El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano

Luz Para Quienes Están Asentados en Tinieblas

NO. 1010

 

SERMÓN PREDICADO LA MAÑANA DEL DOMINGO 10 DE SEPTIEMBRE 1871

POR CHARLES HADDON SPURGEON

EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES.

 

“Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció”. Mateo 4: 15, 16.

 

Lleno de amor por el lugar en el que había crecido, nuestro Señor fue a Nazaret y predicó las inmejorables nuevas en la sinagoga; pero, ay, al mayor de los profetas y al Señor de los profetas no se le rindió ningún honor en Su propia tierra. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Después de ser expulsado con violencia de la ciudad, el Manso encaminó sus pasos en otra dirección; sin embargo, aun cuando podía estar justamente indignado, el amor guiaba Sus pasos. Debía irse, pues los nazarenos habían demostrado ser indignos, pero, ¿adónde iría? Decide ir a los marginados, a la parte más olvidada de Su tierra, a esa región en la que la población estaba mezclada y era degenerada al grado de ya no ser llamada Galilea de los judíos, sino Galilea de los gentiles; región en la que por su lejanía con Jerusalén poco se sabía de la adoración del templo; en la que el error era endémico; en la que las mentes de los pobladores estaban envueltas en tinieblas y sus corazones se encontraban en la región de sombra de muerte. La pérdida de Nazaret sería la ganancia de Galilea. Como Su juicio en contra de un lugar es suspendido en misericordia, hay algunos en esta casa a quienes se les ha predicado sobre Jesús con frecuencia desde su propia niñez, pero hasta este momento han rehusado obedecer el mandamiento del Evangelio. Pudiera ser que ahora les diera la espalda; yo oro pidiendo que no lo haga todavía. Con todo, al apartarse de ellos, tratará con otros según Su misericordia. Así como la exclusión de los judíos fue la salvación de los gentiles, así la exclusión de estos seres privilegiados abrirá una puerta de misericordia y esperanza para quienes no han gozado anteriormente del privilegio. A quienes no están familiarizados con las voces del Evangelio, a quienes se consideran más indignos que el resto de la humanidad, a quienes por estar desanimados y desesperados escriben contra sí mismos amarguras, a todos ellos se les envía el Evangelio. Así como en tiempos antiguos el Señor predicó a Zabulón y Neftalí y el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz, de igual manera Él es proclamado entre ustedes este día.

 

Por el texto pareciera que algunas personas están asentadas en mayor oscuridad que otras; y que, en segundo lugar, para tales personas hay una esperanza de luz; pero que, en tercer lugar, toda la luz que les vendrá está en Cristo; y, en cuarto lugar (¡óptimas nuevas!) esa luz ya ha resplandecido a su alrededor; sólo tienen que abrir sus ojos para disfrutarla.

 

I.   ALGUNAS ALMAS ESTÁN ASENTADAS EN MAYOR OSCURIDAD QUE OTRAS. Por el texto pareciera que así sucedía en los días de Cristo, y ciertamente así sucede ahora. La soberanía divina está presente en todos los tratos de Dios. Él no distribuye el privilegio de oír el Evangelio a todos por igual, pues algunas tierras no han sido holladas todavía por los pies de un misionero, mientras que aquí el Evangelio es predicado en las esquinas de todas nuestras calles. Algunos, por las circunstancias específicas de su nacimiento y extracción, nunca han participado en la adoración de Dios, mientras que otros, incluso antes de tener la discreción de escoger, fueron llevados en brazos de sus padres al lugar donde se acostumbra hacer oración. Dios distribuye Su gracia y Sus privilegios según le agrade.

 

En el texto, esas personas que estaban ubicadas en circunstancias más deplorables que otras son descritas, primero, como asentadas en tinieblas: “El pueblo asentado en tinieblas”; con lo cual se quiere significar, primero, la ignorancia. Los galileos eran notorios ignorantes. Había habido pocos maestros de la ley en su medio. No conocían ni siquiera la letra de la ley. Así también hay muchas personas para quienes el Evangelio es casi desconocido, incluso en su parte teórica. Pudiera ser que en este país hayan asistido desde su juventud a los lugares de adoración, pero no han oído nunca el Evangelio, pues el Evangelio escasea en algunas sinagogas; oirán filosofía, oirán que se proclama el ceremonialismo y el sacramentalismo, pero esta verdad bendita: “Cree y vivirás”, es empujada hasta el fondo, así que los hombres alcanzan la mayoría de edad, sí, e incluso llegan hasta su vejez en la cristiana Inglaterra, y, con todo, el plan de salvación por la justicia de Jesucristo pudiera ser algo desconocido para ellos. Se asientan en las tinieblas de la ignorancia.

 

La consecuencia es que otras tinieblas se suceden, las tinieblas del error. Ya que han de tener alguna fe, los hombres que desconocen la verdad escogen muchos inventos, pues, si no son instruidos por Dios, Satanás pronto los alecciona y ellos se vuelven competentes estudiantes en su escuela. Galilea era notable por las herejías que allí abundaban. Pero qué misericordia tan grande es que Dios salve a los herejes. Aquellos que por haber recibido falsa doctrina han agregado más tinieblas a sus tinieblas, pueden ser conducidos aún a la gloriosa luz de la verdad. Aunque hubieren negado la Deidad de Cristo, aunque hubieren dudado de la inspiración de la Escritura, aunque hubieren caído en muchas trampas y en los hoyos de la falsa doctrina, con todo, cuando el Pastor Divino busca a Sus ovejas descarriadas, las encuentra y las lleva de regreso a casa.

 

Por estar asentadas en las tinieblas de la ignorancia y del error, esas personas estaban envueltas en las tinieblas del malestar y de la aflicción. La oscuridad es un tipo revelador de la aflicción. La mente que no conoce a Dios no conoce el mejor reposo del corazón. No hay ningún solaz para nuestras aflicciones como el Evangelio de Jesucristo, y quienes lo ignoran son bamboleados en un mar tormentoso sin ningún anclaje. Gloria sea dada a Dios porque cuando la aflicción trae una medianoche, la gracia puede transformarla en mediodía.

 

Estas tinieblas de aflicción iban sin duda acompañadas de mucho miedo. Nosotros no amamos las tinieblas porque no podemos ver lo que está frente a nosotros, y, por tanto, unos peligros imaginarios nos alarman; y, de igual manera, quienes ignoran la luz de Cristo son con frecuencia víctimas de un pánico supersticioso; sí, y surgirán también miedos verdaderos y bien fundados, pues sentirán terror de la muerte, y del tribunal de Dios y de la sentencia de la justicia. Créanme que no hay tinieblas tan negras como el horror que aprisiona a muchas conciencias despiertas, cuando ven su inminente ruina pero no pueden encontrar un Salvador; cuando sienten su pecado pero no pueden ver la manera en que puede ser expiado.

 

Entonces, ya hemos considerado una porción de esta triste condición. Tal vez sea una descripción de algunos de ustedes.

 

Se dice a continuación que el pueblo estaba “asentado en tinieblas”. Mateo no cita literalmente a Isaías; pienso que lo modifica a propósito. Isaías, en su capítulo noveno, habla de un pueblo que “andaba en tinieblas”. Pero aquí el evangelista habla de un pueblo que estaba “asentado en tinieblas”. Ese es un estado más desesperanzado. El hombre que camina es activo, dispone todavía de alguna energía, y puede alcanzar un punto más brillante; pero un hombre que está sentado está inactivo, y probablemente permanecerá donde está. “El pueblo asentado en tinieblas”… como si hubiese estado asentado durante largo tiempo y estaría asentado por más tiempo todavía. Estaban asentados como si hubiesen quedado petrificados. Estaban “asentados en tinieblas”, probablemente por causa de la desesperación. Hasta cierto punto se habían esforzado por alcanzar la luz, pero no habiéndola encontrado, renunciaron a toda esperanza. Sus desalentados corazones les decían que muy bien podrían ahorrarse esos inútiles esfuerzos, por lo que se sentaron con la impasibilidad de la desesperanza. ¿Por qué habrían de ejercitarse más? Si Dios no quería oír sus oraciones, ¿por qué habrían de seguir orando? Por ignorar Su abundante gracia y el camino de la salvación por Su Hijo, se consideraban como entregados a la perdición. Ellos estaban “asentados en tinieblas”. Tal vez habían estado asentados durante tanto tiempo que alcanzaron un estado de insensibilidad e indiferencia, y esa es una horrible condición de corazón; pero, ¡ay!, es muy común. Decían: “¿Qué importancia tiene, ya que no hay ninguna esperanza para nosotros? Puesto que será lo que el destino señale, nos quedaremos sentados y no vamos a clamar ni vamos a orar”. He conocido a muchas personas que no sólo están sumidas en esas tinieblas, sino que están contentas a medias con desafiar el terrible futuro y esperar sombríamente hasta que la nube de la tormenta irrumpa sobre ellos. Es una condición sumamente triste y desgraciada, pero qué bendición es que tengamos este día un Evangelio que podemos predicar a personas como ellas.

 

Nuestra descripción no es completa, pues el texto procede a hablar de esas personas como asentadas “en región de sombra de muerte”, es decir, que vivían en un territorio que parecía ser gobernado por la muerte y ser el coto de caza y la residencia natural de la muerte. Muchos seres en este momento y en esta ciudad están viviendo verdaderamente en los dominios de la muerte espiritual. La muerte los rodea por todas partes. Si han entrado en esta casa esta mañana, la suya es una excepción a su posición general. Regresarán a casa a un hogar que quebranta el día de guardar. Habitualmente oyen juramentos, un lenguaje profano y canciones lascivas y así respiran el hedor del osario. Si llegaran a albergar un pensamiento bueno, sería ridiculizado por quienes los rodean. Moran como si fuese entre tumbas, con seres cuyas bocas son sepulcros abiertos que vierten todo tipo de cosas nocivas. ¡Qué condición tan triste! Estando ahora un poco despiertas, tal vez a esas pobres almas les parezca que todo alrededor suyo profetiza la muerte. Tienen miedo de dar un paso por el riesgo de que la tierra abra una puerta que conduzca al pozo del abismo.

 

Cuando estaba bajo convicción, recuerdo muy bien cómo todo el mundo parecía estar coludido en mi contra, incluyendo las bestias del campo y las piedras que se encontraban allí. Me preguntaba entonces si los cielos podrían refrenarse de caer sobre mí, o si la tierra podría reprimirse de abrir su boca para tragarme. Yo estaba bajo la sentencia de la ira divina y sentía como si estuviese en la celda de un condenado y como si toda la creación no fuera sino las paredes de mi calabozo. “Asentados en región de muerte”.

 

Pero se agrega que estaban asentados “en región de sombra de muerte”, esto es, bajo su fría, venenosa y depresiva sombra; como si la muerte sombría pendiera sobre ellos en todo lo que hacían y su sombra impidiera el paso de la luz del cielo. Están asentados allí esta mañana; se están diciendo: “Prediques como prediques, amigo, nunca podrás consolarme; podrías hablarme del amor y de la misericordia, pero nunca seré consolado por eso; estoy congelado hasta mi propia médula, como si la helada de la muerte me hubiese herido; soy incapaz de esperar ahora, o de orar siquiera, pues hasta mis deseos están muertos. Mi alma es como un gélido cadáver”.

 

Y está también implícito que para ellos la muerte misma está muy cercana, pues quienes se encuentran bajo la sombra de algo, están cercanos a la cosa misma; y el pecador, atónito y azorado ante la culpa de su pecado, está seguro sólo de una cosa: que está en peligro inminente de ser arrojado en el infierno. He conocido a algunas personas que tienen miedo de cerrar sus ojos en la noche por el peligro de tener que abrirlos en los tormentos; otros han tenido miedo de irse a la cama por el peligro de que su lecho se convierta en su féretro; no han sabido qué hacer en razón de su depresión de espíritu. El lenguaje de Job ha sido el suyo: “Está mi alma hastiada de mi vida”. Para mí es claro que la descripción del texto retrata con mucha precisión a muchos de los hijos de los hombres. Yo le pido a Dios que ni una sola de ustedes, pobres almas en tinieblas, sea tan insensata como para tratar de excluirse de ello, aunque la perversidad del desaliento es tal que temo grandemente que pudieran hacerlo. Por pequeñas que hagamos las redes del Evangelio, hay ciertos pececillos que encontrarán la manera de escapar de sus benditos esfuerzos; aunque procuramos identificar al personaje, lo perdemos debido a la singular destreza de la desesperación. El hecho es que cuando un hombre está enfermo por el pecado, su alma aborrece todo tipo de alimento y a menos que el amado médico intervenga, morirá de hambre con el pan de vida dispuesto ante sí. Queridos amigos, que el Señor los visite con Su salud salvadora, y que les dé a los más tristes de ustedes gozo y paz en la fe.

 

II.   Habiendo proporcionado la descripción de los que están en tinieblas, pasemos ahora al segundo punto. HAY ESPERANZA Y LUZ PARA QUIENES ESTÁN EN UNA PEOR CONDICIÓN QUE OTROS.

 

El Evangelio llegó a la tierra sumida en sombras de Zabulón y Neftalí, y el Evangelio ha venido por siempre como una luz alentadora y rectora para las almas envueltas en tinieblas; y hay buenas razones por las que deba ser así. Pues, primero, el Evangelio ha cosechado un fruto muy rico entre tales personas. Cristo ha obtenido grandes trofeos en medio de las naciones bárbaras. La pobre etnia Karen es una maravilla de la gracia; los caníbales de las Islas de los Mares del Sur son unos milagros de la misericordia, y entre los etíopes, que antes fueron esclavos, hay corazones cálidos y amorosos que se regocijan en el nombre de Jesús. Me aventuraré a decir que en esta ciudad no hay iglesias que proyecten más honor al nombre del Señor que aquellas que han surgido en los distritos más necesitados. ¡Qué maravillas ha obrado Dios por medio de esa bendita iglesia en Golden Lane, a cargo de nuestro amado hermano Orsman! ¡Qué conversiones han tenido lugar en conexión con las iglesias de misiones de Saint Giles y Whitechapel! Son iglesias conformadas por los más pobres de los pobres y los más humildes de los humildes. Dios es glorificado cuando el ladrón y la ramera son lavados y limpiados y son hechos obedientes a la ley de Cristo. Cuando aquellos que son sanados están junto al pastor, incluso las lenguas obscenas se quedan mudas o son conducidas a exclamar: “¡Lo que Dios ha hecho!” Lo mismo es cierto respecto a personas que están deprimidas mentalmente, que están desesperadas de ellas mismas. Muchas de ellas han sido convertidas. Algunos de nosotros fuimos abatidos grandemente antes que encontráramos al Salvador; más bajo no podríamos haber llegado; fuimos vaciados como un plato al que un hombre limpia y coloca boca abajo; no nos quedaba ni una sola gota de esperanza; pero hoy nos regocijamos en Cristo y les decimos a las almas desesperadas que somos testigos personales de que Cristo ha salvado a gente de su calaña, que en nuestro caso Él ha hecho brillar la luz sobre los que estaban asentados en tinieblas, y como prisioneros de la esperanza nos sacó fuera de la fría sombra de la muerte y nos ha llevado a la plena luz de la vida; y, por tanto, Él puede hacer lo mismo con ustedes. Tengan buen ánimo, pues hay esperanza para ustedes.

 

Es una consolación adicional para unos corazones tristes, que muchas de las promesas sean dadas a tales personajes, incluso a quienes están más sumidos en las peores tinieblas. Cuán preciosa es esta palabra: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. ¿No está eso dirigido a ustedes, a ustedes que son pecadores que están trabajados y cargados? ¿Qué dicen ustedes a esta clemente palabra: “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, y no las hay; seca está de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé”? ¿Acaso no hay ninguna luz en esta palabra de amor: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”? ¿Acaso no es melodioso este pasaje: “Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”.

 

Recuerdo cuando mi alma se detuvo durante semanas en esta breve palabra: “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. Yo sabía que había invocado verdaderamente Su nombre, y por tanto, esperaba ver Su salvación. Muchos se han asido de esta palabra fiel y han confiado en ella: “Al que a mí viene, no le echo fuera”. Él recibe a cualquier persona, “él” o “ella”, en todo el mundo, que venga, por muy contaminados que estén “él” o “ella”. También esta es una rica palabra: “Él puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Qué palabra fue la de nuestro Maestro cuando mandó a Sus discípulos que predicaran el Evangelio a toda criatura, comenzando en Jerusalén. Habían de comenzar sus labores entre Sus asesinos, entre fariseos hipócritas y altivos herodianos; habían de comenzar donde el demonio reinaba de manera suprema y debían presentar a Cristo a los peores pecadores primero. Vean ustedes, entonces, que los grandes pecadores, lejos de ser excluidos, son justamente los primeros para quienes las buenas nuevas han de ser publicadas. Tengan buen ánimo, entonces, ustedes que están asentados en tinieblas, pues hay promesas especiales para ustedes.

 

Además, recuerden que la conversión de los más desesperados y de los que están más sumidos en tinieblas, aporta el más sublime grado de gloria a Dios. Cuando Su gloria pasa por alto grandes pecados, eso es misericordia en verdad. Donde es grandemente desplegada, es grandemente enaltecida. Muchos son salvados por Cristo, en quienes el cambio no es muy aparente, y por consiguiente, el buen Médico sólo recibe un poco de fama debido a ello; pero, oh, si Él tiene misericordia de aquel ser doliente que está por allá, que ha estado sumido en la desesperación estos últimos diez años; si dice: “Mujer, eres libre de tu enfermedad”, ¡eso resonaría en el distrito entero! Si Jesús viene y salva a aquel negro e ignorante pecador a quien todo el mundo conoce porque se ha convertido en una peste y en un fastidio para el pueblo; o si el diablo ha sido echado fuera de aquel endemoniado, cómo dirían todas las personas: “Dedo de Dios es éste”. Sí, un pobre desgraciado que es recuperado, tal como lo expresa el Salmo sesenta y ocho: “De Basán te haré volver; te haré volver de las profundidades del mar”, es un espléndido trofeo para el poder vencedor de la gracia todopoderosa. El grandioso propósito de Dios es glorificar Su grande nombre; y, como esto se cumple mejor cuando Su misericordia libera a los peores casos, hay ciertamente esperanza para quienes moran en tinieblas, aprisionados en la aflicción y en los hierros.

 

Además, cuando contemplan alegremente la luz, tales personas se convierten frecuentemente en individuos eminentemente útiles para otros. Su experiencia les ayuda para consolar a los demás, y están ávidos de hacerlo por gratitud. ¡Oh, dulce luz, cuán preciosa eres tú para los ojos ciegos, cuando están recién abiertos! Tú no sabes cuán terrible es estar ciego; da gracias a Dios por desconocerlo; sin embargo, hay algunas personas aquí que han experimentado dolorosamente la constante oscuridad; es una privación aflictiva; pero cuando sean abiertos sus ojos, como lo serán en otro estado, y cuando vean el mejor de los espectáculos: al Rey en Su hermosura, ¡cuán dulce será para ellos la luz!

 

“Noches y días de total ceguera

Son su porción aquí abajo;

Rayos de amor provenientes de ojos amables,

Nunca llegan a conocer aquí en la tierra.

Pero en lo alto contemplarán

Ángeles afinando arpas de oro;

Y el embeleso para la vista recién nacida:

¡Jesús en celestial luz!

 

Entonces, cuando el ojo espiritual ha estado débil por largo tiempo, y hemos lamentado y llorado por el pecado pero sin poder contemplar al Salvador, la luz es dulce e inefable. Y por ser tan dulce, hay en el interior del alma iluminada una necesidad de contar las gozosas nuevas a los demás. Cuando un hombre ha sentido profundamente el mal del pecado y ha obtenido por fin misericordia, exclama con David: “Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”. Cuando John Bunyan encontró al Salvador sintió el impulso contárselo a los cuervos en los campos arados, y vivió para hacer algo mejor que contárselo a los cuervos, pues día a día, de generación en generación, Sus obras proclaman al Amigo de los pecadores que los conduce de la Ciudad de la Destrucción a la Gloria Celestial. Quienes moraron una vez en densas tinieblas usualmente se vuelven después santos celosos; ven lo que la gracia ha hecho por ellos, y por esa precisa razón sienten un apego por su amado Señor y Maestro que no habrían podido sentir si no hubieran estado asentados alguna vez en el valle de la sombra de muerte. Entonces, pobres seres atribulados, por estas razones y por cincuenta razones más que pudiera presentarles si contara con el tiempo suficiente, hay esperanza para ustedes.

 

III.   Pero ahora viene la mejor parte de nuestro discurso bajo el tercer encabezado. EN CRISTO ESTÁ TODA LA VERDADERA LUZ PARA UN ALMA EN TINIEBLAS. Escuchen el texto: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz”. Ahora bien, Cristo no sólo es luz, sino gran luz. Él revela grandes cosas, manifiesta grandes consuelos, nos salva de grandes pecados y de grande ira, y nos prepara para la gran gloria. Él es, con todo, un Salvador que tiene que ser visto. “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz”. La luz no sirve de nada a menos que se vea. La fe tiene que asir las bendiciones que trae el Salvador. “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra”. Tenemos que ver al Salvador con una mirada de fe, y entonces tendremos luz. Consideremos cuán claramente el propio Cristo Jesús es la luz de todo ojo creyente que libra al alma más turbada de su miseria. En Él está la luz, y la luz es la luz de los hombres. Jesús personalmente es la aurora del día y la mañana sin nubes.

 

Primero, en el nombre de Cristo hay luz para un pecador atribulado. ¿Cuál es? Jesús. Jesús, un Salvador. Yo soy un pecador perdido y arruinado, pero me regocijo pues Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Mis pecados me turban, pero Él salvará a Su pueblo de sus pecados. Satanás me asedia, pero Él ha venido para destruir las obras del diablo. Él no es un Salvador nominal, sino real. Nosotros conocemos a capitanes y a coroneles que no tienen tropas y que nunca vieron un combate, pero no sucede así con el Capitán de nuestra salvación. Él lleva muchos hijos a la gloria. Si un hombre es llamado un constructor, esperamos que construya; si es llamado un comerciante, esperamos que se dedique al comercio; y como Jesús es un Salvador, Él cumplirá con Su sagrado oficio: salvará multitudes. Vamos, seguramente hay aquí una esperanza llena de consuelo. ¿No ven el amanecer en el nombre del Salvador? En verdad, si Él viene para salvar y tú necesitas la salvación, eres la persona indicada para Él. Un prisionero ante un tribunal se alegra al encontrar a alguien que sea abogado de profesión; un barco extraviado le da la bienvenida a un piloto; un viajero perdido en el yermo se alegra cuando se encuentra con alguien que es un guía profesional; y así un pecador debería alegrarse ante la simple mención de un Salvador.

 

Hay un aliciente similar en el segundo nombre, Cristo, pues quiere decir ungido. Nuestro Señor Jesús no es un Salvador amateur que ha venido aquí sin una comisión de Dios. Él no es un aventurero que se establece por Su propia cuenta para hacer un tipo de obra para la que no está calificado; no, el Espíritu del Señor está sobre Él, pues le ha ungido el Señor para esta obra de salvar a las almas. Él es Jesucristo, a quien Dios ha enviado. A Él ha sellado Dios el Padre. No hablaba por Sí mismo sino que Dios estaba con Él y en Él. Vamos, querido amigo, ahora que estoy en la luz puedo ver todo un sol lleno de esplendor en ese doble nombre: Cristo Jesús, y, sin embargo, me temo que quienes están en tinieblas no pueden percibirlo. Aquel a quien Dios unge para salvar, tiene que ser capaz y tiene que estar dispuesto a salvar al culpable. Este nombre es como la estrella matutina; mírenlo, y sepan que el día está cercano. Contiene tal gozo que la miseria misma debería saltar con santo júbilo al sonido del nombre.

 

Es nuestra deleitable tarea agregar que para quienes están asentados en tinieblas hay luz en la persona y en la naturaleza de nuestro Señor. Fíjense muy bien quién es este Jesucristo. En la constitución de Su persona, Él es Dios y hombre, es divino y humano, es igual con Dios y es prójimo con el hombre. ¿No ven el amor de Dios en el hecho de que estuvo dispuesto a tomar a la humanidad en unión consigo mismo? Si Dios se hace hombre, entonces no odia a los hombres sino que siente amor por ellos. ¿No ves la idoneidad de Cristo para tratar contigo, pues Él es un hombre como tú, sensible a tus debilidades; nacido de mujer, fue estrechado en el pecho de una madre; sufrió hambre y sed y cansancio; y estando muerto y sepultado en el sepulcro fue partícipe de nuestra condenación así como de nuestra aflicción? Jesús de Nazaret fue verdaderamente un hombre. Él es hueso tus huesos y carne de tu carne. Oh pecador, mira el rostro del varón de dolores y tendrás que confiar en Él. Puesto que Él es también Dios, compruebas en ese hecho Su poder para completar la obra de salvación. Él te toca con la mano de Su humanidad, pero toca al Todopoderoso con la mano de Su Deidad. Él es hombre, y siente tus necesidades; Él es Dios, y es capaz de suplirlas. ¿Es algo demasiado tierno para Su corazón de amor? ¿Es algo demasiado difícil para Su mano poderosa? Cuando el propio Señor que hizo los cielos y cavó los fundamentos de la tierra viene para ser tu Salvador, cualquier dificultad para que seas salvado desaparece. La omnipotencia no conoce ninguna dificultad, y, oh pecador, para un omnipotente Salvador no es difícil salvarte ni siquiera a ti. Una mirada de fe te proporcionará un perfecto perdón. Un roce del borde del manto del Redentor te sanará de inmediato. Ven, entonces, y confía en el Dios encarnado. Arrójate en Sus brazos de inmediato.

 

Además, hay luz en Sus oficios, y, ciertamente, un resplandor de gloria que el menor pensamiento percibe pronto. ¿Cuáles son Sus oficios? No puedo detenerme para mencionar ni la décima parte de ellos, pero uno de Sus oficios es el de Mediador. Tu alma anhela hablar con Dios y encontrar aceptación en Él, pero tienes miedo de aventurarte en Su terrible presencia. No me sorprende tu miedo porque “Jehová tu Dios es fuego consumidor”. Pero ten buen ánimo pues la vía de acceso está abierta y hay Alguien que irá ante el Rey contigo, y que abrirá Su boca en favor tuyo. Jesús se ha interpuesto y ha llenado la gran sima que se abría entre el pecador y su justo juez. Su sangre ha regado el camino de grana; Su cruz ha tendido un puente sobre cada torrente; Su persona es la calzada para aquellos que quieren acercarse a Dios. Ahora, como Cristo Jesús es el Mediador entre Dios y el hombre y tú necesitas un mediador, tómalo y tendrás luz de inmediato.

 

Tú también deseas en este día un sacrificio para expiar tus iniquidades; lo encontrarás también en Cristo. Dios tiene que castigar el pecado y cada transgresión debe recibir su justa recompensa; pero, he aquí, Cristo ha venido y como ‘chivo expiatorio’, ha llevado lejos el pecado; como ofrenda por el pecado Él ha quitado la transgresión. ¿Acaso no son buenas nuevas? Pero oigo que dices que tus pecados son muchos y demasiado grandes. Entonces, ¿piensas neciamente que Cristo carga con el pecado de los inocentes? Eso sería ridículo. ¿Supones que Cristo cargó con pecados pequeños solamente? Eso sería convertirlo en un Salvador pequeño. Guárdate de eso. No, cuando Él colgó del madero cargó con pecados del tamaño de montañas, con pecados que desafían al cielo y Él presentó por esos pecados una expiación eficaz. ¿Acaso no hay luz en todo esto?

 

Además, y sólo para mencionar otro oficio, nuestro Señor es un Intercesor. Tal vez una de tus mayores dificultades sea que no puedes orar. Tú dices: “No puedo juntar de manera coherente una docena de palabras; si gimo, me temo que no siento en mi corazón lo que debería sentir”. Bien, hay Alguien que puede orar por ti, si no puedes hacerlo por ti mismo. Confíale tu causa para que interceda por ella, y no dudes de que tenga éxito. Conforme veas cada oficio de Cristo, que Dios te conceda gracia para que percibas que tiene un lado resplandeciente para los pecadores. No dudo que la luz fluya continuamente de cada una de las partes del sol para animar a los mundos que giran en torno suyo; así, de la infinitud de Cristo fluye consuelo para las almas pobres y necesitadas. Él se deleita en la misericordia. Él es un grandioso Salvador. Todo Él es amor, todo Él es ternura, todo Él es piedad, todo Él es bondad; y si los peores pecadores lo ven, verán la luz.

 

Además, si necesitas luz, piensa en Su carácter, como el Salvador manso y humilde. Los niñitos lo amaban. Él los llamaba y venían de buen grado, pues era manso y humilde de corazón. Oh, pecador, ¿podría rechazarte? ¿Piensas que si fueras a buscar misericordia hoy, te podría decir alguna palabra dura y dejar que regresaras al lugar en que te encontrabas? Eso no podría ser; no está en la naturaleza de Aquel que es a la vez el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, repeler jamás a un corazón que de buena gana se asiera a Él. Mientras no actúe duramente una vez con algún pecador que se acerque, no tienes ningún derecho a imaginar que te rechazará, si vienes a Él.

 

Piensa por un minuto en Su vida. Se nos dice que era “apartado de los pecadores”, y, con todo, se dice de Él en otra parte: “Este a los pecadores recibe, y con ellos come”. Amigo de los pecadores era Su nombre, y lo es todavía. Piensen en aquella vida de abnegación que transcurría entre los enfermos y los pecadores para su bien. Y luego piensen en Su muerte, pues allí está enfocada la luz de la gracia; la cruz, como un espejo ustorio, concentra la luz y el calor del amor de Cristo en el pecador. Véanlo agonizando en el huerto por pecados que no eran los Suyos; véanlo azotado con terribles flagelaciones por transgresiones en las que no tuvo participación; contémplenlo desangrándose y muriendo sobre el madero por Sus enemigos; véanlo sufrir por iniquidades en las que jamás participó, pues en Él no hubo pecado. Si Cristo murió en lugar del culpable, tiene que ser verdad que Dios puede salvarme. Este argumento eliminó mi incredulidad. No puedo dejar de creer cuando veo al Dios encarnado sufriendo por el culpable, el justo por los injustos, para llevarlos a Dios.

 

“¡Pecadores! Vengan, vean al Salvador,

Vean manos, pies, costado y sienes;

Véanlo desangrándose sobre el madero,

¡Vean Su corazón ardiendo por ustedes!

 

Contemplen un rato, y luego apresúrense,

Encuentren a mil pecadores más y díganles:

¡Vengan, pecadores! Vengan conmigo,

Véanlo sangrar sobre el madero”.

 

Yo quisiera que estuviera en mi poder transmitir la luz que veo en la cruz a los ojos mentales de todos mis oyentes, pero no puedo hacerlo. Dios el Espíritu Santo tiene que hacerlo. Sin embargo, amados, si alguna vez reciben la luz, será de esta manera: Cristo tiene que ser una gran luz para ustedes. Nadie encontró la luz jamás por explorar en sus propias tinieblas interiores; eso es en verdad buscar entre los muertos al que vive. Pueden escarbar el tiempo que quieran entre los tizones de su depravación antes de encontrar allí una chispa de bien. Tienen que mirar lejos del yo, lejos de sus propias resoluciones, lejos de sus propias oraciones, lejos de sus arrepentimientos y de su fe. Tienen que mirar a Cristo en la cruz. Toda su esperanza y su ayuda están puestas sobre los hombros de Emanuel. Ustedes no son nada. Ni un trapo ni un hilo de su propia justicia servirían de algo; el traje de justicia de Cristo ha de cubrirlos de la cabeza a los pies. ¡Apaguen sus despreciables velas, apaguen las chispas que han encendido vanamente, pues, he aquí, el Sol ha salido! “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Ustedes no necesitan ninguna otra luz que la de Jesús; no sueñen con ninguna otra. Renuncien a la esperanza en ustedes mismos, tengan una completa desesperanza respecto a cualquier cosa que pudieran hacer, y ahora, ya sea que se hundan o naden, arrójense al mar del amor de Cristo; confíen en Él y no perecerán jamás, ni nadie los arrebatará de Su mano.

 

“Tiren al suelo sus propias ‘obras’,

A los pies de Jesús,

Permanezcan en Él, únicamente en Él,

Gloriosamente completos”.

 

IV.   Pero, por último, quisiéramos decirle a toda pobre alma sumida en las tinieblas que no necesita permanecer en las tinieblas, pues LA LUZ ESTÁ POR TODAS PARTES ALREDEDOR SUYO; ya “ha resplandecido”.

 

¡Qué grande misericordia es, mi querido oyente desesperado, que tú todavía no estés en el infierno! Habrías podido estar allí; muchos que no eran peores que tú están allí; y, sin embargo, tú estás aquí en la tierra de la esperanza. Dios no trata contigo este día conforme a la ley, sino según los dictados del Evangelio. No has venido al Sinaí esta mañana; no hay ante ti ningún monte ardiendo, ni salen de ahí retumbos de truenos; tú has venido al Monte Sion, donde el Mediador del nuevo pacto proclama paz y perdón. No he recibido ninguna comisión de maldecirte, sino que tengo una clara autoridad de mi Señor para invitarte a que vengas y recibas Su bendición. Has venido a la sangre rociada en la cima de Sión ¡pero pudiste haber sido llamado a ver la sangre de tu propia ejecución! No hay diablos a tu alrededor, sino un innumerable batallón de ángeles que te desean lo mejor. ‘Mirad que no desechéis al que habla’. Recuerden, queridos oyentes, que el mandamiento del Evangelio es enviado hoy a todos ustedes; a ustedes, los que están más desesperados, a ustedes se les ordena que crean en el Señor Jesucristo. “Demuéstrame eso”, dices tú. Te lo demostraré así: Él les ordenó a Sus discípulos que fueran por todo el mundo y que predicaran el Evangelio a toda criatura. Tú eres una criatura, por tanto, nosotros te predicamos el Evangelio. ¿Y qué era el Evangelio? Pues bien, era sencillamente esto: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. Ese Evangelio, entonces, llega a ustedes: Dios manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan. ¡Oh, qué misericordia es que la luz del Evangelio brille en torno tuyo todavía! ¿Acaso le cerrarás tus ojos? Yo te suplico encarecidamente que no hagas eso malvadamente.

 

Además, todas las provisiones del Evangelio, que están llenas de luz y de amor, están a tu alrededor en este instante. Si creyeras ahora en Cristo Jesús, cada pecado que hubieres cometido te será perdonado por causa de Su nombre; tú serás para Dios como si nunca hubieses pecado; la sangre preciosa te dejará tan blanco como la nieve. “Pero eso no bastaría”, dirá alguien, “pues Dios exige justamente obediencia a Su santa ley, y yo no he guardado Sus mandamientos, y por lo tanto, soy pesado en la balanza y soy hallado falto”. Tú tendrías una justicia perfecta en un instante si creyeras en Jesús, “Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras”. Dichoso el hombre para quien Jesucristo es hecho sabiduría y justicia, y Él es hecho eso para todo aquel que cree. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. “Ah” –dices tú- “pero yo tengo un corazón malo y una naturaleza perversa”. Si creyeras, tu naturaleza sería cambiada. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros”. “Y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra”. Él puede cambiarte de tal manera que difícilmente te reconocerías; serás una nueva criatura en Cristo Jesús; las cosas viejas pasarán; he aquí todas serán hechas nuevas. Él quitará el corazón de piedra y te dará un corazón de carne. “Ay” –dices tú- “ni siquiera eso bastaría, pues nunca me mantendría en los caminos de justicia, sino que regresaría a la perdición”. Oh tú, ser trémulo, oye estas clementes palabras: “Pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí”. ¿Y qué dijo nuestro propio Señor? Dijo: “No perecerán jamás, ni nadie las puede arrebatar de mi mano”. “El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. ¿Pero qué pasa si yo me extravío?, dirá alguien. Entonces Él sanará tus rebeliones, te recibirá con clemencia y te amará inmerecidamente. “Confortará mi alma”. Él no permitirá que ni siquiera sus ovejas extraviadas perezcan, antes bien, una vez más las pondrá en la senda debida. “Ah, pero la pobreza de mi alma es profunda, y mis carencias serán demasiado grandes”. ¿Cómo puedes decir eso? ¿No es Él el Dios todo suficiente? ¿Se ha acortado el brazo del Señor? ¿Acaso no proveyó una mesa en el desierto? ¿No está escrito: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta?” Él hará que toda gracia abunde para ustedes. “No temas, gusano Jacob… Yo soy tu socorro”. “Ah” –dirá alguien-  “pero yo seguramente tendré miedo de morir, pues aun ahora tengo miedo”. “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo”. Sorbida es la muerte en victoria. Habiendo amado a los suyos que están en el mundo, los amará hasta el fin. Tú tendrás tal fe sobre los momentos de agonía que dirás: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” “Pero tú no te refieres a mí”, dirá alguien. Me refiero a ti que estás asentado en tinieblas, a ti que eres ignorante, a ti que estás deprimido, a ti que no tienes nada bueno que sea propio. Me refiero a ustedes que están indefensos, a ustedes que están perdidos, a ustedes que son condenados, me refiero a ustedes. Y este es el mensaje de Dios para ustedes: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. “El que en él cree, no es condenado”. Oh, vengan, ustedes, que son culpables, pues Él está listo para perdonarlos. Vengan, ustedes, inmundos; la fuente está preparada para limpiarlos. Vengan, ustedes que están afligidos, puesto que el gozo está dispuesto; Él ha hecho matar Sus bueyes y Sus animales engordados, y todas las cosas están listas; vengan al festín de amor. Pero oigo que algunos de ustedes dicen: “yo ciertamente tengo que hacer algo”. Cesa de tus obras y toma las obras de Cristo. “Oh, pero yo no siento como debería sentir”. Cesa de tus sentimientos; los sentimientos de Cristo en la cruz deben salvarte, no tus propios sentimientos. “Oh, pero yo soy muy vil”. Él vino a salvar a los viles.

 

“Ven, con todas tus ropas inmundas,

No te demores para ser limpiado o enmendado;

Ven, con toda tu carencia,

Tal como estás, y Él será tu amigo.

Por los vanos encantos del tentador,

No seas engañado más;

Dios el Padre aguarda para hacer de ti

Su amado hijo adoptivo”.

 

“Pero yo he sido un adúltero, he sido un ladrón, he sido un proxeneta y todo lo que es malo”. Aunque así sea, con todo, esta es palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres. Es cierto que tú eres sustancialmente peor de lo que piensas que eres; podrías decirme que eres horriblemente malo, pero no tienes ni la menor idea de lo malo que eres; el lugar más hirviente del infierno es tu merecido; pero es a ti que la misericordia es enviada; a ti, oh hombre, a ti, oh mujer, a ti, que te has manchado con todo tipo de enormidades inenarrables, aun a ti, así te dice el Señor: “Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí”. No puedo decir más. Quisiera poder hablar -estaba a punto de decir- con las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero tengo un mensaje tan bendito que entregarles que siento que no se requiere de palabras buenas, pues el mensaje mismo es todo lo que se necesita, si el Espíritu lo bendice. Oh, no lo rechacen. Yo les suplico a ustedes, a ustedes que son culpables, a ustedes que están desesperados, que no le den la espalda, que no desechen el reino no vaya a ser que demuestren ser indignos y atraigan sobre ustedes mismos la máxima ira.

 

‘Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra’. Reciban al Señor Jesús como su Salvador, ahora, en el acto. Que Dios el Espíritu Santo los conduzca a hacerlo, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

Porciones de la Escritura leídas antes del sermón: Mateo 4: 12-25;

y capítulo 5: 1-12.

 

Nota del traductor:

 

Etnia Karen: El pueblo Karen o Kayin son una etnia que vive principalmente en el sur y el sureste de Birmania (Myanmar) y hablan una lengua sino-tibetana.

 

Espejo ustorio: espejo cóncavo con el que se obtienen temperaturas elevadísimas, reuniendo los rayos solares en su foco.

 

 

Traductor: Allan Román

9/Mayo/2012

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