benéfica para nosotros. Consideren a David después de que Samuel
derramó el óleo sobre su cabeza y le ungió para que fuera el futuro rey de
Judá; habría sido algo muy malo para él que hubiera esperado en una apacibilidad
ignominiosa y que hubiera dormitado durante el intervalo. Pero tomen a David y
envíenlo al desierto para cuidar ovejas; llévenlo a la corte de Saúl y que Saúl
le arroje una jabalina; envíenlo a pelear con Goliat; destiérrenlo después a
los senderos de las cabras salvajes, y oblíguenlo a vivir en las guaridas y en
las cuevas y háganlo luchar por su vida, y mediante este proceso educarán a un
héroe apto para gobernar a Israel. Él ya no viene al trono como un joven rubio
sino como un hombre de guerra desde su juventud, y, por lo tanto, está listo
para herir a los filisteos o a los hijos de Amón como el adalid del Señor de
los Ejércitos. Bueno es, entonces, llevar el yugo en el sentido de asumir el
servicio por Jesús y encontrar dificultades en él.
Y es bueno aun en otro
sentido. Es bueno que enfrenten persecución
en su juventud. Si fuese posible tomar a cada joven cristiano y ponerlo en
el seno de una familia piadosa y no dejarlo entrar en el mundo del todo, sino
conservarlo siempre en el regazo materno, si fuese posible tomar a cada obrero
y garantizar que sólo va a trabajar en una fábrica donde cantan salmos de la
mañana a la noche, donde nadie maldice nunca, donde nadie expresa jamás una
palabra de burla en su contra, vamos, yo digo que si fuera posible hacer eso,
no sé si sería sabio hacerlo. Mantener a la gente fuera de la tentación es algo
sumamente adecuado, y ninguno de nosotros tiene ningún derecho de poner una
tentación en el camino de otro; pero es bueno que seamos tentados algunas
veces, pues de otra manera no conoceríamos la condición real de nuestros
corazones, y pudiéramos estar pudriéndonos con un orgullo interior mientras
florecemos con una moralidad externa. La tentación nos hace saber cuán débiles
somos, y hace que nos pongamos de rodillas. Prueba nuestra fe y prueba nuestro
amor, y nos hace ver si nuestras gracias son genuinas o no. Cuando la religión
se pone sus zapatillas de plata y sale caminando con sus aretes de oro, a todo
el mundo le encanta salir con ella, pero el cristiano honesto y sincero seguirá
la verdad de Jesucristo cuando va descalza a través del cieno y del fangal, y
cuando sus vestidos han sido manchados por manos impías. En esto está la prueba
de lo verdadero y el desenmascaramiento de lo engañoso. No sería bueno que estemos
exentos de la persecución, y de la calumnia y de la prueba; bueno le es al
hombre llevar este yugo en su juventud. Un cristiano es una planta resistente.
Hace muchos años trajeron a Inglaterra un alerce. El caballero que lo trajo lo
puso en su invernadero pero no se desarrolló de una manera saludable. Era una
cosa larguirucha, y entonces el jardinero, pensando que no podía hacer nada al
respecto, lo arrancó y lo arrojó afuera en un muladar. Allí creció y se
convirtió en un espléndido árbol pues había encontrado la temperatura apropiada
para su naturaleza. El árbol estaba destinado a crecer cerca de la nieve; ama
los vientos fríos y la intemperie pero habían estado haciendo que sudara hasta
la muerte en un invernadero. Lo mismo sucede con el verdadero cristianismo.
Raramente florece tan bien en medio de la comodidad y el lujo a como lo hace en
la gran tribulación. Los cristianos son con frecuencia mucho más fuertes y mejores
cuando son arrojados donde no tienen
ningún compañero cristiano ni estímulos benévolos. Así como la libertad
usualmente favorece a los rudos montañeses cuyos escarpados montes los han
hecho valientes y resistentes, así visita la gracia abundante, como regla, a
quienes experimentan la gran lucha de la aflicción y a través de mucha
tribulación heredan el reino.
Además, yo creo que
bueno les es a los jóvenes cristianos experimentar
muchos problemas en el alma. Mis tempranos días de reflexión fueron días de
amargura. Antes de que encontrara a un Salvador fui arado con el arado del
subsuelo de terribles convicciones. Mes tras mes busqué pero no encontré
ninguna esperanza. Conocí la plaga de mi corazón, el desesperado mal de mi
naturaleza y en este momento tengo motivos para agradecer a Dios por esa larga
estación invernal. Estoy seguro de que fue buena para mi alma. Como regla
general hay un período de oscuridad en algún punto u otro de la vida cristiana:
si lo tienes al principio es probable que no lo experimentes de nuevo; pero si no
lo tienes al principio es muy probable que atravieses la nube en algún otro
momento. Es bueno que se acabe. “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su
juventud”. Algunos amigos parecieran haber encontrado un obvio camino para ir
al cielo. Si el suyo es el camino correcto estoy seguro de que me deleita mucho,
pero más bien tengo mis dudas, pues me encuentro con quienes han probado el
tren elevado, y están grandemente desanimados porque el tren no corre tan tersamente
como se esperaba. Han estado viviendo una quincena completa –bien, no enteramente sin pecado- pero muy cerca
de ello. Han triunfado y vencido completamente, y se han elevado en un globo
durante una quincena. Por supuesto que bajaron otra vez, y algunos descienden
con una terrible caída. Los mejores de ellos vienen y dicen: “Querido pastor,
temo que no soy un hijo de Dios. Me siento muy desventurado, y sin embargo, me
sentía muy feliz y muy santo”. Yo les he dicho: “Sí, te viste subiendo y por
tanto tuviste que bajar. Si te hubieras quedado
abajo no hubieras tenido que descender”.
Me aterra, respecto a algunos jóvenes, cuando ascienden en un globo hasta
las estrellas; yo desearía que continuaran sintiendo humildemente que no son
nada y que no son nadie, y que Cristo lo es todo. En general es mucho mejor que
un hombre sea tímido y que tiemble a que se vuelva pronto muy confiado en la
vida. “Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios” es un texto
escriturario –no el miedo esclavo, ni tampoco un miedo que duda de Dios, pero
aun así un miedo. Hay un mundo de diferencia entre dudar de Dios y dudar de uno
mismo; puedes tener todo lo que quieras de lo último y aun puedes llegar a
desesperar de ti mismo, pero no hay ninguna razón por la que debas dudar del
Señor. “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud”: ser conducido
a sentir el peso del pecado, la mano castigadora de Dios, y quedarse dando
voces en la oscuridad, diciendo: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!
Yo iría hasta su silla”. Estas pruebas severas prestan un servicio esencial
para el creyente recién nacido, y le preparan tanto para los disfrutes como
para las aflicciones de su carrera espiritual.
III. Voy a concluir con este
último encabezado. Hermanos y hermanas, prácticamente TODOS NOSOTROS SOMOS
JÓVENES. Veo algunas cabezas con cabellos grises y veo a algunos calvos por
aquí, y sin embargo, pertenecen a personas menores de edad. Mi querido hermano,
aunque tengas setenta años o más, con todo, no has alcanzado la mayoría de edad
en el reino celestial, pues si fueras mayor de edad ya tendrías tus posesiones.
Ninguno de nosotros alcanzará la mayoría de edad mientras no entremos en el
cielo. Todavía estamos bajo tutores y ayos porque aun ahora somos como niñitos.
No hemos llegado a ese período en el que seremos aptos para disfrutar de todas
las dichas del cielo, pues si lo fuéramos, seríamos trasladados a la casa de
nuestro Padre para gozar de inmediato de nuestra herencia. Todavía estamos en
nuestra juventud. Bien, bueno nos es llevar el yugo en el presente, y continuar
llevándolo todavía. Bueno es, mi querido hermano, que nosotros que hemos
recorrido alguna distancia en el camino al cielo tengamos todavía alguna carga
que llevar porque nos capacita para honrar a Cristo todavía. Si no sufrimos con
Él, ¿cómo podemos tener compañerismo con Él? Si no tenemos que llevar ninguna
cruz, ¿cómo podemos tener comunión con nuestro Señor, el principal portador de
la cruz? Alegrémonos de no ser liberados de la tribulación, de que no seamos
protegidos de la aflicción, sino que se nos permita glorificar a Dios mediante
la paciencia, mediante la resignación y mediante una fe inconmovible. No le
pidas al Señor que no tengas ningún problema, sino recuerda más bien que sólo
tienes un poco de tiempo en el cual puedes ser paciente, sólo un poco de tiempo
en el que puedes llevar una cruz, y por tanto, te incumbe usar bien cada
momento. Unos cuantos soles giratorios más y estarás donde no habrá que llevar
ninguna cruz, donde no habrá que enfrentar ninguna aflicción, y, por tanto,
donde no habrá ningún espacio para la paciencia y ninguna oportunidad de
resignarse a la voluntad divina. Conténtate con llevar el yugo ahora, pues sólo
se trata de un poco de tiempo y después ya no tendrás más ese honor.
Bueno también nos es a
todos nosotros llevar el yugo, porque así mantenemos
al viejo Adán bajo control. Ese viejo Adán es algo maravillosamente vivaz.
Se ha reportado que ha muerto una gran cantidad de veces, pero yo sé con
certeza que todavía está lleno de vitalidad. Cuando tenemos problemas, el viejo
y altanero Adán a menudo pareciera estar callado y no tiene mucho éxito para
impedir que oremos y, por consiguiente, en tiempos de problemas, a menudo disfrutamos
de nuestros momentos de devoción más dulces. Por la bondad del Señor escapamos
de la tribulación, pero, ay, el viejo Adán levanta pronto su altiva cabeza de
nuevo. Dice: “Ah, tú eres un favorito del cielo y tu monte permanece firme. Tu
aflicción ha sido santificada para ti y has crecido en gracia muy sorprendentemente.
El hecho es que tú eres un individuo muy excelente”. Sí, esa es la manera del
viejo Adán, y siempre que ve una oportunidad regresa a su antiguo juego
adulatorio. Siempre que seas tentado a ser vano debes decirte: “Yo te conozco,
viejo Adán. Yo te conozco, y no voy a ceder a tus astutas estratagemas”. ¿Qué
sucede cuando nos volvemos presumidos? Vamos, el yugo regresa pesadamente a
nuestros hombros otra vez. Caemos en otro problema, y entonces el viejo Adán
está sobre los estribos de nuevo, y comienza a refunfuñar y a rebelarse. La
carne comienza a desesperar orgullosamente mientras que un poco de tiempo antes
se jactaba. En las manos del Espíritu las pruebas son de una gran ayuda para
vencer a las corrupciones. Es un asunto muy difícil que un hombre sea rico y
que prospere en este mundo, que esté tranquilo y goce de un largo periodo de
salud y que todo le salga a pedir de boca, y sin embargo, que sea un cristiano.
Cuando el camino está muy allanado muchos caen, pero cuando el camino es áspero
hay un buen apoyo para los pies, y es menos que probable que tropecemos. Cuando
las tribulaciones llegan nos azotan para que regresemos a casa, a nuestro Padre
celestial. Las ovejas no se descarrían tanto cuando el perro negro va tras
ellas; sus ladridos las hacen correr hacia el pastor. La aflicción es el perro
negro del Buen Pastor que nos lleva de regreso a Él, pues de otra manera nos
extraviaríamos para nuestra ruina. Nosotros no somos mejores que David y
podemos confesar honestamente como él lo hizo: “Antes que fuera yo humillado,
descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra”. Por lo tanto bueno nos es a
nosotros, los que somos jóvenes espiritualmente aunque seamos viejos según la
carne, llevar el yugo mientras nos encontramos todavía en nuestra juventud.
Además, queridos amigos,
haber conocido la aflicción nos hace muy útiles
para otros. No veo cómo podemos identificarnos con otros si nosotros mismos
no somos probados nunca. Yo conozco a un amado hermano que tiene tal vez
cincuenta años de edad, que no se había enfermado ni un solo día, y él me dijo
que casi no sabía lo que era el dolor físico excepto cuando una persona pesada
le pisó los dedos de los pies. Bien, él ahora es un buen hermano, pero cuando
trata de identificarse con alguien es como si fuera un elefante recogiendo un
alfiler, o Hércules con una rueca; lo hace en efecto, pero es una cosa ante la
cual hay que asombrarse. Si le dices que estás abatido, él te mira y trata de
decirte cosas muy amables, pero no entiende tu abatimiento. Ahora, sería una
gran lástima que un ministro cristiano careciera del poder de identificarse con
los demás, ¿no es cierto? Oh, den gracias a Dios por los problemas, porque
enternecen el corazón y enseñan a los labios el arte de la consolación. En
ausencia de problemas, tú podrías ser un Boanerges, pero no puedes ser nunca un
Bernabé; podrías ser un hijo del trueno, pero no serás nunca un hijo de la
consolación. Como deseamos servir a otros, demos gracias a Dios porque Él nos
capacita para hacerlo haciendo que llevemos el yugo en nuestra juventud.
Además, ¿acaso no es
bueno llevar el yugo mientras estamos aquí ya
que hará mucho más dulce el cielo? ¡Oh, cuán dulce será el cielo para esa
mujer postrada en su lecho, que ha yacido estos veinte años en su desvencijada
cama, y que casi no ha tenido ni una sola noche de descanso ininterrumpido!
¡Qué descanso será el cielo para ella! Yo conozco a un buen varón que vive a
menos de dos millas de este lugar, que ha estado postrado sin poder moverse durante
dieciocho años. No conozco a un hombre más feliz que él. Es una delicia verle;
pero, aun así, qué cambio será para él pasar de ese lecho del que no puede
levantarse a estar sobre el mar de cristal y ondear para siempre la rama de
palma, y extraer música del arpa celestial. ¡Qué transformación será! ¡Cuán
grande será el cambio para una pobre mujer cristiana que está muriendo en un
asilo para indigentes cuando sea transportada por ángeles al seno de Abraham! ¡Qué
cambio será para el mártir que está quemándose lentamente hasta morir en la
hoguera, pero que luego se levantará para contemplar la gloria de su Señor! ¡Qué
cambio será para ti, mi viejo y querido amigo, con todos esos dolores y
achaques que hay en ti que te hacen sentir incómodo aun cuando estás sentado
aquí! Ah, amigo de canosa barba, pronto serás joven. No habrá arrugas en tu
frente. No vas a requerir esos anteojos; no vas a necesitar ese bastón sobre el
cual te apoyas; tú serás tan fuerte como el más joven aquí presente. Cuando estés
ante el trono de Dios difícilmente reconocerás ser la misma anciana mujer que
solías ser, o el mismo hombre enfermizo que fuiste hace poco tiempo. Serás
desvestido de la casa de arcilla, y tu joven alma saltará a lo alto desde el
viejo cuerpo y estará presente con el Señor; y entonces el sepulcro será un
crisol en el que la escoria de la carne será consumida; y después de algún
tiempo tu cuerpo se levantará, y ya no estará ni viejo, ni demacrado, ni
gastado, sino que estará lleno de belleza como el cuerpo glorioso de tu
Maestro. Esto debe darte gozo en todo momento; debe ser bueno que lleves el
yugo, viendo que por ese medio el cielo será hecho más plenamente cielo para ti
una vez que alcances su descanso eterno.
“El camino puede ser áspero, pero no puede ser largo;
Así que allanémoslo con esperanza, y animémoslo con cantos”.
Porción de
Nota del traductor:
1) Alerce: árbol pináceo
de tronco recto y liso, ramas abiertas y hojas blandas de color verde claro.
Traductor: Allan Román
23/Enero/2013